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Buried (Enterrado) (2010)

Nota: 6,5

Dirección: Rodrigo Cortés

Guión: Chris Sparling

Reparto: Ryan Reynolds

Fotografía: Eduard Grau

Mentiría si dijera que no tenía ganas de ver “Buried”. Como todos, esperaba con ansiedad el estreno de la película más importante del cine español de la última década. Necesitaba saber qué demonios había hecho Rodrigo Cortes con una premisa tan estimulante y tan difícil de resolver: mostrar durante 94 minutos cómo un tipo que está encerrado en un ataúd bajo tierra, intenta salir del mismo, con la única ayuda de un móvil, un mechero y algún que otro utensilio que no desvelaré en estas líneas. Prometedor, ¿verdad?

El film comienza con un plano demoledor, consistente en una oscuridad cegadora, acompañada por los únicos sonidos de una respiración desesperada y unos golpes en una superficie que parece ser madera. Sin ver realmente nada, el espectador experimenta una sensación de ansiedad y angustia insoportable, ya sabedor de las circunstancias tan especiales en que se encuentra nuestro protagonista; cosas del marketing, ya que esta sensación tan perturbadora podría serlo aún más si el espectador afrontara la película sin más información que el título de la misma.

Pero no nos equivoquemos, pues lo que promete ser una experiencia inolvidable, va perdiendo fuerza según avanzamos en el metraje. Las razones achacables a este decrescendo no me fueron fácilmente identificables. Todavía no tengo muy claro si lo que me sacó del embrujo inicial que provoca «Buried» fue la utilización de determinados recursos que el director emplea a lo largo del film o simplemente que el argumento no da para mas que para hacer un buen mediometraje.

No obstante, me quito el sombrero ante la habilidad de Rodrigo Cortés para hacer que los 93 minutos que dura la cinta no se hagan pesados, a pesar de las limitaciones espaciales derivadas de la naturaleza del argumento. Podríamos considerarlo como una prueba de fuego de la que el realizador gallego sale victorioso, demostrando talento suficiente para afrontar cualquier tipo de proyecto, por muy extraño que fuere, en un futuro próximo.

Me llama la atención que sea precisamente un director español quien se encargue de una historia situada en un contexto tan yanqui. Es cierto que el guión está escrito por un ciudadano americano, pero me resulta cuando menos curiosa la orientación del mismo hacia un fenómeno tan reciente como la guerra de Irak, teniendo en cuenta que podría haber estado ubicado en cualquier lugar del mundo. La utilización del conflicto iraquí, o lo que quieren insinuar a cerca del mismo, me huele un poco a demagogia.

Es cierto que contamos con un solo personaje físico, pero mediante la utilización del teléfono móvil, la película introduce diversos personajes, cuyas diferentes conversaciones con el protagonista tienen un elemento en común, la incomunicación. Contrariamente a lo que pudiéramos pensar, dicho problema no radica en las dificultades propiciadas por la ubicación de Paul Conroy, sino por la desconfianza, la falta de atención, la inmunidad a todo tipo de sucesos (que llegan a nuestros oídos u ojos a través de los medios de comunicación) o la indiferencia de cada uno de sus interlocutores. En esta película solo hay una persona que parece hablar muy claro y ese el el personaje interpretado por un magnífico (quien lo diría) Ryan Reynolds. El problema es que las personas a quien van dirigidas sus palabras no son capaces de interpretarlas correctamente, a pesar de su sencillez.

Por cierto, mi mas sincera enhorabuena a Eduard Grau, director de fotografía de la cinta, que debió pasarlas canutas para lograr la iluminación adecuada en cada una de las situaciones por las que atraviesa Conroy. También me gustaría destacar la habilidad del director al crear en el último cuarto del metraje dos planos de una acertada imaginación para dar un respiro al espectador al ampliar la profundidad de campo, aun siendo ésta materialmente imposible….aunque ¿por qué ajustarnos a la realidad?

¿Merece la pena ver esta película? Sí, aunque prefiero considerarla como cine experimental antes que cine de entretenimiento. Cuidado para los que esperen demasiado de «Buried»; podrían salir de las salas de cine realmente decepcionados.

Y por último, si alguien se pregunta el por qué de tantas referencias a Hitchcock en muchas de las críticas disponibles en los medios de comunicación, la explicación es tan fácil como absurda: unos títulos de crédito iniciales clavados a los que solía elaborar Saul Bass para Hitchcock y una música, que los acompaña, deudora, a mas no poder, de las memorables partituras de Bernard Herrmann para el maestro inglés.


Carlos Fernández Castro

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3 Comentarios

  1. Pues yo no bajo del 8,5. Siendo muy muy cabrón. Creo que si el director no fuera español y no pudieran los prejuicios, me atrevería a decir que esta tarde he visto una OBRA MAESTRA. Y la vi con las expectativas por las nubes.

    • Una opinión muy respetable Subaru. A mi, sin embargo, me dejó con la sensación de que a mitad de metraje empieza a decrecer mi interés en Paul Conroy por las razones que expreso en la crítica. No sabría cómo hacerla mejor, probablemente, y considero muy meritorio el trabajo de Cortes, pero hay algo que no me acaba de convencer. Por cierto, me sacó bastante de la película la artimaña argumental del despido y algun recurso mas de dudosa efectividad; no digo mas para quien no la haya visto.
      Un saludo

  2. Yo tampoco bajo del 9…

    Ayer vi la mejor película desde hace meses, y muchos meses. Cuando acabó, todo el cine estaba mudo, ni un respiro, ni un comentario y hasta bien pasados un par de minutos nadié se levantó.

    Conseguir tensión, desesperación, rabia, impotencia, «acción», angustia, incomunicación e indefensión durante 90 minutos dentro de una caja de madera no es tarea nada fácil y que además, el tiempo pase sin apenas darte cuenta es muy complicado. Y aquí se consigue. Soy una gran fan del maestro Hitchcock y desde Match Point no había reconocido su escuela hasta Buried.

    Bravo por el cine experimental entonces. Y si es español, mucho mejor. Vamos a dejar de medirlo con distinto rasero de una vez por todas.