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La Cabina (1972)

la cabinaNota: 8

Dirección: Antonio Mercero

Guión: Antonio Mercero, José Luis Garci

Reparto: José Luis López Vázquez, Agustín González

Fotografía: Federico G. Larraya

Duración: 35 Min.

Gracias a Fnac, «La Cabina» ha sido editada por primera vez en DVD y Blu-Ray, un soporte más afín a los tiempos que corren que la cinta de video en la que teníamos que conservarla hasta el día de hoy. No es habitual que un mediometraje sea objeto de este tipo de reediciones, pero tratándose de la película más carismática en la filmografía de Antonio Mercero, y una de las obras más originales en la historia del cine español, la excepción está más que justificada.

Y es que su escasa media hora de duración contiene ideas brillantes, críticas mordaces, y paranoias que pocas películas han sido capaces de plasmar en metrajes más extensos. Un hombre de mediana edad lleva a su hijo a la parada del autobús escolar. Por el camino, pasan junto a una flamante cabina que acaba de ser instalada en la explanada de un parque. Después de haber dejado al chaval, el personaje interpretado por José Luis López Vázquez decide entrar en la cabina y hacer una llamada. Pero cuando decide salir, la puerta no se abre.

José Luis López Vázquez en La Cabina de Mercero

A pesar de su llamativa sencillez, el guión de Antonio Mercero y José Luis Garci es tremendamente preciso. Por un lado, facilita un contexto ideal para que el tratamiento visual de la narración asuma el protagonismo de la película, y se convierta en el mejor vehículo para transmitir su potente mensaje. El director recurre a diferentes movimientos de cámara y una amplia variedad de planos para expresar el estado de ánimo del protagonista, e incrementar la intensidad de la narración. Asimismo, marca los diferentes hitos por los que va a desarrollarse el argumento, ya sea para aumentar la tensión (varios personajes aparecerán para intentar abrir la puerta de la cabina sin éxito), o simplemente para criticar diversos aspectos de la sociedad española que cualquier espectador confirmaría en un alarde de sinceridad y autocrítica.

La batuta maestra de Antonio Mercero marca una interesante evolución desde la aparente anécdota inicial con la que arranca la película, hasta la pesadilla en la que ésta desemboca. En los primeros compases, asistimos a la rutinaria instalación de una cabina en el centro de un parque. Sin embargo, la repentina aparición de los operarios, cuyos rostros son voluntariamente ocultados, parece más fruto de una exhaustiva planificación que de un trabajo rutinario. Es inevitable apreciar un cierto aroma a conspiración en esta maniobra…de otro modo, ¿por qué Mercero y Garci nos hubieran hecho participes de este suceso? Ni siquiera el cuerpo de policía o los bomberos oponen resistencia a semejante privación de la libertad.

Los bomberos intentan liberar al protagonista de La Cabina de Mercero

A partir de ese momento, asistimos al esperpéntico encierro de José Luis López Vázquez en una infranqueable cabina, que en primera instancia le convierte en un objeto de mofa de todo aquel que transita por las inmediaciones del parque, y posteriormente en la víctima de un bastardo y maquiavélico plan. Conviene prestar atención a la decisión de los guionistas a la hora de no permitir que escuchemos la voz del actor durante su forzada reclusión. Las llamadas de auxilio, los gritos de desesperación, las explicaciones, las súplicas, y los intentos de pedir ayuda son silenciados para transmitir la impotencia que siente el protagonista. La imaginación del espectador se encarga de materializar los sonidos que no percibe. Como ya demostrara Alfred Hitchcock en un impactante plano de «Los Pájaros» (la madre del protagonista huye del lugar donde ha encontrado una nueva víctima de los iracundos pájaros, e intenta gritar sin éxito), el silencio puede ser mucho más potente que cualquier otro sonido, siempre que venga acompañado de la imagen adecuada.

En una época en la que los americanos expresaban sus inquietudes conspiranoicas en «Los Tres Días del Cóndor», «Todos los Hombres del Presidente», o «El Último Testigo», Antonio Mercero se mostraba mucho más sutil en sus denuncias. «La Cabina» apelaba al surrealismo y la metáfora para protestar contra el orden establecido, y al mismo tiempo, mantener su mensaje a salvo de las garras de la censura franquista. Afortunadamente, las cabinas casi han desaparecido de nuestras vidas…¿o no? Supongo que os suenan conceptos como justicia o libertad, aunque solo sea de oídas.

(La presente edición viene acompañada de un interesante libreto con información sobre la película, y además contiene un segundo y recomendable mediometraje, también dirigido por Mercero, titulado «Los Pajaritos»)

Carlos Fernández Castro

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