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La Vida de Pi (Life of Pi) (2012)

Nota: 7

Dirección: Ang Lee

Guión: David Magee (Novela: Yann Martel)

Reparto: Suraj Sharma, Irrfan Khan, Rafe Spall, Gerard Depardieu

Fotografía: Claudio Miranda

Duración: 125 Min.

Siempre me ha gustado el cine de Ang Lee; películas como «El Banquete de Bodas», «La Tormenta de Hielo» o «Brokeback Mountain» forman parte de ese cine en peligro de extinción, en el que se puede percibir la fuerte personalidad de su autor sin que éste renuncie al componente comercial. El director taiwanes siempre se ha preocupado por reflejar en sus trabajos algunos de los problemas mas acuciantes de la sociedad contemporánea; ya sea la americana, la cual es capaz de radiografiar mejor que sus propios habitantes, o la de su país de origen. A pesar de haber realizado el salto al cine épico, Lee sigue preocupándose por los problemas que atormentan al ser humano; en este caso, desde una perspectiva grandilocuente frente a su habitual enfoque intimista. Sin embargo, quien mucho abarca poco aprieta, y al director de «Deseo, Peligro» le queda el traje demasiado grande; a pesar de haber alcanzado muchos de sus objetivos, la difícil adaptación de esta famosa novela no resulta del todo satisfactoria.

El proyecto pasó por numerosas manos antes de llegar a las de Ang Lee; muchos pensaron que con la tecnología actual no se podría llevar satisfactoriamente «La Vida de Pi» a la gran pantalla. Desgraciadamente, pocos prestaron atención a un componente fundamental en una buena película: la construcción de un guión sólido y bien estructurado. Entre ellos Ang Lee, cuya mayor preocupación consistía en crear un tigre digital lo suficientemente creíble como para hacer funcionar la parte mas carismática del film; las escasas neuronas que conservó tras este titánico esfuerzo no fueron capaces de ayudarle a escribir, junto a David Magee, un guión que estuviera a la altura de semejante aventura cinematográfica.

Sin embargo, las horas y el dinero invertidos en la creación del magnífico animal no han caído en saco roto; precisamente, el pasaje en que Pi y Richard Parker (el tigre en cuestión) comparten bote salvavidas es el que mejor funciona en el film, y el que verdaderamente constituye el mayor logro de su director. Mantener durante una hora larga a dos personajes (uno de ellos digital) en un espacio reducido y que el espectador no sucumba al sueño más profundo está solo al alcance de maestros como Alfred Hitchcock (Náufragos), Roman Polanski (La Muerte y la Doncella), Sidney Lumet (12 Hombres sin Piedad), y algún que otro aspirante como Rodrigo Cortés (el mérito que entraña «Buried» es indiscutible) y el propio Lee.

«La Vida de Pi» contiene ideas muy interesantes y una primera media hora dotada de un ritmo narrativo excelente. Sin embargo, al terminar su visionado, tenemos la sensación de que algo falla. El planteamiento y el nudo del film son brillantes, pero la transición entre ambos no funciona con la naturalidad esperada; la falta de cohesión es debida a una pronunciada fractura narrativa que tiene lugar cuando el barco en que navega nuestro protagonista naufraga. A partir de ese momento, tenemos la sensación de empezar desde cero, nada de lo que nos han contado previamente vuelve a tener relevancia; es mas, si prescindiéramos de todo ello, la narración no se resentiría.

Ang Lee, como gran narrador que es, inicia su película con una brillante presentación de personajes, acompañada por imágenes de una belleza estética deslumbrante y un delicioso sentido del humor. Asimismo, la travesía protagonizada por Pi y Richard Parker cuenta con una potencia visual a la altura del primer tercio del film y un altísimo nivel de tensión que el director, contra todo pronóstico, es capaz de mantener en todo momento. Desgraciadamente, me quedo con la sensación de haber preferido un mediometraje dedicado a la relación entre el joven protagonista y su indomable acompañante, o una película que continuara con la entrañable narración de «La Vida de Pi» después de haber llegado con su familia a Canadá. Soy consciente de que ambas posibilidades supondrían un atentado contra la novela de Yann Martel, pero ¿quién ha dicho que el cine deba ser fiel a la literatura?

Como he comentado anteriormente, las reflexiones que Ang Lee plantea en «La Vida de Pi» son tan interesantes como sus logros estéticos; la búsqueda de un Dios -ya sea hebreo, cristiano, musulmán o budista- que satisfaga las inquietudes de su protagonista es un conmovedor canto a la tolerancia religiosa. Pero todavía es más bello el homenaje a John Ford que servidor desea ver en el desenlace del film: «Esto es el Oeste; cuando la leyenda se convierte en realidad, publica la leyenda» («El Hombre que mató a Liberty Valance»)

Carlos Fernández Castro

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