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Philip Seymour Hoffman (1967-2014)

No soy un mitómano, ni ese tipo de personas que rompen a llorar cuando fallece su cantante favorito. Tampoco soy de los que juzga a la gente a la que admiro por su vida personal. Bien poco me importa si Philip Seymour Hoffman ha fallecido a causa de una sobredosis, un ataque al corazón, de tristeza, o sencillamente por causas naturales; ni siquiera me planteo si era un grandísimo hijo de perra, un gran amigo de sus amigos, o el mejor amante del mundo. La cuestión es que, como muchos otros, ha fallecido demasiado pronto, o quizás demasiado tarde. De todas formas, ¿quién soy yo para juzgar esta cuestión?

Philip Seymour Hoffman en "The Master" de Paul Thomas Anderson

Lo que sí puedo afirmar es que tengo muchas cosas que agradecer a este rubio neoyorquino, cuyo físico renegaba de los estándares de belleza que casi todo actor debe lucir para alcanzar el estrellato. Hoffman se ganó su inmenso prestigio a golpe de grandes interpretaciones. Fue un perdedor, un embaucador, un hombre acomplejado, un tipo sensible. Fue poseedor de casi todos los defectos que puede acumular un ser humano, y casi siempre la antítesis de lo que identificamos como un triunfador.

Nunca olvidaré la primera vez que le vi en la gran pantalla…como para olvidarlo. El personaje interpretado por Hoffman, Scotty, se encargaba de recoger el sonido en las películas porno que Burt Reynolds rodaba en «Boogie Nights«; llevaba una camiseta de tirantes demasiado ajustada para su oronda figura, y cuando levantaba los brazos para ajustar la pértiga, su barriga asomaba sin disimulo. Semejante estampa no se olvida jamás. Pero lo que más me impactó fue su inquietante interpretación de tipo apocado con problemas de identidad sexual.

Philip Seymour Hoffman, 1º por la izquierda, en "Boogie Nights" de Paul Thomas Anderson

Happiness, Magnolia, La Última Noche, Embriagado de Amor, Truman Capote, Antes que el Diablo Sepa que has Muerto, La Familia Savages, Synecdoche Nueva York, Moneyball, y Los Idus de Marzo, entre otras, contribuyeron a la consolidación de una de las carreras más asombrosas y mejor construidas del cine americano reciente. La última vez que que caí rendido a sus pies, interpretaba a Lancaster Dodd, un magnífico vendedor de humo, manipulado por su codiciosa esposa y guiado por su propia ambición, que elaboraba minuciosamente los libros sobre los que posteriormente se cimentaría «La Causa» (Cienciología). Esta obra maestra se titulaba «The Master«, y en ella era dirigido nuevamente por Paul Thomas Anderson. Su interpretación confirmó lo que todos sabíamos: Philip Seymour Hoffman era un actor de primera división, y a sus 45 años había escrito su nombre con letras mayúsculas en la historia del cine.

Carlos Fernández Castro

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