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Una Navidad de cine: De ilusión también se vive (Miracle on 34th Street, 1947)

¿Cansados de ver las mismas películas de siempre durante las Navidades? Os proponemos unas Navidades de cine diferentes

Cada día de Acción de Gracias los neoyorquinos se reúnen en torno a la calle 34 para ver el tradicional desfile de Macy’s. Niños, adultos, creyentes, ateos, demócratas, republicanos…todos quieren observar cómo unos globos gigantes y unas carrozas repletas de estrellas reales y de ficción asaltan las calles de Manhattan y las convierten en un campo de sueños. Todos, incluso los que creen en los reyes magos. Porque, seamos sinceros, no hace falta ser un lince para deducir que la verdadera estrella de este espectáculo es Santa Claus. Cuando aparece en su trineo se escuchan los mayores suspiros, se profieren los vítores más escandalosos y el tamaño de las sonrisas apenas deja espacio para cualquier rastro de tristeza.

Papa Noel o Santa Claus con Natalie Wood en De ilusión también se vive

Todo un logro para un personaje que ni siquiera existe…¿o tal vez sí? En realidad esta es la duda que intenta resolver De ilusión también se vive, todo un clásico del cine americano. Un buen día, el encargado de encarnar a Papá Noel se emborracha y la encargada de la organización del desfile encuentra un sustituto que dice ser el verdadero Santa. El punto de partida es familiar y su desarrollo también, pero la narración está cargada de reflexiones interesantes sobre el espíritu navideño y su progresiva caída en las garras del capitalismo.

Estamos ante una película que podría pertenecer a la filmografía del mismísimo Capra. Como en el cine del director de Qué bello es vivir, los buenos sentimientos y la ingenuidad brotan de las situaciones más insospechadas como si el ser humano fuera bueno por naturaleza. Toda una garantía para espantar a los espectadores más realistas y sensatos. Sin embargo, el ingenio de su guión y su acertado casting, liderado por la encantadora Maureen O’hara y una jovencísima Natalie Wood, provocan una sonrisa perenne y prácticamente inevitable en cualquiera que observe sus imágenes.

No encontramos grandes sorpresas en su puesta en escena de George Seaton, pero sí en un guión que cambia sorprendentemente de género en su tercio final. Aún manteniendo el tono amable y cómico de su metraje anterior, el surrealismo toma las riendas de la narración y convierte De ilusión también se vive en una película ganadora y diferente a las demás producciones navideñas. Un desenlace que nos invita a soñar despiertos, a creer en lo imposible, a mantener vivas nuestras mayores ilusiones en un mundo dominado por el dinero y sometido al imperio de la lógica.

Carlos Fernández Castro

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