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Una Navidad de cine: La mujer del obispo (The Bishop’s Wife, 1947)

¿Cansados de ver las mismas películas de siempre durante las Navidades? Os proponemos unas Navidades de cine diferentes

En ocasiones las películas adquieren vida propia y se desvinculan parcialmente del propósito con el que fueron realizadas. Y es que, afortunadamente, las ideas bienintencionadas no tienen porque ser plenamente inofensivas. De casualidad o con toda la intención del mundo, La mujer del obispo hace gala de un reverso tenebroso que, sospecho, no agradó al sector más puritano de la sociedad americana de los años 40. Claro que en una película protagonizada por un Cary Grant en todo su esplendor era más sencillo dejarse embrujar por el encanto del protagonista y olvidar el peligroso enfoque que proponía el film de Henry Koster sobre la religión y las relaciones de pareja.

Cary Grant y Loretta Young en La mujer del obispo

En el Hollywood clásico era arriesgado mostrar a un ángel seduciendo a una mujer casada o articular una crítica contra la falta de sensibilidad de la iglesia hacia los más desfavorecidos. Sin embargo el director de origen alemán sorteó estos obstáculos gracias a su gran habilidad para imprimir un tono amable y románticamente ambiguo a la relación entre Cary Grant, un «enviado divino», y Loretta Young, la esposa de un obispo demasiado obsesionado en conseguir financiación para la construcción de una nueva y ambiciosa catedral. Puede que las imágenes sean formalmente inocentes (ni siquiera siempre lo son), pero el subtexto no deja lugar a dudas sobre la atracción entre dos personajes que intiman por culpa de un marido descuidado, despistado y muy disperso.

En este sentido es admirable el equilibrio del guión de Robert E. Sherwood, Leonardo Bercovici, Billy Wilder y Charles Blackett, que guía la narración hacia un destino algo previsible pero a través de un camino veladamente malicioso. El ejercicio de funambulismo que supone traducir sus palabras en imágenes, sin perder un ápice de la ambivalencia anteriormente comentada, corre a cargo de un cineasta que planifica su deliciosa puesta en escena con la misma solvencia con que integra los efectos especiales en sus planos analógicos.

De esta manera, el director diseña un sabor agridulce que inquieta constantemente el paladar del espectador. Al mismo tiempo, se promueve y se impide la identificación del espectador con los dos personajes masculinos, descargando el verdadero peso del film en la maravillosa mujer del obispo, interpretada con sensibilidad y un gran poder de seducción por Loretta Young. A pesar de su anticuado punto de vista, que relega a la mujer a un segundo plano en el matrimonio, la película propone una visión moderna en otros aspectos como la conciliación de la vida familiar y laboral o el mantenimiento que requiere una relación de pareja.

Y entre las dos líneas argumentales que componen su metraje emerge el sentimiento navideño, que compensa el atrevimiento de su desarrollo argumental, degradando su categoría de desafío institucional y sentimental a una mera advertencia. Haciendo válido el «Dios aprieta pero no ahoga» Koster nos entrega un clásico navideño que navega entre la comedia y el drama con el romance en una misión como espía doble.

Carlos Fernández Castro

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