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Delitos y Faltas (Crimes and Misdemeanors) (1989)

Nota: 9

Dirección: Woody Allen

Guión: Woody Allen

Reparto: Martin Landau, Woody Allen, Angelica Huston, Alan Alda

Fotografía: Sven Nykvist

Si pensamos en cómo la vida y la muerte han sido plasmadas en la gran pantalla, en la retina de todo cinéfilo han quedado grabadas grandes películas de Ingmar Bergman o Charles Dreyer, como «El Séptimo Sello» o «Ordet». Estos directores se movían en un plano metafórico, profundo y existencial, que en muchas ocasiones se nos escapa o no llegamos a comprender en su totalidad. En 1989, el cineasta judío Woody Allen, en uno de sus veraniegos viajes a Europa, decide escribir una tragedia en la cual retomar los temas de su idolatrado Bergman (Persona), algo corriente en su filmografía, pero de manera distinta e intentando mantener la esencia. Allen procura que los temas que exploraba el cineasta sueco sean esta vez evidentes para el espectador, que sea la propia historia la que los haga salir naturalmente. El resultado es magnífico; consigue rodar un film dostoieskiano como «Delitos y Faltas», que se coloca, sin duda, entre las mejores películas del director, sin nada que envidiar a las celebradísimas «Annie Hall» y «Manhattan».

De entrada, lo que más llama la atención es como está construida: «Delitos y Faltas» es la película en la que Allen realizó más modificaciones y cambios una vez terminada, y curiosamente, es el film en el que el guión mantiene uno de los ejes narrativos con más personalidad dentro de su obra: dos historias con distintos matices dramáticos que circulan paralelas para terminar cruzándose en el magnífico encuentro final entre sus dos protagonistas.

El film es uno de los más amargos y fríos de Allen. El autor reflexiona, como hemos dicho, con gran lucidez sobre la existencia del ser humano, sus decisiones, la religión y la moralidad. Toda la historia y su temática se apoya y se revela a través de sus personajes, gracias al tremendo trabajo del reparto. Destacar principalmente a un magnético Martin Landau, que angustia cada momento que aparece en pantalla y que es el que exterioriza todos esos miedos sobre el judaísmo, las decisiones y la moral. Pese a esta magnífica interpretación, el trabajo de la psicótica e insegura Anjelica Houston, del insoportable Alan Alda o del propio Allen, que siempre da esa nota cómica que esta vez va acompañada de una tremenda tristeza, no queda en absoluto ensombrecido. Todos estos personajes interaccionan, cínicos, traidores e ilusos, dejándonos pocas satisfacciones palomiteras: el culpable y torturado Judah acaba saliendo indemne de la situación, superando y racionalizando su sentimiento de culpa, retomando su vida sin problemas, mientras que el justo e idealista Cliff se ve derrotado, confundido y solo, con la mujer que ama en los brazos del hombre que representa aquello que más odia, esa sociedad superficial del dinero y la fama. El único personaje positivo que sale victorioso es el de Ben (Sam Waterston), el rabino con problemas de vista (la mirada y los ojos son un tema recurrente del film), que en su inocencia, en su fe, encuentra la felicidad, que aunque sea ciega y dogmática, es sincera, llena de vitalidad y convicción. Interesante, terminando con los personajes, es el pensador Louis Levy. Él representa la contradicción humana al cometer el suicidio y contemporáneamente nos regala grandes reflexiones y el mensaje final del film: el mundo es injusto pero hay esperanzas en el género humano.

Impresiona la capacidad que tiene el director de introducir situaciones y momentos cómicos dentro de la tragedia que impregna todo el film. Como dijo en su día Landau: “Es una tragedia moderna suavizada con comedia. Un Shakespeare para los noventa”. A su vez, el director introduce otros detalles que la confirman como una obra de muchísima calidad: la fotografía, a cargo del colaborador de Bergman, Sven Nykvist, o la presencia en las escenas dramáticas de la imponente música de Bach y Schubert. En fin, una película de obligada visión, que nos golpea y nos recuerda que Allen, a pesar de no atravesar actualmente su mejor momento, es uno de los grandes.

Arturo Tena

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1 Comentario

  1. Buen artículo chinito.
    Estamos orgullosos de ti.

    P.D.: Soy Miki