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El Último Exorcismo (The Last Exorcism) (2010)

Nota: 7

Dirección: Daniel Stamm

Guión: Huck Botko, Andrew Gurland

Reparto: Patrick Fabian, Ashley Bell, Iris Bahr, Louis Herthum

Fotografía: Zoltan Honti

EN POCAS PALABRAS (para los impacientes)

Todos aquellos que piensen que «El Último Exorcismo» es un nuevo intento de explotar a la gallina de los huevos de oro, se equivocan, aunque solo sea un poco. Afortunadamente, Daniel Stamm aborda el tema desde una perspectiva diferente a todas aquellas películas que habían seguido la estela del clásico de William Friedkin, «El Exorcista», sin intención de aportar nada nuevo. Esta vez, el enfoque es diametralmente opuesto, sorprendente, y en gran parte de sus pasajes, consigue lo que una película de terror debería provocar: miedo.

SI QUIEREN PROFUNDIZAR…

Argumento: Cotton Marcus (Patrick Fabian) es un reverendo evangelista que si no ha perdido la fé, está muy cerca de ello. Durante años, ha seguido los pasos de su padre y desde muy temprana edad ha practicado exorcismos. Hoy día reniega de sus antiguas creencias y decide realizar un último exorcismo para demostrar la mentira que envuelve a esta práctica. Para ello, permite que un equipo de documentalistas le acompañe en su último trabajo: un padre desesperado (Louis Herthum) reclama su ayuda para salvar a su hija Nell (Ashley Bell), la cual en su opinión, está poseída por el diablo.

Antes de llevarnos a engaño, debo advertir que esta es una película que gustará a los amantes de un cine de terror más próximo a «Session 9», «La Semilla del Diablo» o «Los Pájaros», que a aquellos que prefieren sucedáneos hormonados como «Scream» y «Sé lo que hicisteis el Último Verano», o los que tienden hacía una vertiente más gore, en la línea de la saga «Saw» o «La Matanza de Texas».

El debutante Stamm intenta algo nuevo. En primer lugar, utiliza el falso documental para dotar a la cinta de una credibilidad impropia del tema que trata, ya de por si increíble. Pero no es ahí dónde el cineasta consigue plenamente su objetivo; el verdadero secreto de que nos tomemos la cinta en serio, radica en el punto de vista de su protagonista respecto al exorcismo. El reverendo Marcus considera esta práctica una gran mentira tal y como la entiende la Iglesia, confiriéndole una carga plenamente psicológica.

La cámara en mano, propia del formato documental, aporta una sensación de inmediatez y proximidad gracias a la contención con que es utilizada. Además, mediante este recurso, conocemos de primera mano las opiniones del reverendo, potenciando de este modo la identificación con el espectador. Desde el momento en que el personaje se encarga de guiarnos por el oscuro mundo de la superstición religiosa, caemos bajo su hechizo, tal y como ocurre con todos sus feligreses. El cineasta americano no solo muestra la religión como un medio para articular las relaciones sociales, sino como un fenómeno basado en la autosugestión.

Lo que en un principio prometía ser una gran cinta de terror, acaba echando por tierra las excelentes propuestas de su original planteamiento; a medida que avanzamos en su metraje, desemboca lentamente en los clichés más rutinarios del género, a modo de disculpa por no haber ofrecido desde un principio lo que la mayoría de espectadores esperaban ver, influidos por su título. No obstante, se trata de una cinta interesante, muy por encima de la media del cine de terror actual, y que provoca más de un escalofrío.

Carlos Fernández Castro

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