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Hollywood Pre-código 1ª Parte (1928-1934)

El 24 de Octubre de 1929 , Wall Street vivió lo que más tarde se conocería como el «jueves negro». Trece millones de títulos se pusieron a la venta y colapsaron el mercado. Aquel día fue el principio de una década en la que la gente se acostumbró, si eso es posible, a vivir entre el hambre y la desesperación. Once millones de americanos acabaron en el paro y las salas de cine empezaron, por primera vez, a quedarse vacías.

Los años 20 habían sido una época magnífica para la industria del cine en Estados Unidos. Desde el primer momento tuvo un éxito arrollador, principalmente debido a la gran cantidad de inmigrantes que poblaban Norteamérica y que iban al cine (mudo por entonces) para disfrutar de un espectáculo que no requería saber ingles. Los estudios se fusionaron para buscar una mejor competencia y así surgieron la 20th Century Fox o la Metro Goldwyn Mayer (declarada en quiebra recientemente). La intención no era otra que la de controlar íntegramente la producción y  la distribución a través de cadenas de salas que exhibían en exclusiva sus películas.

En 1927 la Warner Bros. estaba atravesando una situación económica delicada y decidió apostar por el cine sonoro como reclamo para aumentar la aceptación de sus producciones. Su primer éxito fue “El cantante de Jazz” que hizo que el resto de estudios siguieran sus pasos, quedando el cine mudo relegado a partir de entonces, casi exclusivamente a las películas de Charles Chaplin. Era una época de plena transformación del cine: los estudios habían gastado importantes cantidades en la sonorización de sus películas, surge el llamado «star system» que creó una mezcla entre actor y personaje con la intención de asegurarse éxitos en taquilla, los guionistas empezaron a ser cada vez más y más importantes, etc…

Por tanto la industria Hollywoodiense se encontraba, tras aquel fatídico jueves, en un momento en el que, habiendo invertido importantes cantidades, veía como sus salas se vaciaban por la crisis económica que asolaba el país. Hollywood reaccionó como lo que era: una industria pensada para ganar dinero, y no tuvo reparo en utilizar el sexo, la violencia, el adulterio o las drogas  para llenar las salas. Estados Unidos siempre había sido un pueblo muy puritano; sobre todo las pequeñas localidades rurales daban gran importancia a los principios morales tradicionales. La cada vez más atrevida producción cinematográfica hollywoodiense iba paulatinamente ignorando estos valores, cuando no contradiciéndolos abiertamente. A esto había que añadirle el temor que entre los productores empezó a existir a que el propio gobierno americano interviniera para salvaguardar estos principios morales. Finalmente, fueron los propios estudios los que crearon un organismo con este fin: La Asociación de Productores y Distribuidores de Cine de América (MPPDA). Al frente de este organismo los estudios colocaron a Will H. Hays, elegido por su moral intachable, haciendo gran hincapié en su pasado conservador incluyendo su papel como diácono presbiteriano. Le asignaron un sueldo de estrella de Hollywood (100.000 $ al año) para dirigir el organismo recién creado y conseguir resolver los problemas derivados de una imagen cada vez mas deteriorada, pero también para usar sus contactos con el gobierno con el fin de asegurar que la legislación “anti-Hollywood” fuera benévola, sobre todo en lo referente a las juntas de censura y su reducción al mínimo. Esta labor la fue realizando Hays durante algunos años sin mucho éxito.  A finales del año 1929 con la bendición del cardenal George W. Mundelein de Chicago y el padre Daniel A. Lord se autorizó el conocido poco después como “ Código Hays”. Los estudios aceptaron el código pero dejaron tantos resquicios a la interpretación que como veremos no fue muy efectivo.

Desde 1930 a 1934 la industria cinematográfica estadounidense vivió en una permanente tira y afloja entre sus cada vez más «descaradas» producciones y una presión social encabezada por la Iglesia Católica que veía en aquellas películas el principio de la degradación de los principios morales que durante tanto tiempo habían promovido.

CRIMENES.

“Apartado 3. La ley, natural o humana, no será ridiculizada y la simpatía del auditorio no irá, hacia aquellos que la violentan”.

