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PECHOS FUERA AFRODITA: Ingenuas Reflexiones sobre el Sexo Explícito en el Cine. 1ª Parte

Ciertos actos (socialmente considerados) impúdicos, han sido tratados (y no pocas veces) de modo notable en la historia del cine. La desolación, la culpa o la pérdida una vez trasmutadas en llanto; así como la profusión de imágenes usadas para representar la muerte -quizá el más íntimo de los actos-, son (creo) válidos ejemplos para la defensa de esta idea. Mientras que por contra y por desgracia, el sexo se encuentra entre los que peor suelen integrarse en la historia a filmar -sea cual sea la nacionalidad, género y época de la cinta-.

Con esto no pretendo afirmar que la sexualidad sea una cuestión marginal en el almanaque cinematografico mundial. De hecho, compartiré con muchos de ustedes la creencia de que sucede precisamente lo contrario: buena parte de las más brillantes obras de los más brillantes creadores, están consagradas a dicha suculenta materia. Cito para la ocasión la estupenda e infravalorada “Eyes Wide Shut” de Kubrick, o la mítica “El último tango en París” de Bernardo Bertollucci. De igual modo, si acudimos al cine menos comercial o independiente, encontraremos interesantes obras que tornando este inconveniente en licencia, se han puesto a disposición de episodios sexuales perifericamente convencionales -o del todo punto enfermizos (“Crash”, David Cronenberg)-.

Tampoco estoy demonizando el uso de la elipsis, la metáfora o las posibilidades narrativas que ofrece la profundidad de campo a la hora de narrar este tipo de episodios. Sobre todo si se consigue de este modo alcanzar el verdadero objetivo que subyace tras la escena (me vienen a la cabeza las desgarradoras escenas de “Dogville”). Estoy afirmando, por contra, que mientras la actual legislación (y moral) norteamericanas sigan inmodificables, para que una escena sexual rodada en el seno de una producción estadounidense – o de cualquier otra nación, siempre que aspire a conquistar la taquilla yanqui- resulte realista, debe mediar milagro, alquimia o suicidio comercial mediante. Recuerden que “La mala educación” de Almodóvar fue catalogada como X al otro lado del Atlántico. Tengan en cuenta que, porque el abajo firmante de la obra era Almodóvar, si no, más que difícilmente este autor volvería a colocar cinta alguna entre las distribuidoras norteamericanas.

Por ello mismo, durante el siglo precedente -por cierto, el XX-, las escenas de sexo sin “sábanas santas” estratégicamente dispuestas, fueron recluidas en sus mazmorras cinematográficas, en un sector cuya operatividad supone una prueba irrefutable de nuestra ascendencia simiesca: “El cine porno”. O lo que es lo mismo, la expresión más burda de la Serie B.

El cine porno, donde los enfoques (tanto narrativos como visuales) se caracterizan generalmente por un simplismo y por una carencia de gusto insultantes. El cine porno, donde la escasa sensibilidad de sus gestores, no solo queda patente en la escasa sensibilidad con que se comportan sus actores en escena, sino también en como se tejen los argumentos (en caso de existir), se eligen las localizaciones o se arman los decorados. Y, huelga decirlo, en como se ejecutan los doblajes.

Rocco Siffredi -posiblemente la mayor celebridad de la industria pornográfica mundial-, aquí compartiendo plano y lecho con Caroline Ducey (“Romance X”, Catherine Breillat).

El cine porno, donde es usual que seamos testigos de una violencia inusitada e injustificable contra el partenaire sexual (de tendencia invariablemente misógina); se ha configurado con los años y con internet, en una de las principales fuentes inspiratorias de nuestro acervo sexual (sobre todo en nuestra cada vez más prolongada y estridente adolescencia). Con ello, se han ido generando -en contra de lo que la libertad sexual y la carencia de censura pudieran suponer en términos apriorísticos- un batallón de prejuicios de nuevo acuño, de desinformación y confusión; y lo que es peor, de represión genérica.

Por ello, es de vital trascendencia para la salud sexual de todos, que el cine convencional muestre el sexo con naturalidad, sin tapujos. Nos ayude, sacudiéndose la mojigatería, a terminar de vencer los tabúes ancestrales que aún permanecen en boga entre muchos de nosotros. Si no, ese ocultismo puritano y esa carencia de realismo, supondrán que los espectadores contemplemos este sexo como plenamente ridículo; estandarizando en nuestra vida cotidiana aquel venido de la pérfida y ridícula imaginación de “los gurús del porno”. Nota: Si no lo hemos hecho ya, claro está.

Pero no me malinterpreten. Con todo esto no estoy señalando al porno como maléfico instrumento de Satán -solo exigiendo que no se comporten así sus creadores-; no estoy abogando por la inclusión en toda clase de películas de desnudos y polvos a granel -mal endémico de nuestro vilipendiado cine patrio-; ni tampoco estoy echando cal viva sobre el tradicional axioma “es mejor sugerir que mostrar”. Simplemente entiendo que -si la historia y el tono en que ésta se narra lo precisan-, no solo se han de despelotar sus intérpretes en escena, sino que han de recogerse dichas situaciones con la debida naturalidad -léase dignidad y credibilidad-.

Las pollas, esas desconocidas. Robert De Niro y Gerard Depardieu en “Novecento” de Bernardo Bertollucci.

Y es que la genitalidad, principalmente la masculina, nos sigue suponiendo un «hors categorié» de inasumible ascensión, cada vez que de afrontar una escena de cama se trata. Siendo capaz de disentir solo el cine comercial más burdo o el más atrevido independiente -a veces, ambos, con resultados más que discutibles-.

Dentro del primer pack podríamos nombrar, entre otras, las pelis del realizador italiano Tinto Brass (“Calígula”, “Los burdeles de Paprika”); cierta decepcionante pieza de Bigas Luna (“Bámbola”); o la insufrible cinta “El color de la noche”, donde emerge como único (y breve) interés, el prepucio de Bruce Willis.

Pero ahora y por ahora, ante el temor de cauterizar sus córneas con tan prolongadas e ingenuas reflexiones, dejaremos en suspenso hasta la segunda parte de este artículo, el capítulo dedicado a los realizadores indies más atrevidos (Gallo, Cameron Mitchell, Winterbottom…).

Espero no les sepa a gatillazo, prometo más y mejor muy pronto.

Alberto G. Sánchez – pelucabrasi – @Pelucabrassi

«Llegó la pausa, propicia siempre para urgencias del tipo que sean, como por ejemplo llamar a la mujer de un amigo íntimo aprovechando que él esté de viaje. No penseís mal, no se trata de enamorarla, puede tratarse simplemente de sexo». Antonio Gasset Dubois.

Continuación

4 Comentarios

  1. Es un auténtico placer leerte, no por el hecho de que seas mi amigo, ni por el hecho de que leerte me acerca a ti, sino porque realmente puedo decir que disfruto de la lectura cuando tu lo escribes.
    Un abrazo y mi mas sincera enhorabuena.

    • Infinitas gracias amigo.

      Pd: Para quien no le conozca, el Sr. Soro es un tipo que si algún día se quemara cocinando, lo haría a lo bonzo.

  2. No me has cauterizado las córneas… ¡muy bueno! Un abrazo

    • Me alegro sobremanera Srita. Mandarina, tanto por su integridad ocular como por el radiante aspecto que luce mi ego tras sus bonitas palabras. Un fuerte abrazo, y mil gracias de nuevo.