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Dos Golpes y un Destino, o de cómo Paul Newman y Robert Redford hicieron inmortal a George Roy Hill

Cada vez que veo “Dos Hombres y un Destino” o “El Golpe”, lamento que la desaparición de Paul Newman acabara con toda esperanza de volver a verle coincidir con Robert Redford en la gran pantalla; hubiera sido un bello anacronismo en una época en la que las estrellas cinematográficas no brillan con la misma intensidad que antes.

George Roy Hill, artífice de ambas obras, supo detectar las posibilidades que entrañaba la unión de dos de las mayores estrellas de la historia del cine, y dirigió dos monumentales películas, que no solo cuentan con un magnífico dúo protagonista, sino también con unos guiones brillantes y un equipo técnico de ensueño.

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Y la verdad es que no se equivocó; filmó dos películas que todo amante del cine -incluso quien no lo es- ha visto probablemente más de una vez, y por supuesto idolatra. Son obras que ya forman parte de nuestra cultura general; contienen planos que permanecerán en esa parte de la memoria que destinamos a las aventuras que, si bien no hemos vivido en nuestras carnes, consideramos como propias.

Quién no se ha sentido perseguido por  Lord Baltimore y el Sheriff LeFors, y desesperado, se ha visto forzado a saltar un precipicio bajo el cual aguarda una muerte casi segura; quién no ha deseado ser Henry Gondorff (Paul Newman) durante la partida de póker más famosa y cómica de la historia del Séptimo Arte; quién no ha querido vengar la muerte de Luther, desplumando a Doyle Lonnegan, y dejándole en el mayor de los ridículos; quién no daría lo que fuera por asaltar un tren y protagonizar las entrañables conversaciones entre Butch Cassidy y Woodcock, el íntegro guardián de la caja fuerte del Flyer; quién no ha deseado montarse en una bicicleta y seducir a Katharine Ross con piruetas imposibles al son de «Raindrops keep falling on my Head».

Hablamos de dos películas de género, pero no en el sentido más estricto del término; «Dos Hombres y un Destino» (1969) no responde a los patrones del western tradicional que se filmaba en la época. El libreto de William Goldman apuesta sabiamente por la aventura -aderezada con unas gotas de comedia- para contar la relación de amistad entre sus dos protagonistas: Butch Cassidy (Paul Newman) y The Sundance Kid (Robert Redford).

En «El Golpe» (1973), George Roy Hill rompe las convenciones de lo que venían siendo las películas de atracos, golpes o robos perfectos («Atraco Perfecto» de Kubrick, «Rififi» de Dassin, «La Jungla de Asfalto» de Huston, «El Abrazo de la Muerte» de Siodmak), orquestando un perfecto equilibrio entre thriller y comedia -merced al maravilloso guión de David S. Ward-, pero sin llegar a los extremos paródicos de «El Quinteto de la Muerte», por poner un ejemplo.

Ambas obras representan una delicia visual para los buenos amantes de la fotografía en color; en «Dos Hombres y un Destino», un soberbio Conrad L. Hall (La Leyenda del indomable, Camino a la Perdición) ofrece una lección magistral sobre la utilización de la iluminación, tanto en interiores -la secuencia inicial en que Butch estudia el funcionamiento del banco que quiere atracar posteriormente, o la partida de cartas donde conocemos a Sundance- como en exteriores -los brillantes planos nocturnos durante la huida de los dos protagonistas-. En «El Golpe», George Roy Hill no escatima recursos y se decanta por Bruce Surtees, fotógrafo de «Ben-Hur», «El Graduado» o «La Última Película«, para lograr una estética mas luminosa y vitalista.

Siempre he considerado «Dos Hombres y un Destino» más arriesgada que «El Golpe», tanto temática como estilísticamente hablando; lo cual no resta méritos a la segunda. La primera comienza con una secuencia en tono sepia y una fotografía que exprime al límite la utilización de las sombras, haciendo una presentación oscura y seria de los personajes; en «El Golpe» tan solo hace falta recordar la primera intervención de Paul Newman -borracho y con la cara esperpénticamente empotrada contra la pared- para detectar la diferencia de tonos entre ambas obras.

La película del 73 hace gala de una estructura y estilo narrativo clásicos, basando todo su impacto en el carisma de sus dos actores principales y en un guión que roza la perfección. «Dos Hombres y un Destino» se permite el lujo de contarnos la huida de sus tres protagonistas a Bolivia, previo paso por Nueva York, a través de un montaje de fotos fijas, al mas puro estilo Chris Marker y su mítica «La Jetée»; todo un alarde de modernismo (no aplicar tono irónico, aunque se trate de una obra del 62).

Respecto al duo protagonista, no os voy a engañar, siempre he sido más de Paul Newman que de Robert Redford. En mi humilde opinión, el protagonista de «El Buscavidas» se lleva el gato al agua en ambas películas; y creo que Hill se dio cuenta de ello. Mientras que en «Butch Cassidy and the Sundance Kid» otorga el personaje mas atractivo a Paul Newman, en «The Sting» hace lo propio con Robert Redford, después de haber comprobado que cuando ambos compartían un mismo plano, la mirada del espectador se desviaba inexplicable e irracionalmente hacia el primero -independientemente de quien llevara la voz cantante-.

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George Roy Hill volvería a trabajar con ambos actores, esta vez por separado: «El Carnaval de las Águilas» (The Great Waldo Pepper, 1975), una cinta de acción protagonizada por Redford, y «El Castañazo» (Slapshot, 1977), una divertida comedia en torno al mundo del hockey sobre hielo protagonizada por Newman. El director americano nunca volvió a disfrutar del mismo éxito que cuando trabajo con estos dos iconos de la gran pantalla. Aún así, siempre será recordado como el director de dos películas que, generación tras generación, seguirán siendo veneradas y habrán conseguido lo que muchos persiguen y no son capaces de alcanzar: la inmortalidad.

Considero este artículo como un pequeño homenaje -que me siento obligado a realizar- a dos inolvidables obras que provocaron de una manera determinante al nacimiento, y posterior desarrollo, de mi enfermiza cinefilia; y lo hago con la esperanza de contribuir a que sigan contagiando a millones de cinéfilos potenciales hasta el infinito y más allá.

Carlos Fernández Castro

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3 Comentarios

  1. Magnífico artículo, maestro. De acuerdo en todo.