Grandes Películas…Sobrevaloradas: Slumdog Millionarie (2008)
Es curioso lo que ocurre a veces en Europa con las distribuciones porque vi «Slumdog Millionarie» varios meses antes de que se estrenase en nuestro país. No había leído u oído nada sobre ella y fue la elegida aquel día principalmente por descarte, aupada por sus poco atractivas compañeras de cartelera. En resumen: cero expectativas o prejuicios. Lo cierto es que salí del cine contento, con la sensación de no haber perdido dos horas de mi vida; me pareció fresca y entretenida, con detalles muy interesantes, pero nada del otro mundo al fin y al cabo.
Unos pocos meses más tarde me quedé pasmado, no tanto por la avalancha en forma de Oscars que la situaba, con 8 estatuillas, al mismo nivel de obras maestras como «La ley del silencio» o «Cabaret», si no porque la casi totalidad de la crítica y mucha de la gente que conocía la ponía por las nubes.
Por una parte entiendo el fervor por la película ya que es normal dejarse llevar por sus múltiples mecanismos de seducción. De hecho, es evidente que la película presume con inteligencia de aspectos muy llamativos; sin embargo, su enérgico ritmo, la cuidada fotografía o una gran banda sonora son virtudes que se ven relegadas a un segundo plano por culpa de un irregular guión, que arranca de forma vibrante para terminar (sobre todo en la última media hora) hundiéndose.
El principio ilusiona: el facilón juego de las preguntas que hace recordar su infancia a Jamaal abre una estructura narrativa sencilla pero que nos da la oportunidad de olvidar el concurso y disfrutar de unos sustanciosos flashbacks que son, de largo, lo mejor de la película. Con tintes realistas muy dinámicos (imposible no recordar la escena de la persecución inicial), Boyle se sirve de estos saltos al pasado para meter el dedo en el ojo al cine de Bollywood; el director británico nos enseña a través de las aventuras de estos pobres chicos la cara más amarga de la India, un país en el cual millones de personas viven bajo el umbral de la pobreza, víctimas de una sociedad egoísta, clasista y corrupta. Los flashbacks funcionan perfectamente como contraste del presente-pasado, oposición que yo transformaría análogamente en la de enriquecimiento-pobreza; una sutil manera de resaltar las enormes diferencias entre ricos y pobres que actualmente siguen aumentando en la vieja colonia británica.
Toda la estructura pregunta-respuesta (presente-pasado) empieza a hacer aguas cuando la cuenta atrás para la última pregunta se torna demasiado importante, adquiriendo las secuencias del teórico presente(o pasado próximo) un protagonismo que termina por no tener replica temporal en los últimos compases. En general, todas ellas me parecen algo triviales y livianas, una sensación seguramente potenciada más que por las malas actuaciones, por la mala elección de Boyle para los papeles adultos: Dave Pandel se desenvuelve bien, pero creo que se le hace demasiado grande el personaje principal, algo por otro lado comprensible si lo único que has hecho es un trabajo como secundario en una serie británica de adolescentes (Skins), y Freida Pinto es de una belleza tan cándida y de una interpretación tan inexpresiva que su presencia en pantalla no hace más que potenciar esa halo de superficialidad que envuelve muchas de las situaciones.
El ejemplo claro de la pérdida de pulso dramático es el esclarecimiento de la historia entre los dos hermanos, que era la relación personal más interesante. La forma en la que es retomada y despachada semejante odisea fraternal es rápida y poco justificada; se ve relegada inmerecidamente a simple vehículo emotivo para la historia de amor.
El problema de la película es, en realidad, muy sencillo. Su argumento principal, la búsqueda del amor de Jamaal, lo que esperaba que fuese una estratagema cronológica para desarrollar una evolución psicológica de los protagonistas, adquiere una trascendencia que arruina gran parte del trabajo anterior. La narración y los personajes se ven tan desdibujados y edulcorados por el romance que hace de toda la dura historia anterior algo tramposo, haciéndola parecer no parte con sentido de un conjunto uniforme hacia la esperada catarsis, si no una videoclipera y simple herramienta para remover la sensibilidad del público.
En fin, solo espero que “Slumdog Millionaire” sirva en un futuro como ejemplo para convencernos de que las auténticas grandes películas se hacen, no se convierten.