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Casquería Fina: «El Rey Escorpión» y La Roca, un hombre esculpido a sí mismo.

Hace 5000 años, en la prácticamente ignota era prefaraónica, Gomorra era una ciudad sumida en el caos y la maldad; las sombras, el fuego y la muerte. Un lugar donde imperaba el dolor, la silicona, el acero y la venganza.

Modélica escenografía para la eclosión de un héroe redentor. Idílico territorio para Casquería Fina. Prototípica jornada laboral en los indómitos platós de Telecinco.

El ex-guardameta colombiano René Higuita (versión subbuteo), otrora también indudable "Rey Escorpión".

Dirigida por Chuck Russell, máximo responsable de “Eraser” y «La Máscara» -casi nada al aparato-, “El Rey Escorpión” es una rocambolesca cinta de acción -y un pirotécnico homenaje a los anabolizantes-. Una peli de aventuras fantásticas (que no una fantástica peli de aventuras); el oportuno Spin Off de la exitosa saga “La Momia”.

Protagonizada por Dwayne «La Roca» Johnson, «El Rey Escorpión» supone la primera cinta donde la megaestrella del wresling americano asume el rol de protagonista -y los emolumentos propios de tamaña responsabilidad-.

Pero La Roca, actor dotado de tanto talento como de masa muscular anda provisto un yonqui, no es el primer wrestler, ni el último, que salte desde el ring a la mucho más glamourosa y onerosa gran pantalla.

Como ilustres antecesores tenemos al mítico Hulk Hogan («Suburban Commando») o al inolvidable André El Gigante («La Princesa Prometida»). Emulando al mastodóntico Johnson nos encontramos con Dave Batista («El Hombre de los Puños de Hierro») o John Cena («Persecución Extrema»). Todos ellos, huelga decirlo, sin excesiva trascendencia en sus respectivas intentonas.

A mi humilde parecer, en el universo wrestling, cualquiera tiempo pasado fue mejor.

Pero la sinergia establecida entre cine y lucha libre no es patrimonio exclusivo de los productores norteamericanos.

Nacida como espectáculo de barraca, la lucha libre arraiga, principal y curiosamente, en tres naciones de lo más dispar: México, Japón y Estados Unidos (con nítidos elementos distintivos según la cultura acogedora).

Pero es en México donde presenta mayor y más patente enjundia folclórica. Así, los enmascarados luchadores mexicanos, ya sean rudos o técnicos, son absolutas deidades nacionales; iconos, ídolos, leyendas atemporales.

Entre dicho acrobático panteón, los célebres Blue Demon, Rayo de Jalisco o Huracán Ramirez. Pero sobre todo y ante todo, el más mítico de sus guerreros-actores: Rodolfo Guzmán, El Santo.

Santo tiene en su haber cinematográfico más de 50 películas. Todas ellas de resultado salvajemente hilarante (como imaginarán). Mis predilectas: "Santo contra la mafia del vicio", "El Barón Brákola" y "Santo Vs La hija de Frankestein".

The Rock, por su parte, ya acumula una buena nómina de taquillazos infumables en sus robustas espaldas -el último en arribar a nuestras carteleras: la sexta entrega del testosterónico ciclo Fast & Furious-.

Sin embargo, la carrera cinematográfica de Johnson se inaugura con un mero cameo, aquel que resolvía la entretenida trama de «El Regreso de la Momia». Y a raíz de dicha intervención, los creadores de la saga ven la oportunidad de estirarla mediante el personaje interpretado por The Rock: Mathayus.

La factura de gas de "El Rey Escorpión" tuvo que ser, curiosa antítesis, sencillamente escalofriante. De hecho, sólo a la altura de la minuta lumínica del enlace Aznar - Agag.

Pero Dwayne La Roca Johnson no estaba solo en su heroica empresa. Le acompañan Kelly Hu -en el papel de hermosa hechicera capaz de predecir el futuro y salir de las cloacas perfectamente maquillada-; Grant Heslov, como insufrible adlátere cómico; y Michael Clarke Duncan, encantado, obviamente, con aquello de repartir guayabas a gogó.

Escamóchale tú que a mi me da la risa, parece decirle Clarke Duncan a su amigo The Rock.

«El Rey Escorpión» no se privó de lucir sonrojantes secuelasNo me malinterpreten, hablo de sus olvidables continuaciones, no de los posibles daños cerebrales que su visionado reiterado ocasiona -que tampoco es para tanto-. Fueron dos en concreto, y lanzadas directamente al mercado DVD (como por otra parte mandan los cánones). No me atrevo a adentrarme en su entrañas. Primero por respeto a sus neuronas, y segundo y fundamentalmente, porque les estimo y estimo ya habrán tenido por hoy suficiente épica sin sentido y salvaje Casquería Fina.

Alberto G. Sánchez – @Pelucabrassi

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