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La Venus de las Pieles (La Vénus a la Forrure) (2013)

Nota: 8

Director: Roman Polanski

Guión: Roman Polanski, David Ives (Teatro: David Ives)

Reparto: Mathieu Amalric, Emmanuelle Seigner

Fotografía: Pawel Edelman

Duración: 96 Min.

Acudir a la nueva cita con el veterano Roman Polanski es sinónimo de expectación desde que su presentación en Cannes desvelara la modestia del reparto y un nuevo acercamiento al teatro, género con el que ya demostró su buen hacer en ‘Un dios salvaje’, su anterior filme. ‘La Venus de las pieles’ es ficción dentro de una ficción tejida por la dualidad de un guión que se mira a sí mismo, que sumerge al público en el hipertexto de un relato absorbente, desconcertante, erótico. Solo precisa un escenario, dos actores y un fular para poner en escena un combate dialéctico que abraza el fetichismo y que desafía las leyes de la dramaturgia adaptada al cine.

La obra de teatro que se escenifica en la película, o mejor dicho, que se pretende escenificar, está basada en una novela diecinuevesca de Leopold von Sacher-Masoch, apellido del que deriva la palabra masoquismo. Si bien se acerca en algún momento a la más pura definición del concepto, es más bien de debilidad y de búsqueda de una perfección no encontrada de lo que nos habla la cinta. Perfección manifestada en la actriz Emmanuelle Seigner, una rubia deseosa de encarnar el puesto de musa vacante y a la que el adaptador de la obra no toma en serio hasta que comienza la delirante audición. El mero hecho de que sea la mujer de Polanski no parece una casualidad tras percatarse del parecido físico del director personaje con el director del conjunto. Da la impresión de que el polaco ha instruido a Mathieu Amalric para emular su propio tartamudeo, la excentricidad de sus gestos y la misma mirada con la que devoró con los ojos a Sharon Tate en ‘El baile de los vampiros’. Un ejercicio auto reflexivo que atiende a la necesidad de volver a sacar sus perversiones a flote, de revisar una vez más sus inseguridades y anhelos de triunfo reflejados tanto en su oficio como en el sexo opuesto.

La iluminación del escenario disminuye conforme el ratón va devorando al gato mientras recitan el guión que ambos sostienen en mano. Es un duelo que recuerda a ‘La huella’ de Mankiewicz, en la que Michael Caine y Laurence Olivier se disputaban el pellejo a base de jeroglíficos en una surrealista mansión. La lascivia residente en los senos y la labia de la intérprete no hace más que buscar el pecado de un hombre dominado por sus miedos y sus fetiches, por un género que ha marcado su biografía desde que personas devoradas por el odio le arrebataran a su madre en la infancia y a su segunda esposa en la madurez. Capítulos que de algún modo han explicado su habitual devoción por actrices hermosas y dueñas de una fragilidad que termina rompiéndose, así como su tendencia al travestismo y al castigo demostrada en ‘El quimérico inquilino’. En aquella ocasión Polanski puso la guinda a una serie de dramas psicológicos que comenzó con ‘Repulsión’ y continuó con ‘La semilla del diablo’, en las que retorció el mundo femenino a través de mujeres psicóticas enfrentadas con su propia personalidad demencial, jugando incluso con el terror y la asfixia. Seigner da un giro de 180 grados a ese elenco de damas inocentes para representar la parafilia que siente el cineasta hacia la Venus dominante, desde los pies hasta las pieles que él mismo desea vestir.

La doble narración con aires de suspense discurre en un magistral in crescendo, para que nada más fundirse a negro nos obligue a volver aplaudir a este señor retorcido, brillante y perseguido eternamente por la tripolaridad de bueno, feo y malo. Un autor que sabe aprovechar su vis tragicómica para subrayar un estilo único, personal, tentador para el paladar de un espectador consciente de sus altibajos, pero igualmente acólito de su iglesia.

Manu Sueiro

http://youtu.be/VScfDxY-OzY

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