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127 Horas (127 Hours) (2010)

Nota: 7,5

Dirección: Danny Boyle

Guión: Danny Boyle, Simon Beaufoy (Libro: Aron Ralston)

Reparto: James Franco, Kate Mara, Amber Tamblyn, Clemence Posey

Fotografía: Anthony Dod Mantle, Enrique Chediak

EN POCAS PALABRAS (para los impacientes)

Ver “127 Horas” es una experiencia agotadora, créanme; cuando acabó la película, dejé atrás la sala de cine, pero no fui capaz de deshacerme de las sensaciones que me había producido la historia de Aron Ralston, un tipo solitario, aventurero y valiente, a quien su individualismo pudo costarle muy caro. Danny Boyle se resarce del fiasco artístico, aunque no taquillero, que supuso “Slumdog Millionaire” y realiza una obra muy intensa, con ciertos defectos, pero sin fecha de caducidad.

SI QUIEREN PROFUNDIZAR…

El argumento de esta película gira en torno a un hecho real. En 2003, Aron Ralston (James Franco), autor del libro en que se basa el film, se fue de escalada a unas montañas en Utah; durante la expedición, se resbaló, adentrándose en una grieta y quedando atrapado a causa de una roca desprendida que aprisionó su brazo…..

Para empezar, me gustaría dejar claros una serie de puntos que no acabo de entender y que disminuyen la repercusión que podría haber alcanzado esta singular película. Por alguna extraña razón que escapa a mi entendimiento, el director británico utiliza, con escaso acierto, el mismo recurso tanto al principio como al final del film: la multipantalla. Parece como si ambas partes del metraje no tuvieran nada que ver con el resto, tanto estética como estilísticamente. Probablemente, la intención de Boyle era contraponer el mundo dominado por el ser humano, frente al sometido al mandato de la Madre Naturaleza, que tiene sus propias reglas e ignora la existencia del primero.

En mi humilde opinión, se podría haber prescindido de estos planos, ya que aportan muy poco al conjunto y desafinan nítidamente frente al resto de instrumentos bajo la batuta del autor de «Trainspotting». Las imágenes iniciales en el desierto consiguen el mismo propósito en el espectador, es decir, muestran espacios muy abiertos, que transmiten sensación de libertad. En ambos casos, se persigue conseguir un fuerte contraste, pero el segundo lo logra manteniendo una mayor armonía con la parte restante  del film.

El director tampoco acierta en la utilización de la música, usándola de una manera efectista y rompiendo, en muchas ocasiones, la identificación del espectador con el protagonista y la sensación de estar junto a él, atrapado en la grieta. En cierto modo, supone la introducción de un elemento externo, ajeno al medio natural en que se desarrolla la trama, razón por la cual, su inclusión no tiene justificación alguna.

Dejando estos defectos a un lado, el resto del film nos devuelve al mejor Boyle. El director británico entrega una película intensa como pocas, que deja exhausto al espectador, porque consigue transmitir la angustia de su protagonista; nos vemos reflejados en él, intentando pensar diferentes formas de escapar de esa desesperante situación, lamentando no haber hecho cosas que hubieran cambiado el curso de los acontecimientos, perdiendo la cabeza y volviendo a recuperarla…..

Pero gran parte del mérito en la consecución de estos logros es atribuible a una espectacular interpretación de James Franco; sorprende su expresividad y su capacidad para transmitir los diferentes estados de ánimo por los que atraviesa su personaje, factor que convertiría este papel en un caramelo envenenado para muchos actores. Al contrario de lo que sucede con Ryan Reynolds en «Buried» (Enterrado), Aron es el único responsable de la situación en que se encuentra y salir de la misma dependerá sólo de él.  Por eso, «127 Horas» funciona como un examen de conciencia que no hubiera tenido lugar de no haberse dado las mismas circunstancias. Pero ¿es necesario sufrir una situación extrema para plantearse la vida de una forma diferente? Aunque a veces sea necesario perder algo para adquirir determinados aprendizajes, es mejor aprenderlos sin necesidad de perder previamente nada.

Carlos Fernández Castro

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