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Pero, ¿qué me vienes a contar ahora del Festival de Cannes? (Parte III)

Ya puestos, y ya que este artículo parece no terminar nunca, nosotros también podemos preguntarnos por los documentales y el Festival de Cannes. Ni uno solo en Sección oficial. El único que ha ganado ha sido “Fahrenheit 9/11” de Michael Moore hace diez años (alguien debe estar tirándose de los pelos hoy en día por haber premiado a Michael Moore). ¿Realmente puede vivir Cannes de espaldas al auge creativo -y sí, también comercial- de la no ficción? ¿No tendrán sitio nunca en la “primera división” las obras que se mantienen haciendo equilibrios sobre la línea que supuestamente separa la realidad de la ficción? Pues parece que sí, porque los documentales que pasaron por la “Torremolinos francesa” no se parecen en nada a los que triunfan en festivales más arriesgados. Y sí, venga, ya que lo queréis, hablemos de Wiseman.

Frederick Wiseman es un pesado. Sí, así de claro. Hace documentales sin alma en los que intenta eliminar la presencia del director (como si buscara la objetividad, pero sin que se deje de ver o al menos conocer su firma) y para ello trabaja con un montaje de estilo televisivo, pero que nunca cierra las secuencias cuando debe, sino unos cuantos minutos después. Muchos minutos después. Y me estoy aguantando de decir horas. En cualquier caso, se ha ganado un prestigio y consigue que le encarguen la realización de un documental diversas instituciones (la ópera de París, el Crazy Horse, la National Gallery, etc.) que, de este modo, consiguen que lo que no es más que un vídeo industrial pase por documental de festivales. Dicho lo cual, creo que no hace casi ni falta que confirme que “National Gallery” es otro de esos documentales que tanto le gusta a hacer a este hombre, que dura innecesariamente tres horas y que por la repercusión conseguida en el museo que le da título a la obrita deben estar encantados.

National Gallery de Wiseman

Este documental-peñazo se presentó en la Quincena de los realizadores, que es un festival paralelo al oficial, ya que el equipo que lo gestiona es diferente, aunque estén muy conectados con la Semana de la crítica y el Festival de Cannes. Tradicionalmente, la Quincena venía a ser un poco más transgresora que el festival en sí, pero eso dejó de ocurrir ya hace bastante tiempo. Volvemos con ello a la capacidad de sorprender, innovar o ilusionar que tiene Cannes en su conjunto y que quizá sea reflejo del cine actual. En cualquier caso, también se agradece que la Quincena sea capaz de traer comedias, como “Queen and Country”, del veterano John Boorman, que si bien es una muy académica secuela de su premieda “Home and Glory”, resulta tan amena y tan divertida que debería ser obligatorio programar películas así para que el festival se haga más llevadero.

Siguiendo con festivales paralelos y por intentar completar la visión que estamos ofreciendo de Cannes, nos encontramos con la Semana de la crítica, que es el que se dedica a realizadores noveles, que presentan su primera o segunda película. Ésa es la principal condición para entrar en la “Semaine”, que en muchos ocasiones ha descubierto talentos que luego se han confirmado en sección oficial o en la Quincena. En este caso, la película revelación parece que ha sido “La tribu”, pero como uno no ha tenido tiempo de verla, habrá que esperar a festivales como el de Gijón, el de Sevilla, la Seminci u otros similares, que terminan nutriéndose de todo lo que se presenta en Cannes. Entre las que he podido ver, “Más oscuro que la medianoche”, de Sebastiano Riso, es una película con un cierto estilo almodovariano en la que un adolescente con aspecto de niña descubre el mundo del travestismo y la prostitución (nada nuevo y una película que seguramente haga el ciclo de festivales LGTB); “Gente de bien”, del colombiano Franco Lolli es una película que ni siquiera recordaba ahora que había visto y que en el fondo repite la fórmula hiperutilizada de cine social hispanoamericano; y “Cuando los animales duermen”, del danés J. Alexander Arnby, es una muy interesante muestra de cine de género, en la que se nos cuentan los pormenores que llevan a una chica aparentemente normal a convertirse en mujer lobo como su madre (candidata idónea para ir al Festival de Sitges).

No siempre donde hay menos dinero hay más creatividad, pero sí puedo decir que una de las mejores películas que he visto en los cuatro años que llevo yendo a Cannes es “Bovines”, de Emmanuel Gras, un documental que se presentó en la muestra de ACID de 2011 y que nos mostraba cómo las vacas también sufren cuando se llevan a sus terneros al matadero. Magistral. Con el tiempo, Emmanuel se ha convertido en co-presidente de ACID (Asociación para la Difusión del Cine Independiente) y este año he podido hablar con él en una entrevista subtitulada que podéis ver en http://lnx.radiocine.org/wordpress/2014/05/21/cannes-2014-entrevista-en-frances-con-emmanuel-gras-copresidente-de-acid/ .

Bovines de Emmanuel Gras

¿Pongo este enlace sólo para hacerme publicidad gratuita? Bueno, pues no. Lo pongo porque creo que es importante conocer este otro festival paralelo, donde se presentan películas que en muchos casos aún no tienen asegurada la distribución y que han sido descubrimientos como la citada “Bovines” o “La batalla de Solferino” estrenada en la pasada edición. Este año parecían tener buenas perspectivas “Les mercuriales” (producida por el canal ARTE), pero al final se queda en un relato de extrarradio vacío y con muchos altibajos, y “Le Challat de Tunis”. “Le Challat …” contiene quizá la mejor primera media hora del festival, con una inteligentísima mezcla entre realidad y ficción realizada por su directora, la tunecina Kaouther Ben Hania. Partiendo de la “leyenda urbana” tunecina sobre un tipejo que se dedicó durante un tiempo a rajar el trasero de las mujeres montado en una moto, muestra los prejuicios machistas de una sociedad donde varios actores se presentan para hacer el papel de “el Challat”. Hasta que aparece el auténtico, o eso dice él. Y cuando aparece el auténtico, la película se pierde e incluso se desmanda por culpa de la descarada inclusión de elementos absolutamente ficticios e increíbles.

