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The Deep Blue Sea (2011)

Nota: 8

Dirección: Terence Davies

Guión: Terence Davies (Obra: Terence Rattigan)

Reparto: Rachel Weisz, Tom Hiddleston, Simon Russell Beale, Ann Mitchell

Fotografía: Florian Hoffmeister

Duración: 98 Min.

Estructura simétrica. Origen teatral no disimulado sino, al revés, magnificado. Concepción operística y presencia de la música de Samuel Barber como una voz más del relato… A priori, las coordenadas desde las que parte Terence Davies para construir su nueva película –y que son, por otro lado, rasgos habituales en toda su filmografía- constituyen un riesgo asumido que alejará de las salas al público que espere una historia de amor convencional. Sin embargo, ese mismo riesgo desgarrará y arañará el alma de aquellos que se dejen llevar por su densísimo tempo narrativo.

«The deep blue sea», basada en una obra del dramaturgo Terence Rattingan, es una historia apasionante –su frialdad intensifica el desgarro que encierra- sobre el amor y la insatisfacción que nos provoca. La infelicidad de un amor estable que no nos llena. O la infelicidad de una aventura apasionada que nos deja igualmente vacíos. O la infelicidad, en suma, de no saber cómo completar nuestras vidas por haber depositado en ese amor –que, como la protagonista, idealizamos- todas nuestras expectativas.

El contexto de la historia –la Inglaterra de los años 50, con su ambiente de posguerra y miseria- colabora a que esa distancia entre lo que se tiene y lo que se desea resulte aún mayor. Porque poco más que ese amor –de fuerza casi sísmica- es lo que se puede esperar en una sociedad cuyo recuerdo más reciente es la muerte y el sonido de los bombardeos. Un asociedad donde el amor de una mujer al margen de sus normas es, por supuesto, ilícito y prohibido –lamentablemente, los juicios sobre la sexualidad femenina llegan hasta nuestros días- y en la que Hester –una espléndida Raquel Weisz- se convierte en una relectura lejana –y distorsianada- de Emma Bovary en la que es obvio que Rattingan –como en casi toda su obra dramática- proyecta muchas de las represiones contra las que tuvo que luchar por su orientación homosexual.

En la vida de Hester, es mediocre el amor conyugal. Mediocre el deseo extraconyugal… Y de tanta mediocridad, la vida se hace insoportable y cruel, porque no hay pasión que salve a la protagonista de una existencia en la que no encuentra más que callejones que no conducen a ninguna parte. Callejones que la empujan hacia hombres que tal vez la amen, sí, pero que, desde luego, no lo hacen como a ella le gustaría. ¿Es suficiente con ser amados o importa más bien el cómo nos aman…? Terence Davies se recrea en el laberinto emocional de sus personajes y frena la narración cuando quiere que nos acerquemos a su protagonista. Detiene el ritmo y nos acerca a la mirada y a los gestos de Hester, nos obliga a ser testigos de su dolor –mudo, solitario- y provoca en nosotros una incomodidad más que premeditada que, seguramente, no sea fácilmente digerible para cualquier tipo de público.

La película se sostiene en una estructura eficaz –y simétrica- que alterna tiempos y lugares. Un cruce de recuerdos que nos dibujan las dos historias de amor y frustración que vive su protagonista. Escasos secundarios –aunque espléndidos: las escenas en casa de la madre de su marido son impagables, así como la definición del amor que hará su casera, Mrs. Elton- y un magnífico trío protagonista –Raquel Weisz, Tom Hiddelton, Simon Russell Beale-, capaz de construir unos personajes llenos de vida y de fisuras. Tres personas ante las que no cabe posibilidad de juicio alguno, porque no son ni buenos ni malos, sino tan solo eso, personas. Dos hombres y una mujer que aman, que se equivocan, que se evitan, o que se buscan. Se agradece que a los tres se les permita ser tan excesivos, egoístas y mezquinos como dulces, generosos y apasionados. Se agradece, en definitiva, que la vida transcurra tal y como es: sinuosa.

El Concierto para violín de Samuel Barber hace del inicio y del cierre de la película dos momentos realmente antológicos y, cuando aparece en pantalla, se convierte en otro personaje más. También son memorables instantes –y silencios- como el momento el que ella limpia los zapatos del hombre al que desea aferrarse, así como cada uno de los instantes en los que la cámara nos regala un primer plano de la mirada de Weisz (ese momento en las vías del tren, esos cigarrillos frente a la ventana, esos guantes olvidados sobre los sonetos de Shakespeare…)

Puede que, por su ritmo, por sus silencios, y hasta por su teatralidad –no es esta una película que tema la grandilocuencia: al revés, la provoca-, no interese a quienes esperen un melodrama más convencional. Pero, sin duda, The deep blue sea es una de las historias de amor más desgarradoras y lúcidas que se han estrenado en años. Una película de la que, con un mínimo de sensibilidad, resulta difícil no salir conmovido. Estremecido por las emociones y por los interrogantes que, como todo buen dramaturgo, Rattingan abre –sin compasión- en nuestras conciencias.

Fernando J. López

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2 Comentarios

  1. Creo que me has convencido, la voy a bajar a ver que tal después…… habrá comentario posterios obviamente.

  2. Buena recomendación y buena puntuación. Gran interpretación De Rachel Weisz. Banda sonora sin duda magistral y tomando un protagonismo muy destacado en la peli.