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El cine de Nanni Moretti (2ª parte)

Las películas que hizo Nanni Moretti a partir de los 90 hasta la cercana “Habemus Papam” presentan evoluciones y cambios dentro de su manera de hacer y entender el cine. Cuando digo esto no es en términos de ruptura, si no de un desarrollo cinematográfico que a lo largo de los años ha significado la realización de películas más convencionales en la narración y más aparentemente arriesgadas en sus temáticas.

La  última década del siglo XX empieza para Moretti con un mediometraje llamado “La Cosa” (1990), un trabajo  para TV de aire pseudo-documental sobre la situación militante y de identidad del Partido Comunista Italiano después de la caída del muro. Después de participar como actor y productor en “Il Portaborse” (1991) de Luchetti, vuelve a dirigir un largometraje: “Querido Diario (Caro Diario)” (1993).

Esta película, dividida en tres capítulos, presenta por primera vez a Moretti interpretándose a sí mismo de manera explícita, abandonando al Michele de sus primeros films. En “Querido Diario” los capítulos no tienen un tema o una conexión transversal, son como  vueltas a empezar (querido diario…) sin memoria donde el casi cuarentón Nanni, a través de distintas experiencias, descubre cosas. Para enmarcar es el episodio de “En Vespa”; quizás el más irregular sea “Médicos” pese a sus toques de genio, como su estupendo final. Un film intimo, reflexivo e impecablemente dirigido.

La película es un triunfo total tanto de público como de crítica, aunque las voces que ya en los 80 criticaban a Moretti por su egocentrismo se hacen más fuertes. En el festival de Cannes de 1994,  con un ilustre presidente del jurado como Clint Eastwood, se lleva el premio a la mejor dirección. Dos cortos; uno colaborativo (“L’ único paese al mondo”) que evidencia sus crecientes preocupaciones políticas; otro (“Il giorno della prima di Close Up”) donde parodia a un distribuidor de películas; y  una interpretación y producción (“La segunda vez (La seconda volta)” son sus preocupaciones hasta que se decide a filmar “Abril (Aprile)” (1998).

En “Abril”, su octavo largometraje, el director romano continúa explorando el camino que marcó con “Querido Diario”, aunque esta vez llevando todo un paso más allá: el Nanni de “Abril” vuelve a interpretarse a sí mismo, pero esta vez como un personaje con recorrido dramático que recuerda mucho a los de Woody Allen en plena crisis de creatividad. En una atmosfera más familiar, Moretti usa una narración exterior, hablando de sí mismo mientras interpreta aquello que cuenta. Este estilo narrativo, impregnado de reflexiones, también refuerza su mensaje político, ya frontalmente  en contra del “caimán” Silvio Berlusconi. “Abril” es una película divertida, ligera e incisiva. Un azote razonado a la realidad italiana del momento.

Muchos han situado a “Abril” como una película de paso, como una preparación –reflexión que yo no termino de compartir- de lo que será su primera película en el siglo XXI, “La habitación del hijo (La stanza del figlio)” (2001). Seguramente su película más conocida, “La habitación del hijo” representa una de las obras capitales en la filmografía de Moretti. Asistimos en este film al asentamiento del burgués y de la familia burguesa en el cine del italiano, donde los códigos son los de una clase puramente burguesa. “La habitación del hijo” es su película más dramática, más intensa y una de las más inspiradas. Nanni deja de ser el auténtico Nanni de “Querido Diario” y “Abril” para convertirse en Giovanni, un psicoanalista que pierde a su hijo. La muerte, entonces, se convierte en el gran eje de la película; sin embargo, no se trata la muerte como una ausencia, si no como una desaparición: una salida sin retorno por la que hay que pasar a través del dolor. Emocionante y poética, “La habitación del hijo” posee alguna de las escenas más profundas del cine de Nanni Moretti. Estupenda.

“La habitación del hijo” se convirtió en seguida en la película más premiada de Moretti, incluyendo la Palma de oro en Cannes y otros muchos galardones nacionales e internacionales. La expectación por el siguiente trabajo de Nanni era, por tanto, altísima. Cuando se supo que su próxima película se llamaría “El Caimán (Il Caimano)” (2006) y estaría basada directamente en Silvio Berlusconi, el escándalo mediático y la curiosidad del público se disparó. Esta atención no benefició a la película. Aquellos que esperaban una crítica feroz y directa al primer ministro, se llevaron un chasco al comprobar que se trataba de una película crítica, pero sutil y metafórica; el director intenta no centrar toda la fuerza de la película en el correctivo al “Cavaliere”.  Cambio de tercio total, menos ambición y cada vez más madurez y parsimonia. “El Caimán” es también el film más cinéfilo de Moretti, gracias a la trama de cine dentro del cine que termina por convertirse en un juego de espejos. Sobresaliente la interpretación de Silvio Orlando.

Otros cinco años y un «Caos calmo» han tenido que pasar para que recientemente hayamos podido ver “Habemus Papam” (2011). Como pasó con “El Caimán”, las expectativas creadas alrededor de una película sobre la Iglesia y un neo-pontífice con dudas han perjudicado a una película sin pretensiones. Afortunadamente, Moretti hace las películas que quiere y no las que los demás hubiesen querido que fuesen. Con una primera parte magnífica, “Habemus Papam” mantiene el tono pausado y sobrio de “El Caimán”, también confiando mucha de su eficacia en el  buen hacer de su actor protagonista, en este caso Michel Piccoli. La fría última media hora introduce elementos que, aunque parezcan banales y mal resueltos, merecen un examen pausado. El reconocimiento como mejor película del 2011 por una revista como “Cahiers Du Cinéma” confirma este necesario análisis pormenorizado.

Habréis podido comprobar, si habéis llegado a estas últimas líneas, que este repaso es, en realidad, una inocente escusa para hablar de uno mis directores europeos preferidos. El próximo presidente del jurado de Cannes ha expresado su relación con el cine a lo largo de casi cuarenta años de una manera honesta, hablando siempre de sí mismo y de nadie; de todo y de nada. Moretti nunca ha sido un innovador o un virtuoso de la imagen, pero estoy convencido de que, más allá de que sea una debilidad personal, sigue siendo una de las mentes más lúcidas del panorama cinematográfico actual.

Señor Moretti, por favor, siga haciendo cine.

Arturo Tena

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