En cualquier caso, “Le Challat de Tunis” sirve para reforzar y volver a mi tesis inicial: Cannes no ilusiona. El sello del Festival de Cannes no es una marca exclusiva de calidad y este año especialmente creo que se ha devaluado. Por abundar en este tema, vuelvo a la Sección oficial y con ella terminamos, porque dentro de lo que se considera oficial ha habido películas fuera de competición, ¿sabéis cuántas? Ocho. ¿Imprescindibles? Sé que es opinable, pero quizá no fuera imprescindible abrir con “Grace de Mónaco”, como tampoco era imprescindible proyectar “Coming Home”, de Zhang Yimou, Sí, sé lo que pensáis, si a mí Yimou también me encanta y películas suyas se cuentan entre mis favoritas de todos los tiempos, pero con la última se le ha ido demasiado lejos lo de la lágrima fácil. Y, sobre todo, (y dejando de lado “Cómo entrenar a tu dragón 2”, que es algo que en Cannes hacen todos los años) ¿creéis que un festival como Cannes puede ofrecer como película de cierre la versión restaurada de “Por un puñado de dólares”? ¡¡Y por si fuera poco lo vendieron como que Tarantino venía a Cannes a presentar una película!! Sí, claro, pero una película de hace cincuenta años. De traer a alguien, traed a Clint Eastwood.

Le Challat de Tunis

Pero eso no era todo, además de las películas “fuera de competición”, estaban las “proyecciones especiales”, y os recuerdo que tanto unas como otras se proyectarán en todo el mundo con el sello de: “Festival de Cannes – Sélection officielle” y la conocidísima palma encima de estas palabras. ¿Sabéis cuántas proyecciones especiales ha habido este año? ¡¡Once!! Por ejemplo, “Caricaturistas, soldados de la democracia”, me ha parecido estupenda, un ejercicio de democracia, de gusto por la libertad, de saber presentar los conflictos políticos a nivel mundial con una capacidad de síntesis y una ausencia de dogmatismo que hoy en día casi no se ven. Aunque formalmente sea un documental de televisión, ¡qué gusto da ver a un dibujante de prensa palestino abrazarse efusivamente con uno israelí! Sí, me gusta esa película. Y no, no me emocionó, aunque era divertida “Gentes del mundo”, sobre el aniversario de Le Monde. Pero, en cualquier caso, ¿por qué? ¿Por qué tantas películas?

Creo que el Festival de Cannes se ha convertido, con el tiempo, más en un foro para el desarrollo de relaciones sociales (algo imprescindible, por otra parte) que en un referente para el cine de calidad. La palma que simboliza el festival (la palma, no la Palma de oro) es tan poco exclusiva que se han adueñado de ella incluso películas que no se encontraban seleccionadas, como “Welcome to New York” (la cinta del caso Strauss-Khan). No se trata solamente de que siempre vayan a Cannes los mismos, se trata también de que van demasiados, que en su afán por mantener ciertos compromisos y también por descubrir, como sea, al próximo talento, termina dando la impresión de que Cannes selecciona todo.

La responsabilidad, en el fondo, tiene que ser nuestra, tanto de críticos como de público, y tenemos que exigirle mucho más al Festival de Cannes. Me da la sensación de que se ha acomodado en ese calificativo fácil de “el festival más importante del mundo” y que, a cambio, ni los críticos le pedimos grandes obras, grandes cineastas que vengan a recoger el legado de lo que fueron (y en algunos casos son) Kiarostami, Angelopoulos, Bela Tarr, Godard, Rossellini, Buñuel, etc.

Y todo esto lo digo, pese a que he disfrutado mucho del festival (también me ha servido para hacer o mantener relaciones sociales), he visto grandes películas, he comprobado cómo algunos cineastas empiezan a entrar en el Olimpo de los elegidos (Nuri Bilge Ceylan, el primero), mientras otros no bajan de allí (Godard) y algunos revolucionan el cine desde la sencillez (Lisandro Alonso). Sí, ha sido un gran festival, pero viene siendo más de lo mismo, como si se hubiera estancado en su fórmula y debiera pensar en reinventarse desde sus propias bases. Tiene la oportunidad ahora que su presidente, Gilles Jacob, se jubila, pero mucho me temo que esto únicamente afecte a la estructura de Cannes en cuanto a la presencia pública de su idolatrada Sharon Stone. O ni siquiera eso.

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Antonio Peláez Barceló

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1 Comentario

  1. mE PARECE MUY INTERSANTE TU ARTÍCULO Y TE AGRADEZCO TUS COMENTARIOS Y TUS ELOGIOS A BOVINES. Sin embargo creo que patinas en cuanto al ritmo de Wiseman. El arte no casa con las prisas actuales. Me imagino a Wiseman recreándose en imágenes que tu hubieras prescindido. Yo seguramente voy a quedarme con ganas de más National Gallery. Porque he dormido en los bancos de los Campos Elíseos para poder ver con tiempo y semanas El Louvre y no sé cuando lo podré hacer en los bancos de los jardines del Tidal Basin. Todo es relativo especialmente la percepción del tiempo, ¿no te parece?.