Black is Black: el poder afroamericano frente al conservadurismo de Hollywood
Hasta 2001, sólo seis intérpretes negros habían ganado un Óscar; véanse Hattie McDaniel, Sidney Poitier, Louis Gossett, Denzel Washington, Whoopi Goldberg y Cuba Gooding Jr. Estamos hablando de escasos momentos de gloria para la comunidad afroamericana en más de 70 ediciones de los Premios de la Academia. Aunque no quiero centrar exclusivamente el presente artículo en el recorrido de los actores negros en la historia de estos galardones, los Óscar siempre funcionan como un buen barómetro para analizar la presencia de actores y técnicos negros en la industria hollywoodiense, por lo que los utilizaré para hablar de su evolución en la misma.
Para empezar, cabe decir que estamos hablando de un país, Estados Unidos, que, dejando de lado avances sociales, como la abolición de la esclavitud, acarrea inevitablemente el peso de acontecimientos tan censurables como el surgimiento del Ku Klux Klan o la segregación racial que llevó a la (necesaria) aparición de activistas como Martin Luther King y Malcom X (tristemente “borrados” de la vida pública). Sin embargo, los tiempos del racismo más recalcitrante van quedando atrás, a la vista de quién ocupa hoy en día la Casa Blanca. Hollywood siempre ha sentido curiosidad por mostrar estos cambios sociales en pantalla: el siglo XX comenzó con una de las películas-referencias de todo cinéfago, “El Nacimiento de una Nación” (1915) de D.W. Griffith, tan celebrada por sus aspectos técnicos como denostada en cuanto a la imagen que proyecta de los negros. El film de Griffith supone toda una apología del racismo, con el KKK como máximo exponente de la defensa de los valores tradicionales americanos. De hecho, los papeles de los esclavos negros eran interpretados por artistas blancos con la cara tiznada, ya que resultaba impropio en aquella época que los afroamericanos tuvieran roles importantes en el cine.
Aunque siempre se señale el Óscar a Hattie McDaniel como punto de inflexión a partir del cual comienza a cambiar la visión de la industria hacia los negros, lo cierto es que su papel en “Lo que el viento se llevó” (1939) es el de una esclava sureña encomendada fervorosamente a su ama Escarlata O’Hara. Tendrían que llegar los aperturistas 60’s y 70’s para que comenzase a cambiar el rumbo de los intérpretes afroamericanos en Hollywood. Era la época en la que se dejaba sentir el espíritu de Rosa Parks, con movimientos como el de los “Panteras Negras” tomando el relevo. Sidney Poitier se haría con el Premio de la Academia por “Los Lirios del Valle” (1963), cinta en la que interpreta a un joven sin rumbo que se topa con unas monjas de la RDA en un convento en medio de Arizona. Cabe decir que Poitier había sido nominado previamente por su intervención en “Fugitivos”, un film de 1958 en el que da vida a un recluso que huye de los sus captores por el sur de Estados Unidos atado por una cadena a otro convicto, Tony Curtis, racista convencido.
En otras cintas de la época, como “Matar a un Ruiseñor” (1962), Gregory Peck da vida a un abogado que defenderá la inocencia de un hombre negro acusado injustamente de haber violado a una mujer blanca. En “La Jauría Humana” (1966), por su parte, el sheriff se deja la vida en su intento de frenar la caza de un afroamericano que se encontraba en el lugar equivocado en el momento equivocado. Sin embargo, será esencialmente Poitier, emblema de toda una generación de intérpretes negros, quien monte su cruzada particular contra el “apartheid” con films como “En el Calor de la Noche” (mítico Mr. Tibbs), “Rebelión en las Aulas” o “Adivina Quién viene a Cenar esta Noche” (película en la que tiene que lidiar con los prejuicios raciales de su suegro cinematográfico, Spencer Tracy).
