Klimt y Schiele, Eros y Psyche (2018)
Nota: 6
Dirección: Michele Mally
Guion: Arianna Marelli
Reparto: Documental, Rudolf Buchbinder, Alfred Weidinger
Fotografía: Michele Mally
Duración: 90 Min.
En su soberbia autobiografía El mundo de ayer, Stefan Zweig da testimonio del proceso de desmoronamiento de las evidencias que tuvo lugar en torno a la transición entre los siglos XIX y XX, y que culminó con la descomposición del Imperio Austrohúngaro y el estallido de la Primera Guerra Mundial. De un modo preciso y poético, ubicando el relato en su Viena natal, Zweig narra cómo lo que hasta ayer había sido válido se demostraba hoy inútil o falso. La sociedad vienesa -y, a gran escala, la europea- se vio aquejada de un repentino complejo de Edipo, que le llevaba a poner en cuestión todo lo heredado, a querer matar a los padres en las artes y en las ciencias. La música de Schönberg se volvió atonal, la de Mahler atormentada; Arthur Schnitzler comenzó a poner en escena toda la podredumbre que se ocultaba bajo la máscara pomposa de la alcurnia vienesa, apoyado en las ideas de su amigo Freud, el gran iconoclasta, el demiurgo que vino a decirnos cuán equivocados estábamos en básicamente todo. Que tal situación debía también tener un impacto en las artes pictóricas era poco menos que inevitable. Los pintores, acaso más conscientes de lo que estaba sucediendo a su alrededor, decidieron manifestar el espíritu de la ruptura incluso en el nombre que se dieron. Ellos eran la Secesión. Un grupo heterogéneo en el que destacaron dos brillantes luceros: Gustav Klimt, como la gran figura de transición a caballo entre las épocas, y Egon Schiele, su mayor admirador, el hombre del trazo rápido y el gesto macabro, el verso suelto sin descendencia ni genealogía, el gran terapeuta de las artes plásticas.
Llegados a este punto, una confesión: el párrafo anterior no surge del interés del que suscribe por el arte y la cultura austríacas, ni por haber pasado una década en ese país. La síntesis emana espontánea, como mero resumen del documental Klimt y Schiele. Eros y Psique. No se debe buscar en él una gran satisfacción cinematográfica, no estamos ante Caras y lugares (Agnes Várda, 2017) ni nada que se le parezca. Ciertamente, el film es técnicamente impecable, pero todo en él, comenzando por el formidable guion, está supeditado a su carácter divulgativo. Si se acepta esta premisa, y no se espera de él lo que no es, el largometraje resulta verdaderamente interesante, en su relato de un tiempo clave en la historia reciente. Y más relacionado de lo que podríamos pensar con esta esa otra época de incertidumbre que nos ha tocado vivir.
Rubén de la Prida Caballero