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Artículos Suicida: El Cine Americano de “Serie B” y Jacques Tourneur según Vincente Minelli

A día de hoy, hay cierto sector del público que sigue sin tener muy claro qué significa cine de “Serie B”, debido a la utilización inapropiada del término en cuestión. Podríamos resumirlo en cuatro palabras y unas siglas, pero no ayudarían excesivamente a aquellos que no están familiarizados con la filmografía del director Jacques Tourneur, el productor Val Lewton o con las aventuras y desventuras del estudio RKO. Para aclarar dudas citaremos algunos de los ejemplos más significativos: «Detour» de Edward G. Ulmer, «La Invasión de los Ladrones de Cuerpos» (Ivasion of the Body Snatchers) de Don Siegel, «El Increíble Hombre Menguante» (The Incredible Shrinking Man) de Jack Arnold, «La Tienda de los Horrores» (The Little Shop of Horrors) de Roger Corman, «Justa Venganza» (Raw Deal) de Anthony Mann…

La serie B americana nació como respuesta a la necesidad de abaratar los costes de producción cinematográficos de los grandes estudios, provocada por las desastrosas consecuencias de la Gran Depresión a finales de los años 20. De esta manera, se contrataba a estrellas en declive o actores totalmente desconocidos para el reparto; se utilizaban decorados mucho menos elaborados que la media de producciones de la época; se confeccionaban unidades de rodaje específicas para producciones de bajo presupuesto; y por último, se escogía un director que pudiera desenvolverse en estas condiciones como pez en el agua.

Gracias a este tipo de cine, vieron la luz talentos tan importantes como poco reconocidos; entre ellos, el director Jacques Tourneur, que junto al productor de la mítica RKO, Val Lewton, definió un estilo propio. Sus tres colaboraciones supusieron sendos hitos en la historia del cine de terror: «La Mujer Pantera» (Cat People) (1942), «El Hombre Leopardo» (The Leopard Man) (1943) y «Yo Anduve con un Zombie» (I Walked with a Zombie) (1943). La escasez de medios agudizó  el ingenio del cineasta francés, quien, dotado de un portentoso talento narrativo, compensaba esas carencias con una maravillosa utilización de las sombras (fruto de una cuidada iluminación), el perfecto conocimiento y manipulación de los miedos inherentes a casi todo ser humano y una habilidad especial para la composición de planos inquietantes.

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Los inicios la relación entre el director francés y el productor americano fueron trasladados a la gran pantalla de una manera brillante en «Cautivos del Mal» (The Bad and the Beautiful) (1952), la mejor obra de Vincente Minelli y una de las grandes películas de la historia del cine. A pesar de no utilizar nombres originales, el personaje interpretado por Kirk Douglas estaba claramente basado en Val Lewton, individuo no muy apreciado por el director italoamericano si nos atenemos a esta obra. La película, compuesta por tres líneas argumentales, muestra al productor como un ser despiadadamente ambicioso, que se aprovecha de quien haga falta con tal de conseguir sus propósitos. En un primer momento, parece un tipo cuya habilidad reside en saber sacar lo mejor de aquellas personas con las que trabaja; pero a través de su relación laboral y personal con un director, un guionista y una actriz, podemos apreciar cómo disfraza sus verdaderas intenciones con un falso aprecio y ayuda desinteresada; intenciones que no son más que aprovecharse de gente con verdadero talento para llegar a lo mas alto.

La visión sobre el mundo del cine que ofrece Minelli en esta obra no es casual, ya que años más tarde volvería a plasmarla en otra de sus grandes películas: «Dos Semanas en Otra Ciudad» (Two Weeks in another Town). En «Cautivos del Mal», la figura de Tourneur, interpretado por Walter Pidgeon, sale muy bien parada; Minelli aprecia en él un gran talento, probablemente porque cuando dirige esta película, el director francés, gracias a su exitosa etapa de aprendizaje, ya había disfrutado de presupuestos mas holgados dando muestra de su verdadera valía: «Retorno al Pasado» (Out of the Past) (1947), «Berlin Express» (1948), «El Halcón y la Flecha» (The Flame and the Arrow) (1950) o «La Mujer Pirata» (Anne of the Indies) (1951) son películas imprescindibles, en las que apreciamos a un cineasta, tan desconocido como genial, en la cima de su carrera.

Todo esto sirve para explicar cómo con el sistema de películas de serie B, los grandes estudios conseguían foguear a sus grandes promesas y exprimir a aquellas estrellas cuya luz estaba a punto de extinguirse; el objetivo era evidente: ganar el máximo dinero al coste más reducido. Estas películas se exhibían en sesiones dobles, acompañando a películas de serie A, y se ofrecía el ticket por el mismo precio; como por aquel momento los estudios tenían el control de producción, distribución y exhibición, el éxito estaba asegurado.

Muchos podrán pensar: ¿y a esto no se le llamaba monopolio? Debió ser lo mismo que pensaron los tribunales americanos en 1948 cuando emitieron un fallo judicial, según el cual los grandes estudios no podían seguir controlando la exhibición, una de las tres fases por las que pasa toda producción cinematográfica, de acuerdo con la Ley Federal de Antimonopolio. Evidentemente, si no tienes la exhibición asegurada, ¿quién  garantiza la distribución de tu producto? La respuesta no se hizo esperar; la producción de estas cintas dejó de ser rentable y las unidades destinadas a la producción de las mismas desaparecieron progresivamente, recibiendo el coup de grace a manos de un medio que cada vez cobraba más fuerza: la televisión. Afortunadamente, tanto los estudios como un grupo de cineastas geniales y con hambre de cine tuvieron el tiempo necesario para legarnos algunas de las obras mas estimulantes que produjo el cine americano de la época.

Carlos Fernández Castro

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3 Comentarios

  1. Excelente artículo! Como bien dices al principio el verdadero contenido de este cine no es conocido por todo el mundo (muchos siguen pensando que el cine se Serie B empieza y acaba en Troll 2), pero lo cierto es que no sé qué habría sido del género de terror, por ejemplo, sin el cine de Serie B. Sin olvidar también a grandes actores que se iniciaron en este cine, como Humphrey Bogart.