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The Jinx (The Lifes and Deaths of Robert Durst, 2015): inocencia interrumpida

The JinxNota: 8,5

Dirección: Andrew Jarecki

Guión: Andrew Jarecki, Marc Smerling, Zachary Stuart-Pontier

Cadena: HBO

Reparto: Documental, Robert Durst

Duración: 45 Min. (6 episodios)

A menudo, los documentales que repasan investigaciones criminales imitando el estilo de un thriller de ficción, nutren sus imágenes de material de archivo, entrevistas a personas más o menos implicadas en la trama y todo tipo de recreaciones de los momentos en torno a la comisión del delito. En el caso de The Jinx, Andrew Jarecki contó con la inestimable ayuda del principal sospechoso de los crímenes investigados: Robert Durst, miembro de una de las familias más importantes de Nueva York.

Sí embargo, The Jinx no trata tanto sobre los asesinatos sin resolver de Kathleen Durst (esposa del protagonista, 1982), Susan Berman (hija de un célebre gángster y mejor amiga del protagonista, 2000) y Morris Black (vecino de Durst durante su retiro forzado en 2001) como del estudio psicológico de un personaje que ni el mejor guionista podría haber construido. A lo largo de la serie, el director americano reconstruye el contexto en el que se cometieron cada uno de estos sucesos, recuperando imágenes de los informativos de la época, rescatando grabaciones de los procesos judiciales y entrevistando a las personas más allegadas al entorno de las víctimas y su supuesto agresor.

The Jinx Robert Durst

Asimismo, intercala una serie de conversaciones realizadas ad hoc al mismísimo Robert Durst, que revelan la fascinante, compleja y magnética personalidad de un pobre niño rico que nunca encontró su lugar en el mundo. Ayudado por los giros de guión de unos caprichosos hechos reales, Andrew Jarecki construye una narración que manipula constante y hábilmente las elucubraciones del espectador. Al minuto es inocente y media hora después es culpable, para lograr la absolución antes de la conclusión del episodio de turno. Mención aparte merece la gestión de ese suspense, que alcanza sus cotas más altas en las dos últimas entregas de la serie: precisamente los momentos posteriores a cuando creemos conocerlo todo sobre Durst y sus trapos sucios.

Es entonces cuando Jarecki y su equipo se encuentran en su camino (¿?) el material definitivo para colocar The Jinx a la altura de acontecimientos cinematográficos como The Thin Blue Line, de Errol Morris, que influyeron determinantemente en la resolución de juicios reales. En un ejercicio de improvisación (de vosotros dependerá considerarlo de esta manera y no como un producto planificado), el director se juega un órdago al más puro estilo de Sherlock Holmes y Hércules Poirot para demostrar sus hipótesis frente a un individuo que había rebasado la categoría de objeto de estudio para convertirse en una suerte de conocido con el que había adquirido ciertos vínculos afectivos.

El resultado no solo hiela la sangre sino que demuestra el verdadero poder del dinero en una sociedad como la americana. Mientras puedas costearte los mejores abogados, no importa que tus huellas hayan quedado impregnadas en el gatillo del arma del delito, que todas las pistas señalen tu culpabilidad o que seas un marginado social con todas las papeletas para que la sociedad quiera deshacerte de tu persona. Pero de eso ya hablaremos cuando abordemos el análisis de O.J.: Made in América, una serie documental que, sin ser tan relevante desde el punto de vista procesal, convierte a Robert Durst en un ser anodino frente a la figura de O.J. Simpson.

Carlos Fernández Castro

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