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Fleabag (Segunda Temporada, 2019)

Creadora: Phoebe Waller-Bridge Dirección: Harry Bradbeer, Tim Kirkby Guion: Phoebe Waller-Bridge Reparto: Phoebe Waller-Bridge, Andrew Scott, Sian Clifford, Bill Paterson, Jenny Rainsford, Ben Aldridge, Olivia Colman Fotografía: Tony Miller, Laurie Rose Duración: 27′

¿Cómo denominaríais un drama romántico que provoca carcajadas constantes? Quien haya visto Fleabag jamás osará utilizar el término comedia. No para una serie que durante la mayor parte de sus capítulos provoca ardores de estómago y sonrisas indecisas. Phoebe Waller Bridge consigue eso tan difícil de facilitar la digestión de un plato de mal gusto, mediante situaciones improbables y mezclando extremos que, en la ficción, al contrario que en la vida real, no suelen convivir en un mismo personaje o en una misma relación.

En esta segunda temporada, la guionista y actriz británica reivindica el amor como el camino más certero a la felicidad, cuyo trazado, lejos de describir una línea recta, se asemeja a ese tipo de laberintos que esconden tantas conclusiones positivas como negativas en cada uno de sus puntos de fuga. El estado depresivo del personaje protagonista sigue dominando las reflexiones y el punto de vista de la serie: la soledad de Fleabag queda patente en la necesidad de compartir sus miserias con el espectador, a falta de alguien en quien confiar. Sin embargo, el patetismo y el cinismo de la pasada temporada son sustituidos por una sensibilidad inédita hasta el momento.

Cómo no podía ser de otra manera en esta serie, el romance coquetea a partes iguales con la comedia (negra, muy negra) y el drama. La crudeza y la ambigüedad de las relaciones entre hermanas y las relaciones paternofiliales garantizan ese realismo al que aspira la serie, a pesar de proponer situaciones poco probables como la historia de amor entre una joven atea y un sacerdote «en prácticas».

Contra todo pronóstico, la relación funciona con una precisión milimétrica y con la química de los mejores parejas que se recuerden en la gran y pequeña pantalla. A las virtudes que ya exhibía Waller Bridge en la primera temporada, se suma su asombroso talento para gestionar una tensión sexual que revienta los márgenes del encuadre y propicia el nacimiento de una dramedia romántica que ya es historia de la televisión. De manera colateral, la guionista propone una reflexión sobre la fe que recuerda a la mejor versión de Paul Schrader (El Reverendo: First Reformed).

Todo ello es narrado mediante un estilo dinámico y ágil que, además de una brillante gestión de los planos, basada en la proximidad y el distanciamiento emocional entre los personajes, vuelve a recurrir a la rotura de la cuarta pared. Pero este privilegio que parecía exclusivo de la protagonista y en el que nadie más participaba hasta la irrupción del padre interpretado por Andrew Scott, empieza a mutar en algo diferente por obra y arte de una magnífica vuelta de tuerca de su creadora, que redefine la relación entre el público y Fleabag.

De repente, la pared que separaba la realidad de la ficción se extiende más allá del pequeño orificio reservado a su protagonista. Y al mismo tiempo, la censura florece en la relación contractual entre espectador y Fleabag, a medida que su exposición y sus sentimientos avanzan peligrosamente hacia la seriedad de quién divisa la felicidad en el horizonte. De esta manera, el desenlace de la segunda temporada alcanza una complejidad visual que solo puede compararse con el ingenio de su guion y la reflexión que propone en torno a la vida secreta de los personajes de televisión. ¿Acaso alguien puede renunciar a su parcela de intimidad?

Carlos Fernández Castro

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1 Comentario

  1. Es la mejor serie que he visto en mi vida. Te mueres de risa para después retorcerte de angustia ante el drama de fondo de la prota. Es muy real y actual, sin idealismos. ¿Alguien sabe si habrá más temporadas? Por cierto, Phoebe ya había hecho una serie corta, más juvenil y menos intensa: Cratching. Tiene su sello.