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Stella (2008)

Nota: 7,5

Dirección: Sylvie Verheyde

Guión: Sylvie Verheyde

Reparto: Leora Barbara, Anne Benoît, Benjamin Biolay, Guillaume Depardieu

Fotografía: Nicolas Gaurin

No sé muy bien qué esconde la mirada de Stella, pero desde el primer momento en que aparece en a gran pantalla, arroja un extraño hechizo sobre cualquier espectador que pose sus ojos en ella. A pesar de haber llegado con tres años de retraso a nuestras salas, esta película merecería haber entrado por la puerta grande, ya que se trata de un singular y logradísimo fresco sobre la vida de una niña de once años, en el seno de una familia de clase media baja en el París de los años 70.

Sylvie Verheyde, logra hacernos ver su película a través de los ojos de su protagonista, una pre-adolescente que, a pesar de seguir jugando con sus dos únicas amigas, está dotada de una impactante madurez debido a su estrafalaria situación familiar. Stella tiene un pie en los últimos días de su infancia y el otro en la edad adulta; al observar su vida, sentimos nostalgia de aquella época en que montar en bicicleta, o el nerviosismo del primer beso, ocupaba todos nuestros pensamientos; pero también asistimos a las nefastas consecuencias que desencadena tener un hijo y no ejercer como padre.

Pero Stella no es una película para niños, independientemente de que su joven protagonista acapare toda la atención del espectador. La película francesa ofrece una visión muy creíble de lo que debe ser una infancia difícil en dos escenarios contrapuestos, en los que su protagonista no acaba de encajar; por un lado, un colegio de clase alta para una niña que vive en el seno de una familia descompuesta, inculta, en la que los padres no se quieren y pretenden compensar su falta de atención con una educación cara; por otro, el bar de la familia (auténtica casa de Stella), cuyos clientes habituales son tan responsables de su educación como sus propios padres.

Verheyde logra transmitir de una manera contundente que el escenario ideal para que un niño crezca adecuadamente es aquel que le permite comportarse como tal. De esta manera, sólo en aquellos momentos en que Stella juega con sus amigas o espera sentada a que un chico le saque a bailar en el transcurso de una fiesta, vemos a la verdadera niña que lleva dentro. Durante el resto del tiempo, asistimos a la dictadura del mundo adulto, que con sus problemas, egoísmos e irresponsabilidades impiden el curso normal de los acontecimientos que deben regir la vida de una niña.

«Stella» te deleita desde su primer momento; te hace sentir como si hubieras abierto una ventana privada a la realidad infantil de su protagonista; hace aflorar el voyeur que llevas dentro; es bella, es conmovedora, es la vida misma. Una película que no debes perderte.

Carlos Fernández Castro

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