Atardecer (Napszállta, 2018)
Nota: 6,5
Dirección: László Nemes
Guion: László Nemes, Clara Royer, Matthieu Taponier
Reparto: Juli Jakab, Vlad Ivanov, Susanne Wuest, Uwe Lauer, Christian Harting, Levente Molnár, Urs Rechn
Fotografía: Mátyás Erdély
Duración: 142 Min.
La cámara no se aleja más de sesenta o setenta centímetros de Irisz en la mayor parte del metraje de Atardecer, segundo largo de László Nemes tras su sorprendente y premiado debut con El hijo de Saúl (2015). También en esta última película el director apostaba por colocar su objetivo bien cerca del protagonista absoluto, aquel preso judío encargado de quemar los cadáveres gaseados en el campo de concentración. Esa opción estética puede venir exigida, en parte, por la identificación del espectador con el personaje, con quien se puede compartir no sólo el punto de vista cognitivo, sino también el visual, lo que refuerza la participación psicológica con los intereses, miedos, dudas, dilemas, fracasos o esperanzas que albergue el protagonista.
A diferencia de otras muchas películas articuladas a partir del punto de vista correspondiente a un personaje, Nemes fuerza un encuadre restrictivo con planos muy próximos que subordinan la localización física y el propio espacio dramático a la presencia del rostro y la figura humana, sin que tampoco el fuera de campo adquiera valores semánticos. Por ello, más que contar una historia, sigue con la cámara a un personaje cuyo futuro es incierto; y se omite todo pasado o apenas se dan datos sobre cada suceso del presente, como si la película fuera el resultado de una elección por puro azar de una persona a quien seguir. Sin embargo, a pesar del protagonismo absoluto de un personaje y de ese seguimiento tan cercano las dos películas tienen un resultado de cierta aspereza, de distanciado pesimismo o dramatización enfriada. En ambas películas hay un trasfondo bélico y bastante violencia que afecta necesariamente a los protagonistas, pero las emociones del espectador quedan un tanto atenuadas por el tratamiento dado.
Creo que El hijo de Saúl era una película más clara en su planteamiento y más fácil de seguir. Confieso que Atardecer me ha costado mi trabajo, porque el deambular con una sucesión inacabable de sorpresas que vive Irisz me afecta lo justo: quizá falta empatía porque se ahorran demasiados datos. Creo que el espectador se queda entretenido en especular sobre el pasado de Irisz, la personalidad de su hermano, la relación con la nobleza, la especie de concurso para ir a la corte, el contexto prebélico de protestas sociales… como para sintonizar con lo que vive en cada momento.
Nemes sitúa la acción en el Budapest de 1913. Más que escribir una historia, ha pergeñado unos apuntes sobre un personaje que es testigo del clima de la desaparición del imperio austrohúngaro y del estallido de la Gran Guerra; es decir, lleva a cabo una especie de ensayo donde viene a plantear la actualidad de la crisis de hace cien años, con fuertes paralelismos en las confrontaciones ideológicas, las formas de neofascismo y antisemitismo, las tensiones territoriales en Europa, la apelación a las identidades, grupos pseudocientíficos, sospecha ante el optimismo, etc. según explica el director en su presentación de la película.
No va a ser fácil para el gran público apreciar estas sutilezas. Hasta los cinéfagos tenemos que esforzarnos por seguir la historia, aunque sea encomiable un estilo que busca la innovación narrativa y se evidencie el trasfondo de crisis que al cineasta le interesa por encima de todo.
José Luis Sánchez Noriega