Siete Psicópatas (Seven Psychopaths) (2012)
Nota: 7
Dirección: Martin McDonagh
Guión: Martin McDonagh
Reparto: Colin Farrell, Sam Rockwell, Christopher Walken, Woody Harrelson, Tom Waits, Harry Dean Stanton
Fotografía: Ben Davis
Duración: 109 Min.
‘Siete psicópatas’ no es cine dentro del cine al uso. Su trepidante historia relata los quebraderos de cabeza de Marty (Colin Farrell), un guionista novato que anhela escribir un thriller diferente a la media pero que no logra saciar de ningún modo su falta de inspiración. Para ello cuenta con la anodina ayuda de su excéntrico amigo Billy, un tipo cuya cabeza está más ocupada en delinquir y golfear que en hacer algo de provecho en la vida. Sam Rockwell interpreta el que quizás sea el mejor papel de su carrera, un hombre de acción con aires de antihéroe capaz de deslumbrar con sus gestos burlones y por su despreocupada y magnética forma de pasar a la acción. Su otro socio de aventuras es un extraño anciano mordaz, con un pasado muy oscuro y con la moral algo por los suelos por tener a su pareja en el hospital. Siempre es de celebrar poder ver a Christopher Walken en cintas de este tipo. La actitud desafiante que despliega ante el peligro en la película obliga a recordar a ese enigmático suicida de ‘El cazador’ llamado Nick, cuya afición a la ruleta rusa dejó a muchos de piedra allá por 1978.
Con semejante trío el carrusel de chascarrillos y golpes de efecto está más que asegurado, pues no cesa de girar en torno a pequeñas tramas con altas dosis de entretenimiento, de intriga y hasta de carcajadas en varias escenas. Cada uno de los siete «psicópatas» es una pieza de un satírico puzzle cargado de pólvora, y los momentos de humor negro quedan fuera de todo cliché o convencionalismo. El siempre estimable Woody Harrelson se encarga de poner la mala leche reinante con unos aires de mafioso que le sientan como anillo al dedo. No es el clásico trajeado de puro y billetera, sino más bien un gangster neurótico capaz de todo por recuperar a su cachorro. Sí, a primeras luces su vendetta parece una memez pero, ¿en qué momento esta historia pareció seria? El cuento del botín está muy visto, metámosle mascotas, cabezas que explotan y revólveres que se atascan. Bendita locura.
Tampoco se olvida de poner alguna que otra cara conocida bajo la piel de ciertos papeles secundarios. Tom Waits tiene algún que otro momento de gloria, si bien esta vez deja mucho que desear dadas las expectativas que siempre genera verle figurar en una ficha técnica. Su personaje muerde tanto como el conejito que lleva entre sus manos, pero vuelve a hacer gala de su buen hacer interpretativo cuando cuelga el micrófono.
Da la impresión de que Martin McDonagh quiere desarrollar una alternativa al cine tarantiniano, algo palpable por los chorros de crueldad sin escrúpulos y por diálogos alargados con una gran dosis de ingenio. Todo está aparentemente bien narrado y estructurado, aunque en algunos momentos cuesta distinguir entre el argumento principal y las escenas que describen el guión de Marty. Pero quizás sea esa la intención del cineasta, dejar que el espectador se olvide de seguir un hilo en concreto y que disfrute de la anarquía del diálogo, de la violencia imprevista y de la vena desequilibrada de cada personaje. Elementos que beben de ‘Pulp Fiction’ y que ya recuerdan al primer trabajo del director, ‘Six Shooter’, mediometraje por el que ganó un Oscar y que conviene revisar.
Hacia la mitad de la película es casi imposible no retozarse en pura diversión por lo maquiavélico y demente que estamos contemplando. Sin embargo, al punto de abrazar la obra de culto esta termina cayéndose por su propio peso. Incomprensiblemente el nudo cambia hacia un desenlace simplón que choca demasiado con el magnífico prólogo, y la expectación generada parece saciarse de golpe y porrazo. Tanta entropía sin aportar un broche convincente deja en un escaso subrayado lo que podría haber sido un título en negrita en la pobre cartelera de 2013. Sin duda un merecido visionado a una obra que lejos de ser maestra entretiene con creces y deja con ganas de más.
Manuel Sueiro