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The Master (2012): en busca de la normalidad

Nota: 9,5

Dirección: Paul Thomas Anderson

Guión: Paul Thomas Anderson

Reparto: Joaquin Phoenix, Philip Seymour Hoffman, Amy Adams, Laura Dern

Fotografía: Mihai Malaimare Jr.

Duración: 137 Min.

En primer lugar, haré una advertencia a aquellos que vayan a ver «The Master» esperando encontrarse con un biopic sobre el creador de la Cienciología: nada más lejos de la realidad. Para su último film, Paul Thomas Anderson utiliza la famosa «religión» como telón de fondo, al igual que podría haber recurrido a cualquier otra secta o filosofía que implicara algún tipo de engaño o manipulación. En el cine del director americano las relaciones y los sentimientos humanos tienen una importancia capital, muy por encima de cualquier otro aspecto que pueda desviar la atención del espectador; de ahí, su concienzuda construcción de personajes. El resto de los ingredientes son tan sólo recursos que el enfant terrible del cine norteamericano actual utiliza para retratar sus obsesiones.

Y es que hace tiempo que Paul Thomas Anderson se dejó seducir por el lado oscuro; no es que sus trabajos anteriores a «Pozos de Ambición» fueran un ejemplo de optimismo o mostraran una visión especialmente positiva del ser humano (incluso «Punch-Drunk Love», su versión de lo que es una comedia romántica), pero sí permitían divisar un hilo de luz al final del túnel. Con «The Master», el director americano confirma el cambio de rumbo iniciado con su anterior trabajo y añade una joya más a su excepcional filmografía.

Estamos ante una película incómoda, obsesiva y políticamente incorrecta; cualidades que la alejan del éxito en taquilla, pero necesarias para dar la forma a lo que su autor quiere transmitir. La mentira, la marginación, las carencias afectivas y la falta de autoestima están más presentes en nuestra sociedad de lo que nos gustaría admitir. Anderson rastrea en los rincones más oscuros de la naturaleza humana, esos que habitualmente decidimos ignorar pero tan presentes en nuestras vidas. Para poder aceptar “The Master”, debemos realizar un ejercicio de autocrítica y observar a sus personajes como seres tan extremos como humanos.

Los protagonistas del film representan los diversos ángulos desde los que Anderson analiza un enfermizo triángulo en la que existen misteriosas relaciones de dependencia y rechazo. Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman) representa el talento; en su caso, un atributo al servicio de la creación de «una organización pseudoespiritual con objetivo económico, que ofrece cursos de mejoramiento personal y autoayuda a precios generalmente altos» (la Cienciología según Wikipedia). Lancaster vive dedicado al desarrollo de «La Causa», en la que acaba creyendo ciegamente gracias al interesado apoyo de su mujer Peggy (Amy Adams).

Peggy es un personaje terrorífico y, probablemente, el más oscuro del film; el único que tiene los pies en el suelo y control absoluto sobre la situación. Representa claramente la manipulación. La señora Dodd, consciente del potencial de su marido y del poder que pueden llegar a alcanzar con la puesta en práctica de «La Causa», le refuerza constantemente; asimismo, le protege de cualquier influencia externa que le desvíe de su objetivo, y transforma lo que para él es una actividad intelectual en un negocio.

Freddie Quell (Joaquin Phoenix) es el personaje clave del film; un tipo dominado por sus instintos, que supone un reto para Lancaster. En cierto modo, representa la libertad que “el maestro” añora en silencio; pero también es un magnífico ejemplar con el que demostrar la infalibilidad de su método. Sin embargo, para Peggy es una amenaza, un elemento desestabilizador, una persona imprevisible e incontrolable que pone en duda la credibilidad de su proyecto; sin embargo, también supone una inspiración para Lancaster, razón por la que no puede deshacerse de él como ella quisiera. Freddie es consciente de que hay algo en su interior que no funciona; tiene serias carencias afectivas, y hasta que conoce a Lancaster sus únicos recuerdos agradables se reducen a una chica a la que abandonó en el pasado y de la que nunca se creyó merecedor. Se somete voluntariamente a los métodos de Lancaster con la esperanza sincera de alcanzar la normalidad con la que pueda aceptarse a sí mismo y ser aceptado por los demás.

En otro orden, resulta llamativa la escasa química sexual que existe entre el matrimonio Dodd, y el inquietante vínculo que se establece entre Lancaster y Freddie. Paul Thomas Anderson provoca un equilibrio casi insostenible en las relaciones que mantienen sus personajes, logrando una intensidad sofocante a lo largo de todo el metraje. La clave para ello es Freddy, un personaje libre, únicamente supeditado a sus instintos.  El director californiano aprovecha al máximo el talento de sus actores; planifica exhaustivamente las secuencias para obtener el mayor rendimiento, haciendo gala de una gran capacidad de observación y un preciso control del tempo narrativo.

Pero si Anderson tiene una habilidad especial para colocar la cámara en el sitio adecuado y durante el tiempo exacto, sus actores lo tienen para resultar creíbles, vaciándose en cada plano y manteniendo una intensidad emocional casi perturbadora; de este modo, el conjunto funciona como una simbiosis perfecta entre director y reparto.

Mientras que las interpretaciones de Philip Seymour Hoffman y Amy Adams son magníficas, sacando petróleo de papeles aparentemente poco orientados a la exhibición, el trabajo de Joaquin Phoenix es demoledor, una autentica revelación de lo que un actor puede hacer con un personaje potencialmente atractivo; el «regreso» de Phoenix al primer plano no ha podido ser más contundente; parece poseído por la forma de hablar de Freddy Quell, por sus posturas, por su incontrolable nervio; ha hecho propia su mirada cargada de rabia, desesperación y profundidad; parece no importarle si hay alguien al otro lado de la pantalla; Joaquin ha decidido ser siempre será Freddy, y Freddy le ha elevado a un nivel superior.

Lo que ha logrado Paul Thomas Anderson con «The Master» tardará en volverse a repetir; su perfecta puesta en escena (conjunción de los elementos que conforman la imagen: guión, decorados, iluminación, interpretación, sonido…) capta contundentemente la atención del espectador y le introduce en una experiencia realmente intensa de la que puede seguir escuchando el eco días después de haberla disfrutado. «The Master» es un acertadísimo análisis sobre la naturaleza corrupta y corrompible del ser humano; porque en el fondo, todos aspiramos a la normalidad y es precisamente ese anhelo el que nos aleja de ella. Paul Thomas Anderson se ha acomodado en la anormalidad y disfruta de ella abiertamente; y no hay más que ver su último trabajo para comprobar que bien le sienta.

Carlos Fernández Castro

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