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La proliferación de películas sobre gángsters manifestaban la insatisfacción del pueblo con el sistema que les había llevado a la situación en la que estaban. La sensación de que las instituciones no buscaban el bien del conjunto del país iba en aumento. El público en general se evadía de sus problemas viendo aquellas películas que parecían ensalzar a los delincuentes, tipos duros que triunfaban con las mujeres y con mucho dinero. Existía mucho miedo a que este tipo de películas hicieran apología de la delincuencia y sirvieran como inspiración para que una juventud con tantos problemas decidiera seguir ese camino. Los censores incluyeron textos moralistas al principio de cada película manifestando que los gángsters eran la escoria de la sociedad y que no debían ser considerados héroes. Aquello fue la semilla de lo que sobre todo a partir de mediados de los años cuarenta sería el cine negro (Film Noir).

Los estudios por supuesto siguieron a lo suyo. La estrella elegida por Warner Bros para personificar este tipo de personajes fue James Cagney que se convertiría en uno de los actores más populares de la época. Su primer gran éxito fue “Enemigo Público” (1931) junto a Jean Harlow, película tremendamente dramática y emocionante que tuvo un gran éxito de taquilla. Recibió muchísimas críticas del sector conservador; tiene imágenes que aún hoy son impactantes por su violencia. Eso sí, todavía los estudios respetaban la regla de dar un merecido final a la vida de un gángster, la muerte.

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La respuesta de la Metro no se hizo esperar y en 1932 estrenó “ El monstruo de la ciudad” ( The beast of the city). El final de la película es tremendo sobre todo sabiendo que según el código :

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“Apartado 3(c) La utilización de armas de fuego será reducida al mínimo estricto”.

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El gran actor de la época fue Paul Muni. En 1932 estreno dos películas típicas de la época pre-código. Scarface, primera película sonora del gran Howard Hawks, obra maestra del cine de gángster de la que ya hemos hablado en Bandeja de Plata. Poco después estrenó “ Soy un fugitivo” ( I’m a fugitive from a Chain Gang), dirigida por Mervyn LeRoy (Quo vadis)  que nos cuenta cómo James Allen (Paul Muni) tras volver de la Primera Guerra Mundial es acusado de un atraco que no ha cometido. Drama social que tuvo un gran impacto y abrió el camino a las películas de denuncia abierta del sistema judicial y penal  norteamericano. Refleja una sociedad en la que los pobres siempre tienen las de perder y en la que la justicia no siempre funciona como debería. Fue especialmente polémica por una escena en la que se ve cómo unos policías sureños torturan a James Allen. La censura quiso eliminar estas escenas por miedo a herir sensibilidades en los estados del sur. A pesar de toda la presión, la productora se mantuvo firme y las escenas no se tocaron. Soy un fugitivo fue un éxito de crítica y público; incluso tuvo trascendencia a nivel social contribuyendo a la introducción de importantes mejoras en el sistema de trabajos forzados. Como curiosidad os diré que en “Soy un fugitivo” se muestra la primera fuga carcelaria de la historia del cine.

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La violencia no se limitó al genero de gángsters; incluso películas como ¨El guapo¨ ( Lady Killer) de 1933 con un marcado tono cómico, tiene escenas de una violencia que incluso hoy en día parecería excesiva.

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En ¨Tres vidas de mujer¨ (Three on a match) de 1932, tres amigas de la infancia se reencuentran tras años sin haberse visto. Deciden pasar un tiempo juntas y  realizan un crucero en compañía de sus respectivas parejas. El viaje produce cambios en cada una de ellas; pero sin duda el cambio que sufre el personaje protagonizado por Ann Dvorak, una ama de casa aburrida, es el más llamativo. Deja su casa, su marido e incluso su hijo de cuatro años y emprende una loca aventura de sexo y drogas. El dramático final, como tantos otros de las primeras películas pre-código, es redentor del imperdonable comportamiento de la madre. Como curiosidad diremos que a consecuencia de una discusión acerca de su sueldo (se enteró que ganaba lo mismo que el niño que hacía de su hijo) el contrato de Ann Dvorak con la Warner Bros quedó en suspenso permanente e hizo que su carrera como estrella de Hollywood se viera prácticamente truncada a partir de entonces.

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Hemos visto como los estudios no tuvieron ningún pudor durante aquellos años a la hora de realizar películas en los que temas como la violencia, la droga o el dinero eran comunes y casi obligatorios. En la segunda parte del estudio abordaremos el papel cada vez más importante de la mujer en el cine y su relación con temáticas como el sexo, el adulterio, el divorcio o el poder.

David Rubio Lucas

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