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Whiplash (2014): sangre, sudor y lágrimas

whiplashNota: 8

Dirección: Damien Chazelle

Guión: Damien Chazelle

Reparto: Miles Teller, J. K. Simmons, Melissa Benoist, Paul Reiser, Austin Stowell, Jayson Blair

Fotografía: Sharone Meir

Duración: 103 Min.

Sangre, sudor y lágrimas parece ser la fórmula del éxito para el personaje interpretado por J. K. Simmons en una de las sensaciones del cine independiente americano del 2014. Y no o me refiero a esfuerzo, disciplina y sacrificio, sino a que tus manos sangren porque hayas practicado más de lo humanamente posible, y que el sudor resbale por tu frente hasta que no quede más líquido en tu cuerpo que el necesario para llorar de desesperación, impotencia y rabia. Lo has vuelto a hacer mal; así nunca llegarás a ser nadie; ¿es todo lo que puedes ofrecer?; tengo cinco personas dispuestas a sustituirte si no das la talla; demuéstrame que de verdad quieres ser el mejor.

¿Cuantas veces en vuestra vida os han asegurado que la mejor forma de aprender es a base de hostias? A estas alturas, no creo que haga falta decir que es una gran mentira, aunque algunos tipejos como el maestro Fletcher no estén de acuerdo. Probablemente nunca hemos querido ser el mejor batería de jazz del mundo, y no hemos sido víctimas de un profesor salido de «La Chaqueta Metálica» u «Oficial y Caballero», pero tampoco es necesario vivir una experiencia como la del protagonista de «Whiplash» para comprender que la bases de la enseñanza ideal radican en la comprensión, la motivación y la paciencia.

Miles Teller y J. K. Simmons en Whiplash

El debut de Damien Chazelle detrás de las cámaras aborda el complicado mundo de «quiero ser el mejor» por el que han pasado numerosos juguetes rotos del deporte, la música, o la interpretación. ¿A quién le hubiera gustado ser Nadia Comaneci después de comprobar el infierno que había detrás de sus éxitos? ¿Cuantas actrices hubieran querido estar en la piel de María Falconetti durante el rodaje de «La Pasión de Juana de Arco», su primera única interpretación, conociendo la tortura a la que fue sometida por Carl Theodor Dreyer? Clint Eastwood demostró que el gran Charlie Parker, modelo que propone el tiránico mentor de Andrew en «Whiplash«, estaba lejos de ser un ejemplo de persona realizada a través de la consecución de sus metas. Deducimos que probablemente la pregunta no es tanto ¿quieres ser el número uno?, sino ¿qué precio estarías dispuesto a pagar por ello? y ¿de verdad merece la pena?

Precisamente, una de las virtudes de «Whiplash» radica en la sutileza con la que su director plantea la situación que vive su protagonista. Llega un momento en el que el personaje interpretado por el emergente Miles Teller decide someterse definitivamente al condenable y humillante método del profesor Fletcher, considerándolo como el único camino posible para alcanzar su objetivo. A cambio, comprobamos cómo un joven de dieciocho años renuncia a su condición de ser humano para convertirse en un mecanismo perfecto de huesos y músculos al servicio del egoísmo y la codicia. El director no juzga a su personaje, pero sí muestra las consecuencias de su elección.

J. K. Simmons en Whiplash

El planteamiento de «Whiplash» puede parecer básico a primera vista, pero su desarrollo encierra decisiones narrativas tremendamente interesantes. Resulta llamativo cómo en la primera mitad del film se busca la identificación del espectador con Andrew y su deseo de convertirse en un gran batería de jazz. Vemos reflejadas nuestras pasiones personales en su devoción por la música. Durante unos minutos, la supervivencia de nuestra fe en la consecución de nuestros sueños más irrealizables depende del éxito o el fracaso de los suyos. Todos somos Andrew, hasta que Chazalle decide separar su camino del nuestro a través de unas situaciones que provocarán el rechazo de cualquiera con un mínimo de sentido común. De repente, esta flamante distancia emocional entre el espectador y el protagonista facilita el regreso de esa objetividad a la que habíamos renunciado en la primera mitad. Las dudas se disipan.

A pesar de sus innumerables virtudes, «Whiplash» esconde un par de engaños innecesarios que dejan al descubierto la inexperiencia de su director. Chazelle desconfía de la claridad de su discurso e intenta reforzarlo a través de maniobras de dudosa legitimidad. Entre ellas, la intención de humanizar al profesor Fletcher, y la relación amorosa de Andrew, cuya levedad evidencia su naturaleza de instrumento funcional para el posterior desarrollo del guión. Pero nada empaña la fuerza de sus imágenes, su capacidad para transmitir la intensidad que necesita la narración, el magnífico empleo del montaje que eleva a un nivel superior el magnífico enfrentamiento entre Miles Teller y J. K. Simmons, y por supuesto, esa secuencia final que por si sola representa una lección magistral sobre cómo emplear todas las posibilidades del formato panorámico.

Miles Teller en Whiplash

Además de su arrollador estilo visual, no convendría ignorar el talento que exhibe Chazelle en la escritura, alcanzando su máxima expresión en una secuencia que corre el riesgo de pasar desapercibida, y sin embargo es crucial para comprender en qué consiste «Whiplash». Durante la única reunión familiar que presenciamos a lo largo de todo el metraje, somos testigos de una situación que representa una de las grandes enfermedades de nuestra sociedad: no importa que seas un gran músico o destaques en algo relacionado con la cultura o el arte; el respeto y la admiración estarán reservados para los médicos, los ingenieros, los políticos, o los economistas. La única opción para lograr el mismo reconocimiento siendo un artista o alguien dedicado a las humanidades, consiste en ser el mejor. Pero en la cima sólo hay sitio para una persona.

Y es que, al contrario de lo que algunos han querido apuntar, «Whiplash» es el reverso tenebroso de «Rocky». No hay familia o novia que puedan rescatar el alma de un Andrew que vive al margen de la sociedad, que ha dejado de distinguir entre pasión y obsesión, que en la última bifurcación tomó el camino equivocado. En su debut, Damien Chazelle no sólo logra que algunos resucitemos nuestro interés por el jazz, sino que provoca el doloroso divorcio de nuestro corazón y nuestro raciocinio, a través de una narración explosiva y un desenlace tan desasosegante como artísticamente sublime.

Carlos Fernández Castro

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2 Comentarios

  1. Diste en el clavo con eso de describir el final como algo que es chocante y, a la vez, sublime. La emoción que se produce es como una euforia apesadumbrada. Sí, suena a contradicción y un poco a locura, pero de eso se trata toda esta confusión, como bien dices, entre lo que es pasión y lo que es obsesión. Ahora, alguna característica fuimos viendo de Andrew, precisamente en la experiencia romántica y en esa conversación en la mesa, que lo acercaba algo a lo que era su contraparte, ¿no? Buen guión, aunque imposible ganarle a Birdman.

    • Totalmente de acuerdo contigo Leyda. La vida es contradicción, y dentro de ella debemos elegir cual es el camino adecuado. La relación entre profesor y alumno en «Whiplash» solo puede llevar a la autodestrucción del componente humano de ambos. No es el camino. Me gusta la forma en la uqe Chazelle camina por el borde del abismo con este su debut.

      Un saludo

      Carlos