Jackie (2016)
Nota: 8,5
Dirección: Pablo Larraín
Guión: Noah Oppenheimer
Reparto: Natalie Portman, Peter Sarsgaard, Billy Cudrup, John Hurt, Greta Gerwig, Richard E. Grant
Fotografía: Stéphane Fontaine
Duración: 93 Min.
La voz de un verdadero autor se detecta cuando nos enfrentamos a una película que asume el compromiso de retratar a un personaje ilustre. En el caso de Jackeline Kennedy hubiese sido muy fácil recurrir a la sección amarilla de la hemeroteca y a los libros de historia para cocinar la receta perfecta que destilara el suficiente morbo como para atraer al gran público. Pero Jackie no es un biopic y Pablo Larraín no es un director convencional. Aun interesado en la recreación de acontecimientos de interés general (No) y en el análisis de grandes personalidades (Neruda), el chileno siempre ha antepuesto la reflexión al sensacionalismo y el #nofilter al Photoshop.
Esto no significa que el director de Post mortem haya ignorado el trágico suceso que marcó la existencia de la viuda de América. De hecho, el guión de Noah Oppenheim propone el asesinato de John Fitzgerald Kennedy como el epicentro argumental del que fluyen las diferentes líneas narrativas del film. De alguna manera, la contraposición entre el antes y el después de semejante terremoto emocional permite deconstruir la compleja personalidad de una mujer que siempre se debatió entre el ser y el parecer, el querer y el deber. Una mujer que, como intuimos del emocionante plano final, ama a su marido pero encuentra en su trágico fallecimiento la oportunidad de brillar en solitario.
Por esa misma razón, las imágenes de Larraín condenan a Natalie Portman a la soledad del primer plano, al escrutinio de la mirada de un espectador que tiene acceso a sus pensamientos más íntimos, a mostrar las contradicciones de una mujer que no alcanza a armonizar el verbo, el pensamiento y el comportamiento. Porque Jackie revela la existencia de diferentes Jackeline Kennedy, merced a un guión poliédrico que proporciona varios contextos destinados a catalizar cada una de sus versiones: un reportaje para la televisión en el que Jackie muestra la Casa Blanca, una entrevista que sirve para invocar todo tipo de recuerdos del pasado, el momento en el que la bala colisiona en el cráneo del presidente y las reacciones inmediatamente posteriores, ese velo negro que muestra los claroscuros de una viuda al borde del abismo…
Pero el triunfo de Larraín no sólo radica en la magnífica recreación (tal y como funcionan nuestros recuerdos: cronológicamente desordenada) de esas vivencias ya conocidas, sino en la concepción de los pequeños detalles que suelen ausentarse en las imágenes de archivo o en las memorias autorizadas. Al margen de los hechos objetivos, director y guionista construyen los verdaderos pilares sobre los que se erige el dramatismo del film: Jackie se desprende de sus medias ensangrentadas y arranca a llorar, Jackie y Bobby Kennedy discuten sobre los pormenores del funeral de estado, Jackie es incapaz de contener los nervios antes de mostrar al pueblo americano las dependencias de la Casa Blanca.
Sin embargo, Jackie no sería la misma película sin la magnífica aportación de Mica Levi, que añade un plus de expresividad a los ya de por sí intensos planos del film. Estamos ante una partitura que canaliza el sufrimiento de la protagonista y es capaz de expresar, de una manera tan contenida como obsesiva, las turbulencias emocionales que se intuyen tras el rostro de una magnífica Natalie Portman. En manos del chileno, el resultado final termina siendo superior a la suma de sus elementos, demostrando una capacidad innata para convertir el biopic de toda una celebridad en una película de Pablo Larraín y no sobre Jackeline Kennedy.
Carlos Fernández Castro