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Scarface, el Terror del Hampa (Scarface) (1932)

Nota: 10

Dirección: Howard Hawks, Richard Rosson

Guión: Ben Hecht

Reparto: Paul Muni, Ann Dvorak, Karen Morley, Osgood Perkins, George Raft, Boris Karloff

Fotografia: Lee Garmes A.S.C.

Duración: 93 Min.

¿Por qué?

Scarface es una de las grandes obras que nos ha regalado el séptimo arte y, casualmente, una de mis películas favoritas. Y no solo por estar  magistralmente dirigida e interpretada, sino por estar dotada de un gran ritmo narrativo, un guión portentoso y un inusual ingenio en su puesta en escena. Dicho lo cual, también debo reconocer que el género al cual pertenece, cine de gangsters, me resulta especialmente fascinante.

«Hazlo primero, hazlo tu mismo y sigue haciéndolo»

Aunque películas como «Hampa Dorada» o «Enemigo Público» (también clásicos, aunque de menor entidad) se adelantaran en su estreno, no fue así en su rodaje, por lo que podemos considerar «Scarface» como la primera película de gangsters del cine sonoro. Como tantas otras veces a lo largo de su brillante carrera, Howard Hawks golpeó primero,  sentando las bases de lo que vendría a llamarse cine de gangsters y dejando una huella imborrable en él. Volvería a repetirlo, unos años más tarde, con el género hoy día conocido como comedia de enredo (screwball comedy), inaugurándolo con su  magnífica y desternillante  «La Fiera de mi niña»

Centrándonos en «Scarface», me gustaría señalar varios detalles por los que considero magistral su dirección. Desde un primer momento, denuncia social a parte, Hawks nos demuestra, con un portentoso plano secuencia, porque debemos hablarle de usted.  En un solo plano, apoyado por un acertadísimo travelling, técnica en pañales por aquel entonces, nos sitúa de lleno en la trama. Y es que casi siempre citamos a  Welles, en su magnífica «Sed de Mal» («Touch of Evil»), o Altman, en su sobrevalorada «El Juego de Hollywood» («The Player»), para hablar del uso memorable  de este tipo de plano, pero probablemente ambos estarían de acuerdo conmigo en catalogar como antológico el inicio de «Scarface», en cuanto a la utilización de este recurso.

En pocas palabras

Podríamos decir que esta película trata sobre el ascenso al poder y caída al vacío de un gangster con una ambición desmedida y sin respeto por nada ni nadie. Un personaje desagradable, pero a la vez atractivo, gracias a la interpretación de Paul Muni. Que quiere dominar el contrabando de alcohol en la ciudad, partiendo de cero, siendo un mero matón de uno de los jefecillos mafiosos del sur. Scarface trata sobre el poder, la Mafia,  la falta de instrumentos legales para perseguirla en su época y sobre la mitificación que la prensa hacia de ella.

Mezcla de Talentos

En muchas ocasiones, me resulta difícil saber a quién corresponde el mérito de según que genialidades en esta obra, pero supongo que, a grandes rasgos, la unión de dos grandes talentos como Howard Hawks y Ben Hecht, es acreedora del mismo.

Me inclino a pensar que la gran presentación que se hace del mafioso Tony Camonte (Paul Muni) en la peluquería, cuando es perseguido por la policía, es atribuible a Hawks, mientras que la forma en que éste enciende una cerilla en la placa de un agente de la ley, nace en la mente de Hecht. Quiero imaginar que es Hawks, en un alarde de dominio en la  puesta en escena, el que maquina en diez planos y dos minutos escasos, la toma de control de la mitad sur de la ciudad por parte de Tony. Otros hubieran necesitado dos horas, pero otros no saben tanto de cine. Probablemente las acertadas notas de humor, introducidas a lo largo de todo el metraje, a través del personaje que hace las veces de secretario de Tony y de la actitud descarada de Camonte al flirtear con Poppy, proceden de la pluma de Hecht. No así la ejemplar elipsis, digna de estudio en cualquier academia de cine, en la que se muestra el trascurso de los días a ritmo de ametralladora, para dar a entender el paulatino ascenso al poder de Camonte mediante el uso de la violencia. Me quito el sombrero, a la vez que no puedo contener la carcajada, al asistir a la utilización del Habeas Corpus que hace el abogado de Camonte para liberarle cada vez que le detienen. Cortesía de Ben hetch.

Para concluir, un plano que aúna ambas fuerzas creativas, en el que se muestra cómo una mujer se decanta por un pretendiente en detrimento de otro, con la única orientación de su cigarrillo a una de las dos llamas que se le ofrecen.  A esto yo lo llamo clase.

