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Camille Claudel, 1915 (2013)

Nota: 8

Dirección: Bruno Dumont

Guión: Bruno Dumont

Reparto: Juliette Binoche, Jean-Luc Vincent

Fotografía: Guillaume Deffontaines

Duración: 97 Min.

Tener un talento superior al de la media puede entrañar un peligro que el ser humano no suele tener en cuenta; sobre todo, cuando implica cierta habilidad para la actividad artística. Hacia el tramo final de esta película, Paul Claudel afirma algo así como que la genialidad, a menudo, viene acompañada de una sensibilidad fuera de lo común; sensibilidad que hay que saber controlar ante situaciones adversas, para evitar la posibilidad de caer en la locura. Pero como todo en la vida, la validez de esta teoría depende del caso concreto que analicemos, y el de Camille Claudel contiene numerosos matices que rechazan la aplicación genérica de la misma.

En su última película, Bruno Dumont intenta reflejar el estado mental de una mujer que, a sus 51 años, se encuentra recluida en un hospital psiquiátrico debido a la diagnosis de una esquizofrenia y la detección de ciertos síntomas paranoides. El director francés sitúa la narración en 1915, dos años después de que el hermano de la escultora propusiera su ingreso en dicha institución, a pesar de la disconformidad por parte de los especialistas. Posiblemente, el verdadero problema de Camille no era tanto una enfermedad mental (que en parte lo era), como las consecuencias de un mal de amores mal digerido, en forma de una distorsionada percepción de la realidad.

“Camille Claudel, 1915” es una película ensimismada en su protagonista femenina, y fundamentalmente es su punto de vista el que Bruno Dumont adopta para narrar la desasosegante historia de un cautiverio injustificado, e injusto. Juliette Binoche se desprende sin esfuerzo del glamour que acompaña a muchos de sus anteriores personajes, para meterse en la piel de una mujer desengañada y confusa, que sin embargo, aguarda cada visita de su hermano con la esperanza de volver a ser libre. Camille no es como el resto de los internos, pero convive con ellos y les observa con la familiaridad de quien cree comprender qué se esconde detrás de esas miradas perdidas y de esos rostros que celosamente guardan historias tan extraordinarias como la suya.

Las imágenes de Dumont persiguen un tono eminentemente realista, como demuestra el hecho de que el director haya decidido prescindir de actores profesionales para interpretar al resto de internos que, evidentemente, no están sujetos al guión de la película. De esta manera, la inevitable espontaneidad que desprenden las secuencias rodadas en el Asilo de Montdevergues, exige la exhibición de una Juliette Binoche que se entrega incondicionalmente a su personaje. La actriz gala reacciona con una naturalidad inesperada ante el sinfín de situaciones espontáneas que necesariamente han debido surgir durante el rodaje; evita elegantemente los histrionismos, habituales en este tipo de papeles, para interpretar a una mujer que se ha instalado en el trazo confuso que separa la locura de la mal entendida cordura, que ansía la libertad aunque no se rebele manifiestamente contra su confinamiento, que debido al rencor y en nombre del desamor ha renunciado a su precioso talento.

“Camille Claudel, 1915” es fundamentalmente una película de actores (actriz); sin embargo, sería injusto pasar por alto la sutileza de Dumont, tanto en la dirección como en el guión, a la hora de perfilar el retrato psicológico de su protagonista. El director francés demuestra criterio en la colocación de su cámara, y observa pacientemente el devenir de los acontecimientos. De esta manera, el espectador dispone del tiempo necesario para reflexionar sobre las circunstancias que rodean a Camille, y así intentar comprender la triste realidad en que vive inmersa. Para ello es necesaria la figura de Paul Claudel, interpretado con gelidez aterradora por Jean-Luc Vincent, que irrumpe en escena en el momento adecuado. En escasas pinceladas, queda reflejada la inflexible personalidad de un aclamado poeta, cuya inmensa sensibilidad para el arte contrasta con su nula inteligencia emocional a causa del fanatismo religioso.

“Camille Claudel, 1915” no es una película para todos los públicos. Además, requiere de una paciencia que muchos espectadores no estarán dispuestos a «malgastar» en una sala de cine. Sin embargo, aquellos que consigan penetrar en el universo que propone Dumont, vivirán una experiencia singular, y comprenderán cual es la diferencia entre estar loco, fingir no estarlo, y debatirse inconscientemente entre las dos opciones anteriores.

Carlos Fernández Castro

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2 Comentarios

  1. Ooooooolé, Oooooolé. Fantástica reseña. Capta las aristas más incomodas de esta «gran obra». Como bien dices, Camille Claudel era una superdotada, lo que queda claro con este peliculón es que «La Binoche» también lo es. Su rostro permite explicar qué es interpretar. Ooooolé, Oooooolé

    • Muchas gracias por tu comentario Javi, con amigos como tú, a uno le sube la autoestima al cielo por momentos, jajaja. Como bien dices, lo de Binoche es realmente admirable. Por cierto, estoy deseando leer tu crítica, ¿para cuando?