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Debate sobre el cine español: tú no pienses, tan sólo apóyanos

Tengo la extraña sensación de que en nuestro país el debate sobre el cine español está siendo manipulado tanto por los políticos, como por los profesionales del medio audiovisual que participan en el; o estamos de su lado, o somos sus más feroces archienemigos. Tenemos que apoyar incondicionalmente sus argumentos, sin margen para la reflexión o la matización de los mismos. Una actitud que recuerda a los regímenes dictatoriales que todos conocemos. Esto suele suceder cuando hay mucho que ocultar; se trata de la clásica estrategia concebida para manipular al ciudadano, esperando que éste no reflexione y suscriba sin rechistar las decisiones o reivindicaciones de unos u otros.

Criticamos el cine americano por el maniqueísmo de sus personajes, a nuestros políticos y a sus votantes por actuar como quien apoya a un equipo de fútbol, independientemente de sus decisiones; y no queremos reconocer que en este debate sobre el cine español sucede exactamente lo mismo. «No le des más vueltas, ya pensaremos nosotros por ti, tú sólo apóyanos«. No, no y no. Pensemos en los argumentos que esgrime cada uno, y busquemos sus verdaderas motivaciones; es la única forma de crearnos una opinión propia. Probablemente coincidamos en algunos aspectos, pero os aseguro que en otros no.

En un país demócrata debería aplaudirse la variedad de criterio, porque enriquece y evita extremismos. Sin embargo, los adversarios de esta contienda vomitan su discurso, sin aceptar opiniones en contra; y lo que es peor, cuando no pueden defender su postura con argumentos de peso, se hacen los ofendidos o simplemente callan. Cuánta credibilidad. Se trata de un diálogo inútil y de muy poco valor para el ciudadano, que asiste perplejo a una lucha que no siente propia. Pero sí lo es, es mucho más nuestra que de cualquiera de ellos, porque al final, el ciudadano de a pie es el verdadero perjudicado.

En definitiva, llevamos tiempo asistiendo a un tira y afloja por unos millones de euros que han salido de nuestro bolsillo. Y sorprendentemente, a nadie le interesa nuestra opinión. Unos quieren subvencionar películas en las que ningún particular invertiría, mientras que otros pretenden tapar los agujeros derivados de su negligente gestión y de la práctica sistemática de la corrupción. Eso sí, todo en nombre de la cultura. Ninguno de ellos reclama ese dinero para ayudar al cine español; y la única forma de hacerlo es invertir en educación. Los españoles no entendemos el cine como un arte, porque no hemos sido educados en ese sentido. Nadie nos ha enseñado su lenguaje, nadie ha sembrado la inquietud en nuestros ojos.

Los que amamos el cine, somos autodidactas. Pero no todos tenemos la misma accesibilidad al Séptimo Arte, ya sea por motivos culturales, familiares, o económicos. Si no conoces algo, no puedes amarlo. En cambio, es muy fácil mostrar indiferencia hacia lo desconocido. Hagamos que el español ame, odie, o sienta indiferencia hacia el cine, con conocimiento de causa, no por inercia. Porque si mantenemos esta actitud, será la inercia la que acabe con el Séptimo Arte. ¿Es eso lo que queremos?

Carlos Fernández Castro

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