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Tiburón (Jaws) (1975)

Nota: 9,5

Dirección: Steven Spielberg

Guión: Peter Benchley, Carl Gottlieb (Novela: Peter Benchley)

Reparto: Roy Scheider, Robert Shaw, Richard Dreyfuss, Lorraine Gary

Fotografía: Bill Butler

Música: John Williams

Duración: 124 min.

Atención: En la siguiente crítica puede haber algún spoiler sugerido. No se trata de información definitiva, pero es recomendable leer este texto sólo si se ha visto la película.

En el texto que se desarrolla a continuación no habrá ninguna mención al impacto cultural y económico que tuvo «Tiburón» en la Historia del Cine. No se hablará del inicio de los blockbusters, ni de cómo se establecieron las bases de una forma de entender el cine y el entretenimiento que fue primordial para más de una generación. Tampoco se centrará en el suspense creado al ocultar el animal a los ojos del público durante más de media película. Está vetada cualquier referencia a Spielberg como revolucionario (junto con George Lucas) de un modelo de negocio que permaneció vigente hasta que Internet obligó a la industria a inventar otro nuevo. Existen miles de artículos que desarrollan todo esto. Este párrafo debería servir para plantear una presentación de la película, al tiempo que da a entender que sólo se puede aplicar la clásica fórmula “No necesita presentación”. Es imposible acercarse a «Tiburón» sin tener una idea preconcebida, sin ese punto de consciencia que nos hace saber que “estamos viendo «Tiburón”; como quien sabe que está haciendo algo que otros han hecho de forma casi ritual durante los últimos 37 años (aunque da la impresión de que existe desde mucho antes). «Tiburon» es ese tipo de películas en las que podemos seguir descubriendo nuevos detalles no solo en su segundo visionado, sino en sucesivos, porque estamos ante una película realmente buena.

Empecemos por los personajes, y con “personajes” me refiero a los tres que se aventuran a la caza del tiburón que ha matado a cuatro personas (¿y un perro?) en la costa de Amity Island, es decir, Brody (jefe de policía, recién llegado de New York), Hooper (científico experto en tiburones) y Quint (cazatiburones y lobo de mar a la antigua usanza, con la experiencia y la pérdida de contacto con la sociedad que ello conlleva). Todo personaje tiene que tener una motivación para llevar a cabo sus acciones, pero, ¿qué hace que estos tres sean más interesantes que tú y que yo? Pues lo mismo que los diferencia del resto de (mediocres) habitantes de la isla: Quint, Hooper y Brody, ya no es que les guste lo que hacen, sino que llevan en las entrañas la motivación para hacerlo.

Entre las set-pieces que van dando forma a la trama1, otras secuencias más íntimas nos revelan el pasado o los ideales de los personajes. Sabemos que Quint y Hooper han tenido experiencias traumáticas; uno ha convertido su experiencia en una obsesión, y el otro la ha intelectualizado. Sus temperamentos son opuestos, pero comparten la atracción y el asombro hacia una misma cosa. Cuando salen a por el gran blanco, no lo ven tanto como un enemigo a batir (que es como lo ve Brody), sino como algo a lo que admirar. “Mide 20 pies”, dice Hooper la primera vez que lo ve. “Veinticinco”, le corrige Quint. Son como dos exploradores que acaban de encontrar un tesoro.

Brody, sin embargo, no pertenece al mundo de los tiburones. Está fuera de la competición de cicatrices que mantienen sus dos compañeros de barco. Es más, tiene fobia al agua. Sin embargo, sabemos que ha dejado New York para alejarse de la violencia. Le gusta una comunidad como Amity Island porque allí “un hombre puede marcar la diferencia”. En otras palabras, el jefe de policía Brody lleva consigo la responsabilidad de la misión; responsabilidad hacia su trabajo y hacia la comunidad en la que vive, pero también hacia su familia y hacia sí mismo. Si en Amity Island puede marcar la diferencia, ¿por qué la decisión del alcalde le ha impedido salvar al niño Alex Kintner? Como se sugiere en un diálogo, el barco y los conocimientos pueden pertenecer a Quint, pero el espíritu de la expedición es solamente de Brody.

Está claro que los personajes de esta película saben lo que hacen y cuáles son sus razones. La otra parte de la ecuación está en las situaciones que tienen que afrontar (y cómo la narración las presenta). En la primera mitad de la película se opone la experiencia, el conocimiento y el sentido común (distribuidos de forma desigual) de los tres protagonistas frente a la mediocridad de los poderes políticos y económicos de la isla, y de las masas de pescadores que se echan a la mar en busca de una recompensa. Se hace evidente a través de todas y cada una de las muertes que provoca, que el tiburón asesino no es un desafío que pueda afrontar cualquiera. Mientras Hooper intenta comprobar si el tiburón pescado es la verdadera amenaza, los pescadores le quitan de en medio para poder hacerse una foto. Quint no necesita comprobar nada: pasa de largo con su barco y se ríe. Sabe que esos aficionados no han capturado nada.

Los protagonistas se determinan por derecho propio, y, cuando no quedan dudas sobre su superioridad sobre el resto de la isla, sólo queda lanzarlos al mar, a solas, en una Búsqueda fundamental en la que se pondrán en juego sus miedos y sus valores, sus obsesiones y su destino. Independientemente de lo grandilocuente que haya podido sonar, lo cierto es que la segunda mitad de Tiburón confronta a los personajes contra su adversario de una forma tan pura como sólo la encontramos en los mitos clásicos. Lo que representa el tiburón para cada uno de los personajes es algo así como el material con el que se construyen las historias.

Una de las firmas visuales de Spielberg más conocidas son las estrellas fugaces. En más de una película aprovecha alguna secuencia nocturna para colocar alguna surcando el cielo. El sentido que tienen en esta película está completamente justificado, así como la insistencia en las puestas de sol y demás elementos embellecedores. Nos indican que estamos entrando en un territorio mágico, un lugar de importancia narrativa en el que, alejado de la cotidianidad, las cosas empiezan a tener significado como sólo lo pueden tener en las historias. Quint, Hooper y Brody entran en la Zona, que en este contexto es todo el territorio en el que pueden encontrarse con el tiburón, ese tiburón que, como buen monstruo, supondrá un desafío en el que se concentra toda una vida. La comparación anterior con un tesoro no es, en absoluto, arbitraria. Brody tendrá su oportunidad de “marcar la diferencia”, siempre y cuando sea capaz de afrontar su miedo; Hooper podrá eliminar toda la barrera intelectual y encarar uno de esos peces que tanto ama; Quint, consciente de ello o no, acabará conociendo el destino que quedó latente en el naufragio del USS Indianapolis, y que lleva buscando toda la vida.

Por su parte, Spielberg alcanza otro tipo de meta, en este caso profesional y artística. Consigue rozar la película perfecta, entendida como experiencia catártica y sensorial capaz de elevar al espectador al territorio de lo asombroso.

1: Por si algún lector no conoce el significado de set-piece, se trata de secuencias más largas de lo habitual que están construidas como si fueran pequeñas películas, en el sentido de que tienen su propia progresión dramática (con introducción, nudo y desenlace) y rítmica, y tienen una estructura compleja. Después de ver Tiburón, es imposible no pensar que toda buena película debería estructurarse en torno a set-pieces.

Hugo Poderoso Silgado

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1 Comentario

  1. Muy buen artículo. Un apunte: en términos de guion todas las escenas de una película se construyen buscando los tres actos en su estructura interna, además de conflicto y progresión dramática. No es algo diferencial de las set pieces.