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La Profesora de Parvulario (Haganenet) (2014)

Crítica de ‘La Profesora de Parvulario’, de Nadav Lapid – No es país para impíos

the kindergarten teacherNota: 9

Dirección: Nadav Lapid

Guión: Nadav Lapid

Reparto: Sarit Larry, Avi Shnaidman, Lior Raz, Gilad ben David, Ester Rada, Guy Oren, Yehezkel Lazarov

Fotografía: Shai Goldman

Duración: 120 Min.

Cuando un director ha definido con tan solo dos películas una constante temática, un peculiar y desconcertante tono narrativo, y además termina haciendo relevante su exigua filmografía, entonces estamos ante un autor que merece ser analizado con detenimiento. Nadav Lapid fija su foco de atención en la más rabiosa contemporaneidad de su país: Israel. Crítico, mordaz y también valiente y arriesgado, su cine es tan confortable como un dedo hincado permanentemente en la cuenca de los ojos.

En Ha-shoter (2012), la fragmentación del relato en un díptico observacional sobre policías y terroristas, remitía a la profunda violencia institucional que anida en las raíces hebreas. Después de la brillantez de su obra inaugural, la “profecía” de su maestría cinematografíca encuentra una estremecedora “epifanía” en la recién estrenada The kindergarten teacher (2014).

La profesora de parvulario, Nira, empieza a detectar en uno de sus alumnos, Yoav, una sorprendente y anacrónica habilidad para la poesía. El niño es capaz de escribir sobre el dolor de la pérdida o de la frustración amorosa con desarmante madurez. En ese momento, la película muestra sin efectismos y frío desconcierto el proceso de vampirización de los adultos hacia las generaciones más jóvenes. Tanto la profesora como la cuidadora del niño, actriz de vocación, utilizan sin pudor las creaciones de éste en sus clases de poesía y en sus audiciones respectivamente. Ambas admiten en los poemas una autoría que no les pertenece.

La profesora de parvulario

La profesora, de la que vemos más interés hacia el prodigioso alumno que hacia sus propios (e invisibles) hijos, empieza a adentrarse en los pantanosos terrenos de la locura. Con conductas de indudable naturaleza sociopática, expulsa a la cuidadora de la esfera de Yoav para otorgarse a sí misma una privilegiada posición junto al pequeño. El director teje entonces una inteligente maraña de espejos entre la profesora y el Estado de Israel. Un país que ha debido crecer en permanente conflicto bélico se ha visto obligado a convertir la educación en pura instrucción. El militarismo israelí revela su gran significación nacional en la forzosa despedida del hijo mayor de Nira, debido a la orden de su traslado al Ejército. Tampoco queda lejos de este integrismo al que apunta el film, la escena en que la profesora reconstruye con los niños un episodio histórico del sionismo; los fieles hebreos defendiéndose del cruel Nabucodonosor. No es país para disidencias parece clamar el relato.

La apuesta formal del film ofrece hermosas ráfagas de luminosa poética en medio del desapacible trasfondo. Lapid rueda en el primer tercio del film un inocente juego entre dos niños en el patio del parvulario. La cámara los acompaña saliendo de la clase y correteando por los columpios y toboganes; apenas un minuto de un limpio travelling circular filmado en plano secuencia. De nuevo en una de las habituales asambleas del parvulario, un plano largo recorrerá las intervenciones del los infantes. Los círculos y su contradictoria significación: la pureza y perfección de esas figuras geométricas representando a los más pequeños, y sin embargo el círculo que manifiesta el estatismo de los adultos al volver al mismo punto de partida (cerrar el círculo).

la-profesora-de-parvulario

La película devuelve constantemente la idea de una nación estancada. Las castas veterotestamentarias no quedan lejos del racismo actual entre askenazis (judíos de origen europeo) y sefarditas (los provinientes de la diáspora). En una de las imágenes más estremecedoras entre la pareja protagonista, Nira alecciona al perplejo Yoav sobre el odio y sectarismo entre askenazis y sefarditas en el escenario de una apacible playa. La violencia que no cesa …

Obra imprescindible, que reivindica el cine como arte de resistencia y denuncia. “Malos tiempos para la lírica” parece decir Lapid, quien no renuncia a alertar sobre el absolutismo capitalista (representado en el padre de Yoav). Capitalismo que fagocita y ahoga valores culturales, artísticos y morales.

Parece difícil resistirse a tan sólido y nutritivo planteamiento para el que su director nos reserva un regalo final; el tema “Bailando” de Paradisio. En los últimos instantes y en un juego de contrastes atroz (tono general de su cine), la impoluta imagen del Israel turístico oculta el hedor que emana de sus profundidades. Un país que huele a podrido (que diría Hamlet), y no es Dinamarca.

Fco. Javier Rueda Ramírez

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