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Los miserables (Les Miserables, 2019)

Dirección: Ladj Li Guion: Giordano Gelerdini, Ladj Li, Alexis Manenti Reparto: Damien Bonnard, Alexis Manenti, Djibril Zonga, Jeanne Balibar Fotografía: Julien Poupard Duración: 100′

Hay películas que te arrinconan en la butaca de cine, que no te dejan respirar. Apenas te dan margen para detectar sus defectos. Suele tratarse de un cine potente, vigoroso, rabioso y deseoso de conectar con el espectador a diferentes niveles. Los miserables podría entrar en esta categoría. A pesar de su espíritu eminentemente social, el debut de Ladj Li se deja llevar por una clara tendencia al thriller policial y al cine de gangsters que la convierten en una experiencia sofocante. La tensión narrativa lucha por reventar los márgenes de cada plano del film, como si el día que ocupa gran parte de su narración fuera el último de una era. Y sin embargo, es una jornada más en el barrio de Montfermeil de Paris, hasta que todo estalla por los aires.

Como si de un Training Day se tratara, dos policías curtidos de la unidad BAC (brigada de lucha contra la delincuencia) acogen a un compañero recién llegado a la capital y le pasean por las rutas habituales de su nuevo y turbulento destino: un barrio marginal (banlieue) de París en el que el orden establecido parece depender de un fingido equilibrio entre gangsters locales, líderes religiosos, traficantes de poca monta, inmigración marginal y agentes del orden público que parecen cómodos a ambos lados de la ley.

Ladj Li tiene las ideas muy claras. Tanto que en algunas ocasiones sacrifica la credibilidad de su narración por un desarrollo argumental un tanto efectista y demasiado entregado al poder conceptual de la metáfora. Por momentos, nos vemos abocados a un ejercicio de credulidad que no debería tener cabida en esta propuesta de cariz eminentemente realista y basada en los sucesos de 2005 en el banlieue Clichy-sous-Bois. Son momentos en las que se perciben las costuras de un guión que aspira a la cuadratura del círculo y acaba seducido por el artificio.

A cambio de estas licencias narrativas, el espectador es recompensado con una exhibición de suspense narrativo y un clímax a la altura de su intenso desarrollo argumental. De repente, toda la despreocupación del sistema hacia los sectores marginales de la sociedad francesa, estalla en la rebelión de quienes no están dispuestos a ser olvidados, ninguneados, manipulados y despreciados como lo han sido sus padres, aquellos que no se conforman con vivir al margen de la ley y con el hecho de tener un sistema bancario propio y alcaldes nombrados al margen del sistema.

A pesar de sus similitudes con El odio (Mathieu Kassovitz, 1995), Los miserables va más allá de la aventura social y exige soluciones para unos ciudadanos que, independientemente de su origen y credo, celebran el mundial de fútbol como un francés más. Y de nada sirven los parches del sistema, que mira a otro lado y perpetúa la miseria establecida mediante un capital humano que navega entre la locura y la deshumanización, cuando el contexto reclama la reinvencion de un país que solía descansar sobre los cimientos de la libertad, la fraternidad y, sobre todo, la igualdad.

Carlos Fernández Castro

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