Apolo 10 1/2 (Richard Linklater, 2022): nostalgia americana y colonización intelectual
De entre todos los ejercicios de nostalgia que he visto en el cine reciente, Apolo 10 ½ es el que más ha removido mis recuerdos de infancia y adolescencia. Aunque tal vez no me me haya expresado con propiedad al utilizar el posesivo «mis» en esta frase, porque ni soy americano ni viví mis primeros años de vida en los Estados Unidos de América. Teniendo en cuenta que nací en Madrid el 8 de marzo de 1977, ¿cómo explicar la morriña que me provoca esta película?
He llegado a la conclusión de que el haber crecido con el cine norteamericano de los 80 y 90 ha contribuido a que muchos nos hayamos apropiado de un imaginario ajeno que, sin la inestimable ayuda del televisor, hubiera sido propiedad privativa del pueblo yanqui. Sin embargo, este pensamiento casi involuntario colisiona de frente con mi teoría de la colonización silenciosa que el gobierno americano lleva desplegando desde antes de los años 50 del siglo pasado a través de, entre otras herramientas, la caja tonta.
Y es que no se trata de la apropiación que yo antes mencionaba en líneas superiores, sino de una verdadera contaminación que forma parte de un plan maestro para imponer el american way of life, es decir, el capitalismo más exacerbado en aquellos territorios que todavía mantienen una cierta fe en el ser humano.
Sin embargo, he de confesar que, aún rechazando ese modelo, me he sentido como en casa viendo esta película de animación de Richard Linklater que destila la calidez y la fluidez de las grandes narraciones. Es como si las escenas familiares, los sueños de infancia del protagonista e incluso sus propias vivencias evocaran una parte de mi interior que probablemente solo viví o sentí a través de la pequeña pantalla. Y es que, en ocasiones, es imposible rebelarse contra aquello que ha sido adquirido a través de los ojos y el corazón de la infancia, razón de más para vigilar los productos audiovisuales con que, «inocentemente», son bombardeados nuestros hijos.
Carlos Fernández Castro