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“La Increíble Verdad” (The Unbelievable Truth) (1989)

Nota: 7,5

Dirección: Hal Hartley

Guión: Hal Hartley

Reparto: Adrienne Shelly, Robert Burke, Christopher Cooke, Julia McNeal, Gary Sauer.

Fotografía: Michael Spiller

Debo admitirlo, hasta hace aproximadamente dos horas no había visto ninguna película de Hal Hartley, aunque había leído numerosos artículos en los que su nombre era citado cual gurú del cine indie norteamericano, a la altura de creadores como Richard Linklater o Jim Jarmusch. Y bien, ¿cual es la conclusión después de haber visto su primera película? Quiero más.

Josh (Robert Burke) acaba de salir de la cárcel por un crimen que cometió hace ya muchos años. Vuelve al pueblo donde creció y pasó toda su vida hasta que ocurrió tal suceso. Gracias a los estudios de mecánica que llevó a cabo durante su estancia en prisión, consigue un trabajo en el taller de Vic (Chris Cooke), un antiguo conocido. Audry (Adrienne Shelly) apenas tenía dos años cuando Josh mató al padre de su amiga Pearl (Julia Mc Neal) y enseguida se siente atraída hacia él.

«La Increíble verdad» fue rodada en 12 días con un presupuesto de 70.000 dólares, o 200.000 dólares, según la fuente que se consulte. Como no tenemos a su director a mano, nos inclinaremos hacia la romántica idea de que el presupuesto no excedió los 70.000 dólares. La escasez de medios es evidente, pero no afecta a una película cuyas principales virtudes son un peculiar guión y un trabajo interpretativo mas que notable.

Julia McNeal y Adrienne Shelly

Aunque no lo parezca Hartley cuida su guión con mucho mimo. Que pregunten a Josh continuamente si es un sacerdote, no es casualidad. Después de lo ocurrido, el protagonista quiere alejarse de todo lo que pueda llevarle a la situación que ha vivido los últimos años; es mas, considera que la merece y la asume con convicción, pensando que tiene que purgar sus pecados. Otra herramienta que el guión utiliza para mantener la relación entre Josh y Audry en suspenso durante gran parte del metraje es la idea que Vic (padre) y Audry (hija) tienen respecto a los tratos; éstos han de mantenerse pase lo que pase. En definitiva, el director americano es conocedor de aquellos detalles que pueden ayudarle a sostener determinadas situaciones y a completar la construcción de ciertos personajes.

Hartley nos acerca a la América que él conoce, la que no suele aparecer en las películas, la América menos glamourosa y de clase media baja. Se queda a una hora en coche de trasladar sus historias a Manhattan; concretamente en Long Island y sus barrios industriales de las afueras, donde el tiempo parece transcurrir a otra velocidad, la gente se comporta de otra manera y el ritmo de vida provoca un tipo de reflexiones tales como: «cuando tienes novia, te aseas más, incluso te lavas la espalda, especialmente la parte central a la que tan difícil es acceder».

Robert Burke

El director utiliza a los personajes interpretados por Adrienne Shelly  y Robert Burke para mostrar esa diferencia entre los dos mundos. Josh ha encontrado un trabajo en el que gana poco dinero, pero sus ambiciones no van más allá de tener una vida tranquila, poder leer por las tardes y reconstruir la casa de sus abuelos. Audry está obsesionada por el fin del mundo hasta que descubre lo fácil que le resulta ganar dinero haciendo de modelo; se traslada a Manhattan y sus expectativas crecen. Son polos opuestos en cuanto al poder económico, ambiciones y sofisticación, pero al final los dos quieren lo mismo.

Algo que me gustaría destacar en la película es el particular sentido del humor del que hace gala. Hay situaciones especialmente brillantes como la conversación en espiral que el protagonista tiene con una mujer después de haber sido despreciado por Audry; se repite tres veces mostrando a los personajes imperturbables, manteniendo al espectador a la expectativa y atónito al mismo tiempo. En otras ocasiones el director plantea situaciones conflictivas de una manera tan brusca y repentina que provoca tanto el impacto como la risa del espectador.

Por último, una pequeña referencia a la utilización del sonido que hace Hartley para mostrar la dificultad en la comunicación interpersonal. Hay varias ocasiones en que dos personajes están manteniendo una conversación, pero uno de ellos no está prestando atención realmente a lo que dice el otro. Hartley subraya esta circunstancia generando el eco de la persona que no está siendo escuchada. El resultado es brillante.

En definitiva, una película que ofrece diversos logros, que merece la pena ser vista por su frescura, por su planteamiento, por sus personajes y por su guión. No es perfecta ni mucho menos. Adolece de un desenlace torpe y precipitado, pero es diferente y muy disfrutable.

Carlos Fernández Castro

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2 Comentarios

  1. Sí señor! Enhorabuena por el post. Qué grande es Hal Hartley y qué poco se habla de él. Que sus últimas películas no hayan tenido demasiado éxito de crítica (y no digamos ya de público) no ayuda demasiado a tener presente a este director.

    Concretamente esta peli es la que tengo menos fresca, pero tu crítica me ha hecho recordarla con mucho cariño. Y además me ha despertado el apetito de degustar las que todavía no he visto.

    Como veo que estás en las mismas, te recominedo humildemente que veas Simple Men. Además de tener ese sello inconfundible Hal Hartley, (así, a vuelapluma, no sabría bien definirlo pero una suma entre Bresson, Kaurismaki y Monty Python) es un auténtico alarde de buen uso del lenguaje cinematográfico.

    Henry Fool no es quizá tan redonda, pero a mi me encanta. Os recomiendo en particular que prestéis atención a la historia del ojo y el bolígrafo (no digo más). Algo que a Tarantino le hubiera encantado escribir.

    • Hola Ander,
      Lo primero, muchas gracias por tu comentario.
      «Henry Fool» la echan en la filmoteca la semana que viene, así que asistiré con los ojos cerrados para ver que nos plantea y con que nos sorprende el señor Hartley en esta ocasión. Una historia de un ojo y un bolígrafo, wow!!! No puedo esperar.
      Hacia tiempo que un director no me sorprendía de esta manera y es una sensación fabulosa. Ayer fui a ver «Trust» y me quedé boquiabierto; simplemente me fascinó. Pronto habrá una crítica en bandejadeplata.
      Respecto a «Simple Men» estoy intentando hacerme con ella, siguiendo fielmente tu consejo. Ya te contaré.
      Vivan los directores con voz propia, con imaginación y con osadía.