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La asesina que dejó de matar (The assassin, Hou Hsiao-hsien)

¿Qué pensaríamos si Michael Haneke anunciara su intención de dirigir una comedia romántica? Probablemente, sospecharíamos que el director austríaco ha sentido la necesidad de ampliar sus horizontes artísticos. Del mismo modo, salta a la vista que el wu xia (traducido del chino: caballeros de las artes marciales) no es el género que mejor encajaría a priori en el cine del Hou Hsiao Hsien, pero no menos cierto es que el director taiwanés ha superado el reto de adaptarlo a su forma de entender el séptimo arte.

En The Assassin, los cuerpo a cuerpo están rodados con más elegancia que espectacularidad y sacrifican el virtuosismo por un cierto grado de realismo. Podríamos afirmar que las artes marciales ocupan un lugar secundario en la narración, en beneficio del estudio de los personajes y la exposición de las reflexiones que acucian a su protagonista. A lo largo del film, Nie Yinniang (Shu Qi) se plantea el sentido de su existencia y alberga en su interior un trascendente debate entre cerebro y corazón: continuar un adiestramiento basado en el arte de matar o ser fiel a su humanismo innato.

The Assassin de Hou Hsiao-hsien

Por esa misma razón, el estilo de Hou Hsiao-Hsien varía ligeramente con respecto a sus anteriores trabajos, en busca de un ritmo más sereno. Manteniendo la esencia de su cine, abandona la cámara fluida de El vuelo del globo rojo o Millennium Mambo, para mecer al espectador en sosegadas panorámicas e imperceptibles travelling que reencuadran la acción dentro del mismo plano y favorecen la intensidad narrativa. En pos de facilitar estas maniobras, el taiwanés se decanta por el uso de los planos generales y de conjunto, cuyo empleo le permite relacionar a sus personajes con el entorno al que pertenecen.

De esta manera, The Assassin bascula entre la sofisticada ornamentación de la corte y los exuberantes paisajes de Weibo. El destino de Nie Yinniang no sólo se insinúa a través de una naturaleza (corazón) capaz de eclipsar las lujosas estancias de la realeza (cerebro), sino mediante la diferente interacción entre la asesina y sendos espacios: la rigidez de la protagonista en los interiores contrasta con su elasticidad en los exteriores.

Todos estos factores indican la perfecta armonía entre el fondo y la forma de The Assassin. En muchos momentos, el director no sólo consigue representar el fluir del tiempo a través de planos estáticos marcados por una persistente percusión (a modo de diapasón), sino que, al mismo tiempo, es capaz de convertir al espectador en testigo directo de algo tan íntimo e inaccesible como los pensamientos de un ser humano.

Y es que Hou Hsiao Hsien otorga la misma importancia al sonido del viento abriéndose paso entre las hojas de un árbol o a la danza sinuosa de una niebla amenazante, que a los planos fijos en los que se narra el pasado esquivando el flashback o a las magistrales elipsis que introducen líneas argumentales en la narración. Porque, al fin y al cabo, estamos ante una película que reclama ser observada con los ojos, pensada con la mente y sentida con el alma.

Carlos Fernández Castro

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