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2 Francos, 40 Pesetas (2014)

Nota: 5,5

Dirección: Carlos Iglesias

Guión: Carlos Iglesias

Reparto: Carlos Iglesias, Javier Gutiérrez, Nieve de Medina, Luisber Santiago, Adrián Expósito, Isabel Blanco, Eloisa Vargas, Tina Sainz, Roberto Álvarez

Fotografía: Paco Sánchez Polo

Duración: 100 Min.

Si de algo puede presumir la serie Cuéntame, más allá de su duración en antena, es de haber sacado a flote lo mejor y lo peor de esa España de los tricornios a la que tanto nos cuesta acudir mentalmente. Carlos Iglesias apareció en un par de capítulos interpretando a un “español ruso” exiliado en tierras moscovitas desde que sus padres le montaran en un barco, con la esperanza de que hallara un futuro lejos del hambre y las bombas.  La relación de su personaje con el de Imanol Arias y Pepe Sancho es quizás lo más emocionante que recuerdo de la serie, no solo por la cruda historia que los vinculaba sino también por la soberbia interpretación de un actor que nada tenía que ver con la imagen asociada al Benito de Manos a la obra.

Comenzó entonces mi especial atracción hacia un señor que también resultó ser director de películas. 1 franco, 14 pesetas (2006) es sin duda una de las más interesantes obras del cine histórico reciente en nuestro país, un género necesitado de guiones que se alejen de los discursos de la Guerra Civil y que presten más atención al modo de vida de nuestros antepasados. Iglesias recogía esa misión poniéndose en la piel de su propio padre, un hombre que probó fortuna en Suiza cuando el reajuste industrial de principios de los sesenta sacó a muchos obreros de las fábricas, y al que él mismo contempló bajo el papel de un niño de cinco años. Es un valiente filme que se mantiene de pie por numerosos detalles como la escenografía, el baile de idiomas, el aprovechamiento del paisaje, y sobre todo por poner en primer plano a pequeños grandes héroes emisores de un positivismo impagable.

Esta vez el argumento transcurre seis años más tarde de la vuelta de aquel primer viaje. Son los últimos coletazos del franquismo y en España no hay mucho que rascar, por lo que la familia decide volver a las montañas tirolesas. Un franco ahora vale veinte pesetas y el hijo, que ya abraza los dieciocho, comienza a descubrir suizas hermosas donde antes solo veía vacas lecheras. Puede parecer un chiste fácil pero uno siempre tiende a escribir según lo observado. Me explico.

El director repite el mismo ejercicio ‘metafamiliar’ y nostálgico, si bien multiplica los personajes y desarrolla acciones paralelas tan numerosas que a veces hacen dudar del núcleo central de la película. A medida que avanza el metraje la carga humorística hace evidente un trasvase a la comedia más pura, en detrimento de la pizca dramática necesaria para todo equilibrio narrativo. Y cuando digo carga humorística me refiero a un adolescente obsesionado por las maduritas, a líos de faldas, a bodas, a borracheras, a banqueros caricaturizados, a peleas de suegras, al Asturias patria querida. Podría seguir recurriendo al anecdotario y aún así no caería jamás en el spoiler, pues no es una película para enterarse de algo sino más bien para intentar disfrutar de ella cuando asoma la carcajada.

No hay que ser muy leído para percatarse de que Carlos Iglesias actúa con conocimiento de causa. La teatralización de las secuencias responde a un noble acercamiento al cine berlanguiano de la misma época a la que se traslada, principalmente por la importancia del conjunto de papeles secundarios frente a los dos o tres protagonistas. Y a pesar de que el diálogo imprime por momentos el sello de Azcona y Ferreri, cuesta digerir el concierto de chascarrillos que nos propone el director, quizás por el embrutecimiento exacerbado de algunos personajes como el de Tina Sainz, o por el mero hecho de esperar una continuidad de estilo tras haber disfrutado de una primera parte que no demandaba secuela.

Manu Sueiro

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