En plena fiebre setentera, los artistas y técnicos afroamericanos empezaron a mover su industria y desarrollaron un género propio, el blaxploitation, un cine por y para negros con “Las noches rojas de Harlem” como precursora de esta nueva ola cinematográfica. Esta cinta, dirigida por Gordon Sparks, alcanzó tal nivel de culto que se llegó a rodar un “remake” en el año 2001, “Shaft”, con Samuel L. Jackson en el papel que antaño había interpretado Richard Roundtree. Este género se identificaba con sus pegadizas bandas sonoras, con el sello de artistas como Curtis Mayfield, Isaac Hayes, Roy Ayers, Bobby Womack o James Brown. El “cine negro” parecía ir saliendo del ghetto (el llamado “race movies” durante los 50’s) con actrices tan conocidas como Pam Grier, quien protagonizaría a finales de los 90’s “Jackie Brown”, el particular homenaje de Tarantino al blaxploitation.
Ya en los 80, los alegatos contra la segregación racial se dejaban sentir con mayor intensidad: realizadores tan famosos como Spielberg , Alan Parker o Richard Attenborough rodarían cintas a favor de los derechos civiles de los negros (“El Color Púrpura”, “Arde Mississippi” y “Grita Libertad” respectivamente), mientras que directores como Spike Lee o John Singleton (quien posee el honor de ser el primer director negro en lograr la nominación al Óscar, por “Los Chicos del Barrio”,… ¡en 1991!) se erigieron en continuadores del cine afro de los 70’s. En el apartado de premios, Louis Gossett Jr. lograría el Óscar al mejor actor secundario por “Oficial y caballero” en 1982, honor que pasaría a compartir con Denzel Washington, actor puntero de la época, al hacerse éste con la estatuilla por “Tiempos de Gloria” (1989), cinta que retrata el racismo en la Guerra Civil Americana. Whoopi Goldberg seguiría los pasos de McDaniel y se haría con el galardón a la mejor actriz de reparto en 1990 por “Ghost”, resarciéndose así de su nominación fallida por “El color púrpura”. Eddie Murphy, cuyo cine distaba del academicismo de Los Ángeles, se dedicaba a romper las taquillas con su saga de “Superdetective en Hollywood” y otras cintas de similar estilo, mientras que Oprah Winfrey se mantenía hasta hace muy poco en el número uno de los talk-shows estadounidenses desde el 86. Morgan Freeman, por su parte, empezaba a hacerse un nombre en Hollywood (cintas como “Paseando a Miss Daisy” o “Sin Perdón”, ganadoras del Óscar, así lo atestiguan), al igual que un chico de Philadelphia llamado Will Smith o todo “un clásico de barrio” llamado Samuel L. Jackson (nominado al Óscar por su memorable papel en “Pulp Fiction”, de su amigo Tarantino). “Independence Day” o “Men in black” de Smith barrieron en el box-office, justo el mismo año en el que Cuba Gooding Jr. subía a recoger su estatuilla al mejor actor de reparto por decir básicamente “enséñame la pasta” en “Jerry Maguire”.