Scarface de Hawks versus Scarface de de Palma

Caminando por las calles de Manhattan, resulta bastante fácil toparse con numerosos puestos callejeros que ofrecen láminas de cuadros conocidos, fotos de cantantes famosos, carteles de cine e incluso postales. Pero, por encima de todo esto, encontramos instantáneas de Al Pacino en la piel del mafioso Tony Montana en la película «Scarface», dirigida en 1983 por Brian de Palma. Este detalle habla por si solo de la repercusión que esta versión del filme tuvo en la sociedad americana, aunque no podría explicar convincentemente por qué. Se trata de una versión libre del filme estrenado en 1932 con el mismo título, siguiendo la misma línea argumental, pero actualizando sus actividades ilegales a los 80. La obra de de Palma es excesiva, explícitamente violenta y adolece de un ritmo un tanto irregular.

De Palma se pierde en homenajes privados a Hitchcock y excesos de hemoglobina que entorpecen a menudo la narración. Nada que ver con la fluidez de la que hace gala Hawks a lo largo de todo el metraje de su obra, haciendo imposible cortar o añadir un solo plano que lograra mejorarla.

La versión de 1932 está salpicada de momentos cómicos muy eficaces, incluso surreales, que hacen suavizar la tensión reinante en toda la trama. Un ejemplo de ello es la secuencia en la que, durante un tiroteo, el torpe secretario de Camonte, el cual tiene habitualmente inexplicables problemas para tomar recados telefónicos, intenta tomar nota de quien está preguntando por su jefe, pero no es capaz de hacerlo. Aun con el estruendo provocado por los balazos, lo intenta con total normalidad y con su habitual torpeza, como si de un momento cualquiera se tratara. Gracias a momentos como éste, el espectador se relaja, para volver, acto seguido, a un nuevo punto álgido de la historia. Sin embargo, la cinta ochentera, como le suele ocurrir a de Palma, se toma demasiado seria a si misma, sin dar lugar si quiera a un solo conato de sonrisa.

En muchas ocasiones he leído textos en los que se habla de lo casposo que resulta el texto inicial que precede a la película del 32. En él, se hace un llamamiento a la ciudadanía y a la clase política para frenar el crimen organizado. A su vez, se han tachado de xenófobos algunos diálogos referidos a los inmigrantes italianos en varios momentos de la cinta. E incluso se ha hablado de lo demagogo que resulta en la película pedir a los medios de comunicación que no eleven a la categoría de mitos a los mafiosos. En mi opinión, eran otros tiempos, por lo que pienso que deberíamos  hacer una lectura inteligente de todo esto. Sería igual de ilógico culpar a Rubens de mal gusto por pintar a mujeres, a las que hoy día, llamaríamos gordas.

Muchos señalan a Pacino como un punto fuerte de la versión más conocida, pero, a mi juicio, su interpretación está repleta de excesos interpretativos, no controlados por un todavía joven de Palma, que, curiosamente, volvería a dirigirle en los noventa, con resultados extraordinarios, en «Atrapado por su pasado» («Carlitos’ Way»). Resulta mucho mas convincente y divertido Paul Muni, excelente y poco conocido actor, que realizo soberbias interpretaciones en obras tan recomendables como «Soy un Fugitivo» («I’m a fugitive from a Chain Gang»).

El Plano

Mi plano favorito de esta película es, sin lugar a dudas, el que muestra cómo Camonte liquida a Gaffney, el último jefe mafioso que le queda para dominar la ciudad, en una bolera. Gaffney aparece en pantalla, y en el momento en que lanza su bola, es acribillado por Tony y sus secuaces. La cámara deja atrás su cuerpo sin vida para acompañar el trayecto de la bola en su tirada. Todos los bolos caen, excepto uno de ellos, que, por un segundo, resiste, para acabar cayendo al final como el resto, simbolizando, a su vez, la caída del último obstáculo para que Camonte se haga con el poder.

El Mundo es tuyo

Supongo que, al igual que Tony Camonte, ésto pensaría Howard Hawks en algún momento de su carrera. Y si no lo pensó, debió hacerlo, ya que algunas de sus películas figuran entre las mejores de la historia. Pocos directores cuentan en su filmografía con obras maestras de tan diversos géneros como la comedia (La Fiera de mi Niña), el cine negro (El Sueño Eterno), el cine de gangsters (Scarface), el cine de aventuras (Solo los ángeles tiene alas), el western (Rio Bravo), el cine bélico (Sargento York)……

Probablemente el director más completo de la historia del cine en una de sus mejores obras.

Carlos Fernández Castro

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2 Comentarios

  1. Gran articulo de un gran clasico!! Me encanta!

  2. gran esfuerzo de concreción del autor del artículo, que lo hace apto para profanos, anima a verla antes y después del artículo, la escena inicial es grande y encuentro estimulante el humor que destila un film como éste, donde hay como veinte veces más tiros que en la de De Palma.animo a mantener esta página, necesaria,