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Comanchería (Hell or High Water) (2016)

poster-comancheriaNota: 8

Dirección: David Mackenzie

Guión: Taylor Sheridan

Reparto: Chris Pine, Ben Foster, Jeff Bridges, Gil Birmingham, Katy Mixon, Dale DickeyKevin Rankin

Fotografía: Giles Nuttgens

Duración: 102 Min.

Siempre has sido un caso perdido, un tipo tan visceral que incluso llegaste a matar a tu padre por haber maltratado recurrentemente a tu madre. Vives en un pueblo perdido del estado de Texas y después de diez años entre rejas necesitas sentirte vivo. Dime que no ayudarías a tu hermano pequeño a ejecutar una serie de atracos que pagarían las deudas de una herencia en la que has sido ignorado por haber escogido el lado salvaje de la vida.

Como puede adivinarse de esta premisa, no estamos ante el simple ejercicio de género que recorre los lugares comunes del cine del oeste y explota sus correspondientes estereotipos. Bien cierto es que Comanchería aborda los mismos temas que los western de antaño (dignidad, justicia, moral, familia), pero los adapta a una nueva realidad globalizada en la que los comanches, los mohawks, los cherokees y las demás etnias indígenas ya no son los enemigos. A estas alturas, los tambores de guerra y las señales de humo han sido sustituidos por un capitalismo feroz, capaz de despojar al hombre blanco de aquellas propiedades que este previamente había arrebatado a sus anteriores ocupantes.

Digamos que David Mackenzie propone una combinación anacrónica entre un contexto moderno y un viejo argumento repleto de paisajes y situaciones clásicas. De algún modo, Comanchería supone la revalidación de un género que sigue siendo idóneo para el tratamiento de todo tipo de sentimientos humanos. Por esa misma razón, el director no se acomoda en la fórmula de eficacia probada y actualiza tanto las preocupaciones de sus personajes como las tecnologías vigentes y los apuntes sociales: las hipotecas basura, las cámaras de vigilancia, no llegar a final de mes en una sociedad civilizada, las familias desestructuradas, la integración de los indígenas…

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Desde una perspectiva narrativa, Mackenzie estructura su película a través de dos líneas argumentales dedicadas a los delincuentes y a sus perseguidores, siendo la primera la que incorpora todas las novedades citadas anteriormente y la segunda un mero instrumento para el lucimiento de Jeff Bridges y el mantenimiento de la tensión narrativa. Dos hermanos de caracteres opuestos (un Ben Foster deslumbrante y un sorprendente Chris Pine) se quieren aunque no compartan su forma de ver la vida. Dos policías inmersos en diferentes momentos vitales ven en el trabajo o bien un aliciente para seguir viviendo o bien una manera de garantizarse la jubilación deseada. En definitiva, dos buddy movies que, al son de un sensacional montaje repleto de ritmo y rimas visuales, convergen en la conclusión más coherente.

Pero al contrario que muchas otras películas del género, Comanchería no etiqueta a buenos y a malos. Bajo la bandera del «todos tenemos nuestras razones» que enarbolaba Renoir, el director alterna sendos puntos de vista y propone la identificación del espectador con todos los personajes, provocando un evidente conflicto de intereses y afinidades a ambos lados de la pantalla. Aún justificada y coherente, la persecución que vertebra el film no es más que una mera excusa para reflexionar sobre una serie de relaciones humanas que oscilan entre unos inquebrantables lazos de sangre y el vínculo emocional que brota entre dos compañeros de trabajo que comparten angustias, ilusiones y recuerdos de un pasado mejor.

Y aunque en ocasiones sus imágenes imploren un lugar en la historia del género y el guión se ciña obedientemente a sus reglas, Mackenzie articula un discurso propio y demuestra una enorme habilidad en la creación de secuencias para el recuerdo, ya sean de acción (atención a la explosiva escena en la gasolinera) o basadas en unos diálogos que cincelan, con originalidad y dedicación, la personalidad de los protagonistas. Basta con remitirse a su plano secuencia inicial, a las conversaciones en la cafetería o a su elegante desenlace para advertir el dominio de la puesta en escena y la claridad de ideas de un director que con este film alcanza la mayoría de edad.

Carlos Fernández Castro

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