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Dodge City, Ciudad sin Ley (Dodge City) (1939)

Nota: 8,5

Dirección: Michael Curtiz

Guión: Robert Buckner

Reparto: Errol Flynn, Olivia de Havilland, Ann Sheridan, Bruce Cabot

Fotografía: Sol Polito

Música: Max Steiner

Por si alguien no se había dado cuenta, Michael Curtiz dirigió otras películas relevantes mas allá de «Casablanca». ¿Quién no recuerda «Robin de los Bosques» (Robin Hood) (Versión Clásica con sus ridículos pero carismáticos leotardos verdes), «El Trompetista» (Young Man with a Horn), «Alma en Suplicio» (Mildred Pierce) o «El Capitán Blood» (Captain Blood)?. Imborrables, estamos de acuerdo. Pero como buen director del Hollywood Clásico, también hizo sus pinitos en el western, género que por aquel entonces estaba muy de moda y el cual practicó con gran acierto, dejándonos una de sus grandes obras: «Dodge City».

En la línea de otras colaboraciones entre el director húngaro y Errol Flynn, esta película hace gala de un ritmo trepidante, unos personajes muy bien construidos y una química especial entre sus dos actores protagonistas. Y todo ello sin poner en peligro la credibilidad del conjunto, objetivo que habitualmente no alcanzaba el cine de la época, poseedor de muchas otras virtudes, pero no de esta. Donde claramente se aprecia este detalle es en el progresivo desarrollo que se aplica a la relación entre Olivia de Havilland y Errol Flynn hasta convertirla en una historia de amor, dejando de lado el estilo «te miro a los ojos, me miras a los ojos, juntamos nuestros labios cerrados, para, acto seguido y en el mismo movimiento, juntar nuestras mejillas como si fuéramos hermanos y después de 5 minutos de relación, declararnos amor eterno». Hay otro aspecto que refuerza esa sensación de veracidad y es el hecho de que Errol Flynn, al llegar a la ciudad, no asuma el típico rol de héroe insensato y temerario que actúa como si no se estuviera jugando la vida. De hecho, solo se enfrenta a «los malos» cuando éstos pretenden ahorcar a su amigo, y decide aceptar el cargo de shérif cuando asiste a un acontecimiento que helaría la sangre del tipo mas frío y calculador. La maniobra de Curtiz en ambos casos es magistral y como tal hay que reconocerla.

Está bien, ninguno de nosotros ha experimentado como se vivía en el salvaje oeste, pero sospecho que la vida en aquel momento se parecía mucho a lo que muestra «Dodge City», ciudad en la que, recién llegado el ferrocarril, se daban todas los circunstancias necesarias para alcanzar una situación como la que sucede en la película. Calles embarradas, que ofrecían a los caballeros la posibilidad de coger a las damas en volandas, durante el fugaz trayecto entre la diligencia y el porche de turno, con el fin de evitar que sus calzados se echaran a perder. Forajidos campando a sus anchas, esperando a que los vaqueros, recién llegados de sus travesías con el ganado y con el bolsillo rebosando de monedas de oro, gastaran toda su paga en alcohol, convirtiéndose en víctimas ideales para sus fechorías. Defensores de la Ley demasiado acongojados y con la extraña habilidad de mirar en dirección opuesta a aquella en que sucedían los continuos asesinatos cometidos en nombre del vicio y la degradación. Las grandes y típicas peleas en los saloon, en las que todos parecían pasárselo tan bien, pegándose y rompiendo todo sin ningún remilgo, haciendo que (esto es algo muy personal) servidor se preguntara constantemente quien se haría cargo de tal destrozo.

Para mi, «Dodge City» tiene un cierto paralelismo con «El Hombre que mató a Liberty Valance», de John Ford. Sí, permítanme justificar esta afirmación que a muchos parecerá fuera de lugar. En ambos filmes llega un forastero a una ciudad en la que la Ley brilla por su ausencia; ambos personajes toman conciencia de la insostenibilidad de la situación y deciden responsabilizarse del cumplimiento de la legalidad; tanto Curtiz como Ford cocinan en sus cintas una historia de amor a fuego lento y en los dos casos muestran la prensa como arma de importancia capital contra el crimen. No me malinterpretéis, no tengo tan poco criterio como para afirmar que la obra de Curtiz es superior a la de Ford, pero en este duelo hay algo que lo que el primero sale ganando: un gran sentido del humor, muy característico en su filmografía, que no en su personalidad.

Sin embargo, a pesar de considerar esta obra como una genialidad, hay dos defectos de los cuales adolece: la muerte excesivamente previsible de uno de los personajes y un final poco creíble desde el punto de vista de Olivia de Havilland. Pero teniendo en cuenta la exquisita calidad del conjunto, «Dodge City» se erige como una obligación más en la lista de tareas pendientes o pendientes de repetir en el código de conducta de todo buen cinéfilo.

Carlos Fernández Castro

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CURIOSIDADES

– El tipo al que Errol Flynn arroja por la ventana cuando estan en la barbería no es otro que su gran amigo de borracheras, el especialista Buster Wiles.

– «Dodge City» sería la quinta de nueve veces que coincidieron como pareja romántica en la gran pantalla Errol Flynn y Olivia de Haviland.

SI TE GUSTO «DODGE CITY», NO TE PIERDAS…

– «Camino de Santa Fe» (Santa Fe Trail) (1940) de Michael Curtiz

– «La Carga de la Brigada Ligera» (The Charge of the Light Brigade) (1936) de Michael Curtiz

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