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Tierra Prometida (Promised Land) (2012)

Nota: 6

Dirección: Gus van Sant

Guión: Matt Damon, John Krasinski

Reparto: Matt Damon, Frances McDormand, John Krasinski, Rosemarie DeWitt, Hal Holbrook, Scoot McNairy

Fotografía: Linus Sandgren

Duración: 106 Min.

La última vez que vi una película dirigida por Gus van Sant y protagonizada por Matt Damon («Gerry»), tuve que huir de la sala de cine bajo amenaza de muerte por aburrimiento y hastío; esto explica la exhaustiva preparación psicológica que tuve que llevar a cabo para afrontar el visionado completo de “Tierra Prometida”. En esta ocasión, la experiencia ha estado lejos de ser traumática, aunque tampoco es que haya sido plenamente satisfactoria. El director de obras tan personales como la maravillosa “Elephant”, o las menos accesibles “Paranoid Park” y “Last Days”, deja de lado su cine más introspectivo para erigirse en transmisor de las preocupaciones medioambientales de Matt Damon y John Krasinski.

No obstante, “Tierra Prometida” es una película amable, agradable, incluso entretenida; adjetivos por los que, sin la compañía de otros más entusiastas, no nos gustaría ser recordados. Gus van Sant demuestra una solvencia propia de su amplia experiencia, pero su marcada personalidad no hace apenas acto de presencia en esta película.

Sin embargo, sí son evidentes las huellas de Matt Damon y John Krasinski, guionistas del libreto y actores conocidos en Estados Unidos por su apoyo a la protección del medio ambiente y al control de la explotación de los recursos naturales (en términos cinematográficos, son a la ecología lo que George Clooney es al partido demócrata); dicho sea de paso, inquietudes que comparto con absoluto entusiasmo. Lamentablemente, en “Tierra Prometida” se hace una torpe defensa de estos ideales, intentando manipular emocionalmente al espectador recurriendo a contraposiciones de ideas que reducen el problema a la mínima expresión, y al «créame, sé que es así» popularizado hace años por nuestro expresidente del gobierno (José María Aznar garantizando la existencia de armas de destrucción masiva en el Irak previo a la guerra).

Queridos Matt y John, deberíais saber que para intentar convencer a alguien de cualquier asunto sobre el que no tiene una opinión formada, es necesaria una pequeña dosis de razonamiento, alguna que otra demostración empírica, y por último, que ese alguien no tenga la sensación de que le están vendiendo la moto. Lo que en un principio arranca como un cálido drama rural con acertados momentos cómicos (proporcionados fundamentalmente por la infalible Frances McDormand), se convierte en un folletín excesivamente consciente del mensaje que pretende transmitir; la historia evoluciona de tal manera que perdemos progresivamente el interés en sus personajes, mientras que Gus y compañía intentan hacer creíble la redención del ingenuo, alienado y bienintencionado Matt Damon.

Como hemos mencionado en párrafos anteriores, «Tierra Prometida» también tiene sus virtudes. La película arranca con el ritmo que solo los buenos cineastas saben imprimir a sus obras; van Sant sabe cómo construir la atmósfera adecuada para cada momento, y es consciente de que sólo va a poder lucirse durante el primer tercio de metraje. Asimismo, el reparto al completo realiza un trabajo magnífico; me vuelvo a quitar el sombrero ante un Matt Damon capaz de insuflar vida al personaje menos creíble, y vuelvo a disfrutar de la desaprovechada Frances McDormand, cuyo trabajo sirve también como reivindicación de su inmenso talento. En cuanto al tramposo guión de Matt y John, a pesar de sus defectos, debo admitir que contiene ideas muy interesantes: nuestro deber moral de desempeñar una profesión que nos apasione y en la que creamos, la conservación de las tradiciones como testimonio y aprendizaje de nuestro pasado, la fidelidad a uno mismo y a sus ideales..; es una pena que auténticas declaraciones de intenciones como éstas, sólo queden esbozadas y no sean desarrolladas como merecerían.

En definitiva, lo que comienza siendo una película de Gus van Sant, se transforma paulatinamente en barata propaganda ecológica. Y es que no basta con tener las ideas claras, sino que también es necesario saber expresarlas. «Tierra Prometida» se queda en tierra de nadie, por lo que cualquiera podrá llevarla al terreno que le interese: mero entretenimiento o una suave reivindicación. En mi caso, no acabo de comprar la moto.

Carlos Fernández Castro

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