Blog de Cine

Crónicas desde el Festival de Cine de Málaga 2018 (II)

(…Continuación)

Lunes, 16 de abril

Formentera Lady (Pau Durá, 2018)

Pau Durá (No sé decir adiós, El jugador de ajedrez) es otro de los actores debutantes tras la cámara que presentó obra en la sección oficial. Consciente de la importancia de los intérpretes ha hecho de este apartado la piedra angular de su propuesta con un elenco inspirador y profesional comandado por el ya clásico José Sacristán. La función, amable e inocua, vuelve la mirada hacia los “paraísos perdidos” con la figura de Sacristan, un hippy de los sesenta que sobrevive como músico en la isla con un ideario heredero del 68. La llegada de su nieta (de la que se tendrá que hacer cargo) y la especulación inmobiliaria supondrán un replanteamiento de su espacio interior y exterior. Una historia ligera, que no profundiza demasiado en las contradicciones de personaje y tiempo, cargada de buena intenciones.

Violeta al fin (Hilda Hidalgo, 2017)

Entre Gloria (Sebastián Lelio, 2013) y Aquarius (Kleber Mendonça Filho, 2016) pero también de forma muy alejada a estos precedentes, la directora costarricense Hilda Hidalgo narra la lucha de Violeta, una mujer divorciada de 72 años contra el banco que quiere quitarle su casa, ahora reconvertida en pensión y sustento económico. El enfrentamiento de la protagonista con el depredador sistema económico, pero también con su entorno afectivo e incluso con sus firmes convicciones religiosas, marcan la ruta de empoderamiento de una mujer que (nos) descubre nuevas posibilidades en el estuario de la existencia. La falta de pretensiones, su ritmo pausado y sencillez compensan un trabajo de cámara a ratos pedestre.

 

Martes, 17 de abril

Mi querida cofradía (Hilda Hidalgo, 2018)

El premio del público de esta edición partía con todos los boletos para erigirse como la favorita de los espectadores: producción local, reivindicación “feminista” y fórmula ya testada con éxito al situar una comedia en uno de los contextos de mayor raigambre socio-cultural como es el de las cofradías de la Semana Santa andaluza. En el periplo de Carmen y sus dificultades por presidir la cofradía a la que ha dedicado gran parte de su vida se encuentran destacables interpretaciones y algunas felices situaciones cómicas, pero poco músculo para llevar más allá las paradójicas situaciones generadas y subvertir realmente las convenciones, en todos los sentidos. Y el divertimento le gana la partida a la crítica social.

Las distancias (Elena Trapé, 2018)

La directora de Blog (2010) regala en esta cinta uno de los más auténticos, dolorosos y enfocados retratos generacionales de la filmografía española de los últimos años. Su aproximación a un grupo de amigos en la treintena rebosa sensibilidad y empatía (no exenta de acidez) pero, sobre todo, mucha sabiduría en una puesta en escena donde todo, desde el guion, interpretaciones, fotografía, encuadre y construcción de secuencias está al servicio de esta crónica de desencanto y pérdida de ilusiones. De manera frágil y contundente a la vez, Elena Trapé nos introduce en un fin de semana entre amigos a partir del cual ya nada será igual porque ellos mismos no son los de antes. Un ejercicio de auténtica narrativa cinematográfica sobre el miedo y la zozobra en los cambios de etapa vitales confirmado con la Biznaga de Oro al mejor largometraje, el premio a la mejor dirección y el reconocimiento a la delicada composición de la actriz principal Alexandra Jiménez que destaca en una película coral con un reparto en estado de gracia.

A Voz do Siléncio (Andre Ristum, 2018).

El mosaico de personajes que Andre Ristuim teje en su tercer largometraje es una obra coral protagonizada por la ciudad de Sao Paulo. Un fresco urbano donde la soledad destaca y articula todos los temas a los que se acerca esta ambiciosa (y no siempre lograda) obra: droga, explotación laboral, incomunicación, desesperanza y enfermedad atraviesan la vida en los suburbios de la ciudad brasileña. No exento de algunos momentos de verdad, el film adolece de cierto maniqueísmo en la presentación de los personajes y situaciones y el resultado es un crisol de ritmo moroso que deja la sensación de lo ya visto.

Ainhoa, yo no soy esa (Carolina Astudillo, 2018).

DOCUMENTALES A CONCURSO

La ganadora de la sección es uno de las obras de no-ficción de las que se hablará, y mucho, este año. Su interesantísimo trabajo sobre “Found Footage” transita por la senda de otros notables precedentes como Un’ora sola ti vorri (Alina Marazzi, 2002) al utilizar metrajes encontrados –en este caso, también cintas familiares que le entregó el hermano de la protagonista– para reconstruir la biografía de Ainhoa, rebelde y malograda, que dejó su propio pensamiento en diarios personales. Aquí, lo individual se vuelve colectivo y político como ejemplo de la historia silenciada, la de las minorías y grupos sin voz.

Además la recolección, el “collage”, incide en las teorías de la destacada crítica feminista Laura Mulvey sobre la estética de la fragmentación siempre como una estética inacabada con la presencia del pasado en una nueva temporalidad.

Las imágenes originales, además de registro familiar, funcionan como retrato social de una época; y de la relación entre aquellas y el material que surge se produce la diferencia de contextos: un contraste entre el material rodado por el padre –quien rueda de una forma patriarcal– y la edición de las imágenes desde un punto de vista eminentemente femenino y lleno de empatía.

La felicidad queda contradicha por los textos: el material en bruto puede considerarse un archivo y el proceso de sacar la verdadera historia de Ainhoa; una subversión.

 

Miércoles, 18 de abril

El mundo es suyo (Alfonso Sánchez, 2018)

La primera pregunta (retórica, conociendo los intereses que mueven a la industria y su alargada sombra) que asalta a cualquier aficionado ante este tipo de obras es ¿qué hace un producto de estas características en la sección oficial de un festival de cine?. Pretendiendo reeditar el éxito de algunos títulos basados en las idiosincrasias locales y con los mismos protagonistas de El mundo es nuestro (2012), Sánchez traza (gruesamente) una comedia “costumbrista” más casposa que castiza y más cercana a un sketch cómico que a la sátira, recurriendo a todos los tópicos posibles con dudosa ideología y una patente torpeza cinematográfica.

Ojos de madera (Roberto Suárez, Germán Tejeira, 2017)

Los 63 minutos de vanguardia y riesgo de esta obra, que ha tardado casi una década en materializarse, contienen algunas de las imágenes más perturbadoras y cargadas de simbolismo del cine latinoamericano de los últimos años. Cuento siniestro (¿qué cuento no lo es?) en expresivo blanco y negro, sus poderosos encuadres remiten a esas creaciones que incendian cualquier retina y producen incomodo. Sólo por eso, esta obra imperfecta en su conjunto pero brillante por momentos, merece la atención de un público mayor al que parece ir dirigida.

José Félix Collazos

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