Poros Abiertos (2013)
Qué difícil es encontrar una película con personalidad propia, un autor identificable, una historia que escape del deja vu y ofrezca esa frescura tan esquiva al cine de nuestros días. Desgraciadamente, la autenticidad no es algo que se pueda buscar; se tiene o no se tiene. Y estos ‘Poros Abiertos’ de Carlota Frisón dejan claro que la directora y actriz catalana tiene ese algo por el que muchos venderían su alma al mismísimo Lucifer.
A través de sus ojos, la realidad adopta formas que el resto de miradas no serían capaces de imaginar; lo que llamamos una mirada diferente. Y para ello no ha recurrido a universos paralelos ni ha invertido todos sus ahorros en un diseño de producción mastodóntico. Tan solo una librería, dos o tres figurantes, y un par de actores (en realidad, uno) para hablar del amor, la soledad, el universo, y las posibilidades que ofrece la vida para exprimir nuestros sentidos a través del arte en general y la literatura en particular.
Porque ‘Poros Abiertos’ nació como un producto audiovisual para promocionar la librería de una amiga, y alcanzó la mayoría de edad como una verdadera propuesta de estilo vital. En connivencia con la inspiradísima interpretación de Pablo Rosal, el guión de Frisón es capaz de evocar imágenes y conceptos que, si bien no aparecen en la pantalla, florecen espontanéamente en la imaginación del espectador, y son mecidos, cual hoja otoñal en el viento, por unas ingeniosas líneas de diálogo que recuerdan al más dicharachero Woody Allen.
Al igual que el autor neoyorquino, Carlota equilibra la enorme trascendencia de su discurso con un tono deliciosamente cómico, acentuado por una dinámica puesta en escena y un manejo preciso del lenguaje físico y verbal. A ratos reflexivo, a ratos metafísico, a ratos alocado, ‘Poros Abiertos’ es un cortometraje que transmite ganas de vivir, y algo igual de necesario en los tiempos que corren, ganas de pensar y de sentarse a leer un buen libro.
Carlos Fernández Castro