Perdida (Gone Girl) (2014): la verdad es la respuesta, no la solución
Nota: 8,5
Dirección: David Fincher
Guión: Gillian Flynn (Novela: Gillian Flynn)
Reparto: Ben Affleck, Rosamund Pike, Kim Dickens, Neil Patrick Harris, Tyler Perry, Patrick Fugit
Fotografía: Jeff Cronenweth
Duración: 149 Min.
En 2011 David Fincher decidió acometer la segunda adaptación cinematográfica de la saga literaria «Millennium», trilogía escandinava que ya había sido llevada a la gran pantalla por Niels Arden Oplev. Ciertamente, la temática y el tono de la historia se ajustaban a su estilo como anillo al dedo, pero no así el aroma que desprendía a producto e usar a tirar. El decepcionante resultado de dicha maniobra hizo saltar las alarmas: ¿había caído el director en las redes del Hollywood más comercial, o simplemente se trataba de una concesión puntual? Nunca lo sabremos a ciencia cierta, pero lo que sí podemos afirmar es que «Pérdida» nos devuelve su mejor versión: potente, retorcido, y más intenso que nunca.
Explicar el argumento de «Perdida» no es tarea fácil. El mero hecho de intentarlo nos invita a tomar conciencia del magnífico trabajo realizado por su director. Sorprende su claridad en la exposición y en su manejo del tempo narrativo, virtudes que facilitan la absoluta sumisión del espectador a esta montaña rusa de giros de guión y cambios de tono. David Fincher orquesta su nueva sinfonía en tres movimientos: el primero es dominado por intriga, el segundo transforma la película en un thriller de una intensidad estremecedora, mientras que el tercero fusiona las dos líneas argumentales que guiaban la narración desde la primera secuencia del film, para regalarnos un ejercicio magistral de suspense.
El director mantiene intacta su obsesión por explorar el lado oscuro del ser humano. De alguna manera, «Seven», «El Club de la Lucha», o «La Red Social» encajan a la perfección en el mismo árbol genealógico al que también pertenece su último trabajo. Pero ninguna de ellas guarda tantas semejanzas con «Perdida» como «The Game». La película protagonizada por Michael Douglas zarandeaba al espectador de principio a fin, planteando un juego perverso en el que realidad y ficción eran las dos caras de una misma moneda. En esta ocasión, las reglas de ese juego permanecen intactas, pero David Fincher juega sus cartas con una elegancia, una sobriedad, y un dominio de la técnica narrativa, que evidencian su magnífica evolución como cineasta.
A diferencia de la película rodada en 1997, podríamos etiquetar «Perdida» como un thriller matrimonial, subgénero (¿acaso lo es?) poco atractivo que en manos del director americano adopta una nueva dimensión. Un buen día, un tipo llega a su casa y descubre que su mujer ha desaparecido. Debido a ciertos signos de violencia y a su paradero desconocido, todo indica que ha sido víctima de un asesinato o de un secuestro. David Fincher echa mano de todos sus recursos para mantener la atención del espectador a lo largo y ancho del extenso metraje, y el resultado es una obra que complace por igual al público más palomitero y al más cinéfilo. De hecho, su intensidad es tan descomunal que impide una digestión improvisada de todas las reflexiones propuestas, emplazándonos a un análisis posterior de las mismas.
El sensacionalismo de los medios de comunicación, los atentados que se infringen a la presunción de inocencia en los casos de violencia de género masculina, la importancia de la institución familiar en situaciones límite… Fincher se atreve incluso a mostrar su particular visión sobre el matrimonio: un reto extraordinario cuya conquista exige buenas dosis de sacrificio y comprensión para evitar no sólo el fracaso, sino posibles brotes de rencor, resignación, y venganza que hagan peligrar su estabilidad. De alguna manera, los dos puntos de vista que permanentemente conviven en una relación de pareja son articulados mediante una estructura narrativa en constante mutación. Como es habitual en su cine, la eterna lucha entre la percepción subjetiva de los hechos y la realidad objetiva, cobra una importancia vital en el desarrollo del argumento.
Mientras tanto, en toda esta vorágine de personajes oscuros y tramas indescifrables, encontramos un resquicio de inocencia y pureza que parece reclamar nuestra complicidad. La hermana del protagonista, interpretada magistralmente por Carrie Coon, se muestra desorientada, traicionada, y deseosa de conocer una verdad. Pero no estamos ante un director convencional, así como tampoco lo estamos ante una película normal y corriente. Al igual que en el mundo real, la verdad no es la solución a todos nuestros problemas, sino la respuesta a una pregunta que no tiene porque ser agradable.
Carlos Fernández Castro