Juegos Sucios (Cheap Thrills) (2013)
Nota: 7,5
Dirección: E. L. Katz
Guión: Trent Haaga, David Chirchirillo
Reparto: Pat Healy, Ethan Embry, Sarah Paxton, David Koechner, Amanda Fuller, Brighton Sharbino
Fotografía: Andrew Wheeler, Sebastian Winterø
Duración: 83 Min.
¿Cuánto vale tu dignidad? Cuando acabes de ver “Juegos Sucios”, probablemente pensarás de forma distinta a como lo haces ahora. “Depende del dinero que tenga en los bolsillos, mi estado de ánimo en ese momento, o incluso de lo juguetón que me haya despertado por la mañana” afirmarían algunos. Porque aunque no lo creáis, nuestro precio cotiza en numerosos mercados que habitualmente no podemos controlar.
Con el eco reciente de “Relatos Salvajes”, podríamos considerar 2014 un año excepcional en lo referente a la calidad de las comedias negras estrenadas. Desgraciadamente, se trata de un subgénero tan incomprendido como difícil de ejercitar sin caer en el mal gusto o en la escatología más gruesa. No es el caso de «Juegos Sucios», una película que recurre brillante y justificadamente a la violencia explícita, con el pretexto de poner a prueba la dignidad de dos pobres diablos y satisfacer el morbo de una pareja más allá del sadismo.
Curiosamente, la comicidad proviene de situaciones que deberían provocar compasión. De ahí el sabor agridulce que provoca su visionado. El patetismo de la situación que viven los protagonistas divierte por su originalidad, pero también aterra por lo fácil que resulta ponerse en su lugar. Porque lejos de ser un mero entretenimiento, «Juegos Sucios» es el reflejo de una sociedad que vive condicionada por el poder y la sumisión que puede generar la abundancia y la escasez de dinero respectivamente.
Craig y Vincent no son más que el reflejo de nosotros mismos: algunos realizamos un trabajo con el que no nos sentimos realizados (por dinero), somos gobernados por unos políticos que ignoran nuestras necesidades y están al servicio de las grandes fortunas (porque tienen dinero), compramos objetos producidos bajo lamentables condiciones laborales, que ilícitamente enriquecen las arcas de algunas empresas (porque tienen el dinero para vendar los ojos de la justicia)… Por el contrario, Colin y Violet representan ese poder obtenido por medios lícitos o ilícitos; imponen las reglas de un juego perverso en el que ellos mandan y nosotros obedecemos o nos rebelamos dependiendo de nuestras circunstancias.
Ante semejante planteamiento, ¿cómo no sentirse identificado con los protagonistas de «Juegos Sucios»? Sin embargo, la empatía del espectador es incondicional cuando el comportamiento de Craig y Vincent es consecuencia de la necesidad, mientras que desaparece cuando la codicia cobra el protagonismo de sus actos. En un principio, Craig entra en el juego que propone Colin («por cada chupito de tequila que bebas, te doy 50 dólares», por ejemplo) para poder pagar sus deudas pendientes. Pero llega el momento en el que la posibilidad de obtener dinero fácil ciega sus sentidos.
Merced al sensacional guión de Haaga y Chirchirillo, asistimos a una evolución creíble de los personajes, en un contexto tan improbable como representativo de nuestras fantasías más recurrentes. «Juegos Sucios» no responde preguntas como ¿cual es tu precio?, ¿por cuanto dinero harías (o te dejarías hacer) tal o cual cosa?, o ¿qué factor delimita la pérdida de la dignidad?, pero sí propone un cambio en la forma de afrontar dichas cuestiones. En este sentido, el debut de E. L. Katz no solo es una de las propuestas más atrevidas e ingeniosas de nuestra cartelera, sino que propone unas reflexiones que no convendría ignorar y un estudio revelador del compleja e indescifrable comportamiento humano.
Carlos Fernández Castro