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El Lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street) (2013)

Nota: 6

Dirección: Martin Scorsese

Guión: Terence WInter (Libro: Jordan Belfort

Reparto: Leonardo di Caprio, Jonah Hill, Margot Robbie, Rob Reiner, Jean Dujardin, Matthew McConaughey, Kyle Chandler, Jon Favreau, Jon Bernthal

Fotografía: Rodrigo Prieto

Duración: 179 Min.

Espero estar equivocado, pero mucho me temo que Martín Scorsese empieza a ser el vago reflejo de lo que un día fue. Un director que en su momento fue capaz de reinventar el cine de gángsters; que retrató la América esquizofrénica post Vietnam, a través de los ojos de un taxista confuso; que reflejó cómo la hipocresía y el puritanismo de la sociedad neoyorquina de finales de S. XIX, prevalecían sobre el amor, la compasión, o cualquier otro sentimiento humano. «El Lobo de Wall Street» es el Scorsese actual intentando recuperar las señas de identidad del Scorsese de «Uno de los Nuestros» y «Casino».

«El Lobo de Wall Street» es una caricatura involuntaria del cine que convirtió al director italoamericano en uno de los más importantes de las últimas décadas. Parece como si el bueno de Martin hubiera querido reinventarse, adaptando a los nuevos tiempos el estilo narrativo con el que triunfó en los años 90. Desgraciadamente, el resultado dista mucho de la excelencia, y tampoco logra hacernos olvidar sus últimos tropiezos (El Aviador, La Invención de Hugo).

Durante la primera media hora, asistimos a la resurrección de un mito: la voz en off marca de la casa, el joven protagonista que quiere comerse el mundo, el montaje frenético de Thelma Schoonmaker… En definitiva, todo invita a pensar que estamos ante una versión 2.0 de «Uno de los Nuestros» o «Casino». Incluso la fugaz intervención del personaje interpretado por un carismático Matthew McConaughey, hace presagiar que Scorsese está en plena forma, y atento a los detalles más insignificantes para hacernos comprender el mundo en el que estamos a punto de sumergirnos.

Desgraciadamente, las únicas similitudes entre estas dos películas y «El Lobo de Wall Street», acaban siendo las resonancias mencionadas en el párrafo anterior. El estilo no es suficiente cuando los pilares sobre los que descansa carecen de la solidez necesaria para sostener el conjunto. Estamos ante un caso evidente de un decepcionante fondo envuelto por una deslumbrante forma; o lo que es lo mismo, un guión y una dirección que no están a la altura de la estética del film.

Terrence Winter, experto en guionizar series de televisión, transmite la sensación de no haber sabido sintetizar las memorias de Jordan Belfort. Su guión adolece de una escritura redundante, que no encaja en la concreción que exige el formato cinematográfico. Quizás debido a un excesivo respeto por el material original, o tal vez para no sacrificar el potencial comercial  del sexo y las drogas, protagonistas de innumerables secuencias del film. Sin embargo, el precio es demasiado alto; a lo largo del metraje, el espectador tropieza una y otra vez con imágenes reiterativas que no aportan información y dilatan la narración innecesariamente.

El guionista encuentra en Martin Scorsese a su mayor aliado. El director no sólo abraza los excesos de Winter, sino que se recrea en la planificación de numerosas secuencias, que podrían haber sido resueltas de una manera mucho más expeditiva. Sin ir más lejos, aquella en la que los personajes interpretados por Leonardo di Caprio y Jonah Hill son víctimas de una sobredosis involuntaria, es el paradigma de los principales defectos del film. A pesar del bombardeo de planos, cortesía de Thelma Schoonmaker, la narración carece de ritmo y no avanza con la fluidez necesaria. Scorsese está más preocupado en ser gracioso e imitar los diálogos de Quentin Tarantino, que en relatar la historia que tiene entre manos.

Sin embargo, sería de necios omitir la deslumbrante estética de esta película. El director de «Taxi Driver» se rodea de profesionales de primer nivel; un director de fotografía de renombre (Rodrigo Prieto, responsable de la estética de «Brokeback Mountain» o «Argo»), un magnífico diseño de producción que hace creíble el mundo en el que se mueve su protagonista… Asimismo, el reparto al completo brilla con una intensidad cegadora, desde la sorprendente Margot Robbie, pasando por el ascendente Jonah Hill y Rob Reiner, que hace gala de una sorprendente vis cómica.

Malas noticias para Martín Scorsese, porque el verdadero rey de esta función es Leonardo di Caprio. Él sostiene «El Lobo de Wall Street» en todo momento y logra que sus interminables 180 minutos de metraje merezcan la pena. Él hace que pasemos por alto la mirada compasiva del film hacia un canalla como Jordán Belfort, como si se tratara de los gángsters que el cine de los años 30 retrataba como héroes románticos. Incluso él es el responsable de que Martin Scorsese mantenga la pasión por hacer cine y siga intentando recuperar el favor de sus incondicionales. «El Lobo de Wall Street» demuestra que el director está en el buen camino, pero aún lejos de su destino.

Carlos Fernández Castro

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