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Quiéreme si te Atreves (Jeux d’enfants) (2003)

Nota: 8

Dirección: Yann Samuell

Guión: Yann Samuell

Reparto: Guillaume Canet, Marion Cotilliard

Fotografía: Antoine Roch

EN POCAS PALABRAS (para los impacientes)

La primera vez que vi esta película, me resulto de lo mas original y refrescante; su estética, muy en la línea de «Amelie», su argumento y su ritmo frenético eran la mejor carta de presentación y garantizaban una repercusión mas allá de Bélgica, su país de origen.

Así fue, aunque sus responsables olvidaron un pequeño detalle; por aquel entonces Guillaume Canet (Pequeñas Mentiras sin Importancia, Juntos Nada Mas) era un absoluto desconocido fuera de las fronteras francesas y Marion Cotilliard (Origen, Pequeñas Mentiras sin Importancia) no había ganado un Óscar por su interpretación en «La Vida en Rosa», convirtiéndose en una de las actrices mas importantes del panorama cinematográfico. La película pasó absolutamente desapercibida, pero al menos llego a nuestras salas, y algunos incluso tuvimos la suerte de poder verla en la gran pantalla.

SI QUIEREN PROFUNDIZAR…

Su argumento es bastante sencillo de explicar: Julien (Guillaume Canet) es un niño imaginativo e inquieto; su madre, que sufre una enfermedad terminal, le adora, y su padre, demasiado preocupado por el estado de su mujer, nunca le prestó demasiada atención. Sophie (Marion Cotilliard) es una chica polaca que se avergüenza de su familia desestructurada; es víctima del rechazo del resto de los niños, a excepción de Julien, que desde el primer momento conecta con ella a través de un juego divertido, atrevido y, en ocasiones macabro, en el cual quién gana, se queda con una noria de hojalata. Pero llega el momento en que la vida deja de ser un juego…

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En principio puede parecer una simple gamberrada, pero a medida que avanza el metraje, Yann Samuell va introduciendo variantes en la relación de los dos protagonistas, complementando el juego de niños a que hace referencia el título original de la película; porque realmente, aunque ambos crezcan y se sumerjan en vidas aparentemente adultas, siguen manteniendo ese espíritu pueril. Las apuestas no son más que la forma que tienen de constatar que el otro no ha perdido esa inocencia, esa ilusión de mantener un pie en la vida real y el otro en un mundo de ensueño, donde no hay lugar para la vergüenza, las reglas sociales y las enfermedades. Y no es otro mundo sino aquel en el que se aman secretamente y en el que es difícil permanecer, razón por la cual toman una última decisión que impedirá que la vida real y sus exigencias vuelvan a separarlos.

Afortunadamente, Samuell sabe equilibrar el tono romántico de la historia, logrando no resultar empalagoso a través de los atrevimientos de cada uno de los protagonistas; en ocasiones, pueden llegar a resultar macabros y crueles, pero ¿quién se atrevería a discutir las gamberradas de Marion y Guillaume tratándose de amor?

Carlos Fernández Castro

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