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La cuestión kurda a debate en Come to my voice (Were Dengê Min)

Turquía es un país muy complejo: estratégicamente situado entre Europa y Asia, encrucijada histórica entre culturas y civilizaciones occidentales y orientales. Históricamente la cinematografía turca ha sido una gran desconocida en Occidente, a pesar de producir más de 50 largometrajes anuales, pero que gracias a directores como el reciente ganador de la Palma de Oro en Cannes con Winter Sleep (Kis Uykusu), Nuri Bilge Ceylan y los expatriados Ferzan Özpetek (turco-italiano), ganador en San Sebastián por El Hada ignorante (Le fati ignoranti), y Fatih Akin (turco-alemán), triunfador en Berlín o Cannes, ganador de un Goya por Contra la Pared (Gegend die Wand) en 2005, han conseguido aportar su granito de arena para elevar a los altares una cinematografía rica y pujante, y que está viviendo una segunda juventud desde que en los lejanos años 60, Metin Erksan ganara el Oso de Oro en el Festival de Berlín, y el reconocimiento de la crítica,  con Susuz Yaz, primer premio internacional que recibía el cine turco.

Todos ellos abordan sin ambages la problemática de su país, una región dividida entre lo rural y lo urbano, la multiculturalidad que azota a la sociedad turca y a las diferentes y variadas comunidades religiosas.

Digno heredero de todos ellos, emerge el joven Huseyin Karabey, director de origen kurdo, que empezó a ser conocido en 2008 con su ópera prima, Gitmek: Benim Marlon ve Brandom, de amplio recorrido festivalero, y que estrenó su segundo largo Come to my Voice (Were Dengê Min), en el Festival de Berlín, y que acaba de ganar el Premio CineEuropa del Festival de Cine de Estambul.

Etiquetado como un director político por la defensa que realiza en sus films sobre la causa Kurda, Karabey, continúa en Come to my Voice , dando Voz a la comunidad Kurda con la historia de una abuela y una niña que intentan sacar de la cárcel al padre de la pequeña.

La que sigue es la sinopsis de la película, escrita por el propio director:

En un pequeño pueblo Kurdo situado en las nevadas montañas de Turquía, una anciana, Berfe (Feride Gezer), y su pequeña nieta, Jivan (Melek Úlger), se encuentran en problemas cuando Temo (Tunkay Akdemir), el padre de la pequeña, es arrestado por el Ejército Turco. El Comandante en Jefe del ejército tenía información acerca de unas armas escondidas en el pueblo. Buscan en todas las casas  y no encuentran las armas, por lo que deciden arrestar a 12 hombres, y se les comunica a sus familiares que podrán liberarlos cuando entreguen las armas. Pero tienen un problema, la verdad es que no tienen esas armas. Berfe y Jiyan se embarcan en una larga aventura en busca de un arma, que será la llave de la liberación de Temo.

Utilizando actores no profesionales, Come to my voice está articulada a la manera de los antiguos dengbej, una especie de juglares que solían narrar historias de pueblo en pueblo, en los viejos tiempos. Dos de esos reales dengbej, intervienen en el film dando vida a unos juglares que son parte importante en los acontecimientos de la película. La maravillosa banda sonora inspirada en la música tradicional kurda, así como sus espectaculares paisajes de la región turca del Kurdistán y fotografía, son dos de los alicientes de esta tragicomedia, que próximamente comenzará su andadura internacional en varios festivales europeos.

Os dejo un extracto de la entrevista que realizó Karabey en la web Cineuropa.org, en la que habla de la cuestión kurda y de los problemas que tuvo al realizar este film. Son unas manifestaciones más que interesantes:

La estructura de la película gira por completo en torno a la narración. Es narrada por un juglar y varias historias son contadas dentro de la película.

Hüseyin Karabey: Adoro el cine y siempre he querido intentar algo nuevo. En esta ocasión he intentado volver a mis raíces. Los juglares, o dengbej (que significa “maestro de la voz”), son muy respetados en la sociedad curda. De aquí es de donde saqué inspiración, de esta tradición de narración. Si ves los personajes de la historias, todos son narradores, algunos de ellos profesionales, otros no. Pero del mismo modo en que la niña al final de la película sigue con la tradición de la narración, he querido hacerlo, pero en el cine. Ésta es mi contribución a esta tradición.

Todas tus películas giran sobre la cuestión curda. ¿Cómo ves este problema y qué papel tienes desde el punto de vista político?

Los curdos siempre están relacionados con el terrorismo para la sociedad turca, porque es la manera con que son representadas en los medios de comunicación. No conocen nuestra cultura. Ni siquiera conocen la geografía, así que para la película utilicé unas localizaciones majestuosas, pero todo depende de cómo quieras mostrarlo. Quise crear una empatía hacia la vida y la cultura curda. La historia tenía un fondo político, como siempre, pero no quise ir más allá de lo que se puede ver. Soy curdo, de una familia trabajadora, y a ojos del Estado soy un criminal en potencia. Mientras estudiaba en la universidad, fui arrestado por haber participado en manifestaciones. Nunca vemos las historias desde el punto de vista de los curdos en el cine, por eso quise convertirme en cineasta, para contar al público mis problemas y los problemas de mi gente. Tengo la responsabilidad de contar estas historias. Gracias al cine aprendí que la información no cambia la mentalidad del público, pero la emoción sí. Para ser capaz de poner estas emociones en la gran pantalla hay que vivirlas, tienen que ser tuyas.

Has encontrado muchos problemas para sacar adelante la producción.

No hay muchas posibilidades de financiación para el cine independiente en Turquía y una película sobre un tabú lo tiene aún más difícil. Hemos solicitado ayudas en dos ocasiones al fondo cinematográfico del Ministerio de Cultura, pero ambas fueron denegadas. Me dijeron claramente que no podían financiarla porque podría crearles problemas con el Ejército. Sin embargo, gracias a mi primera película, tuve la oportunidad de trabajar con productores de Francia y Alemania y de esta manera acceder a los fondos de ambos países. Por fortuna, mis productores consiguieron que pudiese gastar dichos fondos en Turquía, algo muy raro. El equipo también estaba dispuesto a ayuda trabajando gratis durante una parte del rodaje, así que decidí comenzarlo cuando aún tenía sólo el 60%. Nuestra solicitud de ayuda para la postproducción del Ministerio de Cultura fue rechazada, así que comenzamos una campaña en Kickstarter, donde sacamos 15.000 dólares, e hicimos un acuerdo de colaboración con la empresa de postproducción alemana Cine Plus. Durante el rodaje, en verano de 2012, se produjo el último gran enfrentamiento entre la guerrilla curda y el ejército turco. Encontramos buenas localizaciones lejos de las zonas bélicas, pero hacia el final del rodaje se habían extendido casi hasta dónde estábamos, en torno al lago Van, cerca de la frontera con Irán. Varios ayudantes de producción colaboraban con la gente local. Les conté mi historia y dijeron que esas cosas pasaron en realidad entre 1995 y 2000. El ejército hacía redadas cada noche y humillaba a la gente, así que nos ayudaron mucho durante el rodaje. Además, encontré en ese mismo pueblo a la niña, Feride Gezer, que interpreta a la abuela.

¿Cuál es tu siguiente proyecto?

Será una historia sobre el golpe militar de 1971 y el secuestro de un diplomático israelí por un grupo de estudiantes después de que algunos de sus líderes fuesen sentenciados a muerte. Una especia de thriller político, pero con mi propio toque.

Hillman

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