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Placeres Inconfesables: Risky Business (1983)

«A veces en la vida hay que decir ¡Pero qué coño!» Esta expresión resume contundentemente el mensaje de «Risky Business«, una de esas películas de adolescentes que era la piedra angular de tu cultura cinematográfica en tus años mozos, y evitas volver a ver para ahorrarte una decepción casi segura. Sin embargo, he de reconocer que «Risky Business» me ha sorprendido agradablemente en este nuevo visionado, más de 25 años después de mi primera vez.

Y es que la película que lanzó al estrellato a Tom Cruise, no sólo contiene momentos cinematográficos de mucha clase y buen gusto, sino que resulta entretenida y bastante interesante desde el punto de vista de la temática que plantea: el carpe diem. En cierto modo, recuerda a películas de la época, como «Todo en un Día», aunque podríamos afirmar que es menos divertida y más profunda.

Joel es un adolescente de clase media-alta en plena efervescencia hormonal, que vive estrechamente controlado por sus progenitores, y en breve será entrevistado por una de las universidades más importantes del país. Efectivamente, el guión de su vida está cuidadosamente escrito y no admite improvisaciones. Un buen día, sus padres se marchan de viaje y le dejan sólo en casa, sabedores de su alto sentido de la responsabilidad. Aquí es cuando entra en liza el «¡pero que coño!».

De alguna manera, lo que engancha al espectador al ver esta película es la inevitable identificación que siente con su protagonista. Harold Becker, director de la cinta, lleva las situaciones al límite, sin permitir que dicha circunstancia dañe la claridad de su discurso. La vida es muy corta como para malgastarla, obedeciendo al pie de la letra normas sociales estúpidas e irracionales; de vez en cuándo hay que soltarse el pelo y cuestionar ciertos «dogmas de fe» que nadie se ha molestado en justificar. Eso sí, cuidado con los excesos.

Una vez más, el cine americano aborda la adolescencia como una etapa crucial en la vida de toda persona. Y no es para menos. Joel empieza a sentir curiosidad por todas las tentaciones que la vida le brinda: sexo, dinero, alcohol…quiere sentirse libre por primera vez, tomar decisiones, dejar de obedecer órdenes sistemáticamente, satisfacer sus instintos. En este sentido, el personaje interpretado por Rebecca de Mornay, una de las actrices que más pasiones levantó en los años 80, es el anzuelo perfecto para llevar a Joel a un desenlace previsiblemente desastroso.

Pero si hay algo en lo que destaca esta película es en su capacidad de sorpresa y en su enorme atrevimiento. Es fácil hacer una lectura simplista sobre lo que le sucede a Joel desde el momento en que decide liarse la manta a la cabeza, pero todo es más complejo de lo que parece a primera vista. Todo lo que sucede a lo largo del metraje, es un anticipo de lo que Joel va a encontrarse a partir de su futura emancipación, una metáfora de los aspectos positivos y negativos de la edad adulta. En definitiva, una lucha a vida o muerte entre el riesgo y la responsabilidad.

Cuando somos adolescentes, vivimos una ficción que parece confirmar nuestra libertad absoluta para equivocarnos, para soñar, para moldear nuestra personalidad, para elegir nuestro futuro… Pero en el fondo, estamos teledirigidos. Muchos han interpretado que Harold Becker y su «Risky Business» nos invitan a pasear por el lado salvaje, y a vivir experiencias intensas de vez en cuando. Es posible. Personalmente, creo que plantea la siguiente cuestión: ¿estás dispuesto a asumir las consecuencias de un «¡pero qué coño!» en toda su dimensión?

Carlos Fernández Castro

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