Sin embargo, ¿se había alcanzado una normalización racial en Hollywood? Estamos hablando de un momento en el que sólo se habían repartido seis premios a artistas negros en casi ochenta años de Óscars, a Michael Jackson ya le empezaba a “pesar la corona”, Spike Lee se intentaba montar su “I have a dream” particular (su película “Haz lo que debas” no fue acogida del todo bien por la crítica) y los guionistas de “El informe pelícano” cambiaban el libreto para que el personaje principal, interpretado por Denzel Washington, no mantuviese relaciones sexuales con Julia Roberts en el film. Sí que es cierto que se había superado el rol de sirvientes, primero (años 50’s), y delincuentes después (60’s-70’s), con el que se les solía caracterizar a los afroamericanos en pantalla, pero aún quedaba camino por recorrer. Quizá el punto de inflexión podría situarse en la gala de los Óscar del 2001: Denzel Washington, que se había ido con las manos vacías de pasadas ediciones desde que ganara la estatuilla en 1989 y asistía como nominado por “Training Day”, sentía que la inclusión de actores negros en las nominaciones sólo se debía a una cuestión “de cortesía”, de “rellenar la cuota racial”. Sus actuaciones en las cintas “Malcom X” o “Huracan Carter” no habían sido valoradas del todo, por lo que sus esperanzas de alzar el galardón parecían muy remotas. Además andaba por allí Russell Crowe, máximo favorito por “Una Mente Maravillosa”. Will Smith también estaba en la terna por hacer de Cassius Clay en “Ali”, mientras que Halle Berry optaba al premio a la mejor actriz principal por “Monster’s Ball”. Ninguna afroamericana lo había ganado, ya que McDaniel y Goldberg lo lograron a la mejor interpretación femenina secundaria. En este ambiente de incertidumbre, ¿qué es lo que ocurrió finalmente?: Washington y Berry ganaron el Óscar en un doblete histórico, justo el mismo año en el que el mítico Sidney Poitier recibía el galardón honorífico. Fue un golpe directo a la línea de flotación del conservadurismo USA.
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A partir de este momento, la presencia de actores en la “gran fiesta del cine” empezó a ser frecuente… ¿para cumplir la cuota racial? Así lo afirman las malas lenguas, pero con los datos en la mano, el reconocimiento crítico hacia los negros en Hollywood creció exponencialmente: Jamie Foxx ganó el galardón por hacer de Ray Charles en “Ray”, justo en la misma edición en la que Morgan Freeman lograba el (merecido) reconocimiento por el film de Eastwood “Million Dollar Baby” en 2005 al mejor actor secundario, venciendo al propio Foxx que había hecho doblete en las nominaciones y se había colado en el apartado de reparto por “Collateral”. En la gala siguiente fue premiado el primer film africano de la historia con la estatuilla a la mejor cinta en habla no inglesa (la sudafricana “Tsotsi”) y en 2007 se produjo el hecho histórico de reunir entre las nominaciones en interpretación a cinco artistas negros: Will Smith, Forest Whitaker (ganador), Djimon Hounsou, Eddie Murphy y Jennifer Hudson (ganadora).
Suma y sigue: tras varias nominaciones a afroamericanos, el año 2009 quedó marcado por el estreno de “Precious”, una cinta que llegó a acumular seis nominaciones a los premios de la academia, entre ellas la segunda para un director negro (Lee Daniels) y dos en el apartado de interpretación. Mo’Nique acabó levantando la estatuilla a la mejor actriz secundaria por hacer de una madre autoritaria que no deja vivir a su hija, siendo premiado asimismo el guionista, Geoffrey Fletcher, quien se convirtió en el primer afroamericano en ganar el Óscar en esta categoría. La última conquista “negra” en los Oscar tuvo lugar el año pasado, cuando la cinta “Criadas y señoras” llevó de nuevo el problema racial a la palestra. El film contaba la historia de la segregación vivida por los negros en el Mississippi de los años 60’s a través de los ojos de una inocente chica blanca interpretada por Emma Stone. La afroamericana Octavia Spencer se hizo con la estatuilla a la mejor actriz de reparto por hacer de una mujer dedicada exclusivamente al servicio a los blancos.
En definitiva, podríamos decir que, viendo la producción hollywoodiense de los últimos años, la industria se está caracterizando por un mayor progresismo: desde el “despacho Oval” hasta la cima del box-office (este mismo año el film de temática racial “Django desencadenado” de Tarantino), los afroamericanos empiezan a salir del “ghetto” en el que se encontraban desde hace décadas. Sigue habiendo voces críticas (Spike Lee ya ha puesto el grito en el cielo por la excesiva cantidad de “niggas” que se escuchan en “Django”) pero, como dice Denzel Washington en su papel de Malcolm X: “¡Antes de que existiera un lugar llamado América ya éramos negros!”. Amén.
Jorge Dolz